“¡El Pueblo decide!” gritan unos. Partido del Pueblo, se hacen llamar otros. “Pitas, pitas, pitas” dicen todos mientras lanzan miguitas de pan con forma de lavadoras y populares programas de televisión. El Pueblo se acerca cacareando envalentonado, compara los modelos de lavadoras y pide los peinados de la tele.
Pero ¿qué es el Pueblo? ¿La fuente del poder de la democracia espectacular? ¿El maná económico del capitalismo kitsch? ¿El origen y destino de las más grotescas deformaciones culturales? ¿Un refugio tribal donde el más pequeño se siente grande cuando dice que es parte del Pueblo? ¿Un conjunto de pasiones irresueltas, una rémora en el viaje hacia el futuro, un ente ágrafo y embrutecido?
Sí, todo eso es el Pueblo. Por eso decimos: ¡ABAJO EL PUEBLO! El Pueblo se dedica a hablar de necedades en las terrazas mientras ensalza las cañitas y el buen tiempo de España como si ese indolente acto fuera el cénit de la civilización. El Pueblo impone a los peores de entre sus iguales como representantes políticos. El Pueblo reclama construcciones minimalistas y carreteras anchas. El Pueblo obliga a escuchar sonidos somáticos (¡a los que se atreve a llamar música!) en el bar y a comer cadáveres en las bodas. El Pueblo nos obliga a contraer nuestra capacidad mental para poder mantener relaciones sociales. El Pueblo seduce a la televisión para que exhiba las mayores aberraciones humanas. El Pueblo es la Meme People, el Homo velamine. El Pueblo decide tiránicamente sobre nuestras vidas y nuestro entorno. El Pueblo nos manipula.
¡ABAJO EL PUEBLO!
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