‘Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y realizar una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc. Consulte aquí los próximos destinos.
Al sudeste del edén, es decir, de aquí de Madrid, se encuentra el Alto del Arenal, y por allí derivamos en nuestro garbeo ultarracional de ayer martes 20 de febrero. Esta zona de nuestra querida ciudad colinda con la A-3, que conduce a centenares de miles de clasemedianos felices hasta las playas de Valencia. La A-3 antaño era la Antigua Carreretera Nacional 3, que cruzaba Vallecas por la antigua avenida de la República o del Generalísimo (hoy Albufera), hasta que en 1964 le hicieron un lavado de cara para convertirla en la primera autopista de España. ¡La primera autopista española es la nº 3! ¡De qué otra forma podría ser! En todas las crónicas anotamos una nueva contradicción cañí y nuestra deriva por las arenas movedizas del Alto del Arenal no iba a ser menos. ¡Siga leyendo que le va a chiflar!

Nada más salir de la estación de metro, inaugurada en abril de 1994 y que conserva un antiguo vagón de tren de 1928 que trajeron de otro lado de la Línea 1, nos asaltan unos inmensos bloques de edificios de doce o más pisos: son moles de ladrillo anaranjado, rascacielos vallecanos, megaconstrucciones ochenteras de aquí de Madrid, pero no de ese rojo que combina tan bien con el toldo verde y que tanto amamos nosotras que somos de Provincia. Lo que atisbamos es más bien un ladrillo liso y puro que quiere demostrar que la Clase Obrera de Palomeras es un poco más refinada que la Clase Obrera marxista y Tradicional. Esos bloques tienen algo de panteón romano, solemnes y monumentales, nada que ver con el estilo soviético-franquista que tanto se llevaba en las barriadas más pobres de Madrid, aglutinando a la gente en el espacio más pequeño y más barato posible, como hemos visto en nuestros garbeos por las profundidades de Vallecas: Puente de Vallecas, Nueva Numancia, Portazgo y Buenos Aires. De ahí que el barrio se llame Palomeras y no Palomar o Palomares, como la pedanía costera de Andalucía, puesto que hace referencia a un palomar pequeño.

Palomeras tiene su particular zona cero en la que la razón perdió su avión cisterna y armas nucleares, esto es, el Colegio Aragón (Av. Rafael Alberti, 2) y la Casa (Luis Marín, 8) donde vivió Estefanía: la niña más famosa de España que no es ni artista ni ha sido asesinada por el Patriarcado, como otras niñas prodigio. A partir de la vida y obra y muerte de Estefanía, el director de cine Paco Plaza rodó la película de Verónica, basándose en el Caso Vallecas que tan bien ilustró Antena 3 en la década de 1990 pero inventándose, eso sí, bastante la historia para que fuera todo más irreal, más español. No hay nada más real y más sincero que nuestros garbeos ultrarracionales, que empezaron como un conjunto de propuestas de mejora para la ciudad de Madrid pero la amistad ha devenido romance y ahora sólo nos dedicamos a pasear y aceptar la realidad de la periferia madrileña. Antes de adentrarnos en los bajos fondos del sudeste de Madrid, nos ponemos a estudiar el caso ante un plato de torreznos y arden las redes.

Estefanía era una niña muy interesada en lo sobrenatural (de igual forma que a los ultrarracionales nos interesa la razón) a quien se le ocurrió jugar a la ouija con unas amigas en el baño del Colegio Aragón. Pudieron contactar con el novio de uno de ellas, que acababa de morir en un accidente de moto, pero el tablero se partió por la mitad en mitad de la conversación. Por ello, el espíritu nunca pudo volver al reino de los muertos y se quedó por Alto del Arenal haciendo la vida imposible a los vecinos, sobre todo a Estefanía, que se volvió pelín loca. También se volvió loco el policía que acabó llevando la investigación y mandó el caso, los torreznos, su profesión y todo lo demás a la mierda: «Conmigo no contéis» es lo que dijo. Nosotras, fascinadas por esta historia, visitamos la casa de Estefanía para rendir homenaje a los espíritus con la psicofonía que mejor sabemos hacer: poniendo a todo trapo gracias a un altavoz portátil el género más potente de la música española: pasodobles.

Seguimos los pasos de Estefanía hasta la entrada del Colegio Aragón. Carmen, una mujer de unos 35 años nos enseña las instalaciones y nos anima a fotografiar la joya del colegio: el gran campo de fútbol donde se divierten los jóvenes de forma sana, evitando caer en la delincuencia, las drogas y los pasatiempos esotéricos.
Carmen nos asegura que el hilo musical de los vestuarios en los que los futbolistas se entretienen después del partido es muy parecido al que suena por nuestro altavoz rojo: «Siempre hay un radiocasete encendido con canciones de Maluma y El Fary«. Jerónimo García se maravilla tanto que repite el nombre del dispositivo, esta vez en castellano y en mayúsculas: CASETE. “No hombre, no. No es una casete. Es un blutú”. Pero lo más maravilloso, como siempre, es la historia personal de sacrificio y amor que lleva dentro del alma esta bella mujer: metió a su niño en el equipo de fútbol hace unos años para poder tener un rato libre mientras entrenaba pero el deporte de barrio, nos cuenta, nunca recibe la suficiente ayuda, así que acabó colaborando. Mientras el niño entrena, ella responde al teléfono, atiende a los visitantes, limpia los vestuarios y las vitrinas que custodian las copas de victorias pasadas.
Carmen echa una mano sin recibir panoja a cambio porque puede permitírselo. Tiene la casa pagada, como bastante gente de la zona. Nos cuenta que ella, su familia y sus vecinos llegaron a esos edificios (las grandes torres romanas de doce o catorce pisos) tras ser reubicadas de las casas pobres o las chabolas que había antes ahí. El traslado fue gratuito, por supuesto: lo pagamos todos los españoles, como las Radiales 3 y 5 de Madrid. La calidad de vida es mucho mejor en un piso de 90m2 con tres habitaciones y cocina con acabados de mármol pero, según nos cuenta Carmen, el barrio perdió su identidad de casitas bajas, heroína y fachadas desconchadas. Estamos hablando de la época de sus padres, a comienzos de la modélica Transición española. Ella y el resto de vecinos nacieron ya como clase media en esos pisos. Pensamos que es urgente que los colegios de la zona impartan una asignatura obligatoria sobre el movimiento obrero y la lucha de clases para que las nuevas generaciones nunca olviden de dónde vienen.
Tras visitar el campo de fútbol, continuamos nuestro garbeo. Pasamos por delante de una inmobiliaria donde se anuncia un piso de 3 habitaciones por 650 € que, por supuesto, llama la atención de Brenda y El Medievalista, pues se trata del santo grial que llevan semanas buscando, más que nada desde que no conseguimos mudarnos a Estrecho. Brenda se queda mirando el escaparate, sale el trabajador y ella recurre al patriarcado para alquilar ese santo grial, dejando que El Medievalista y Jerónimo García se alejen para no molestar. El trabajador cae en la trampa de Brenda, tres sonrisas y ya se muere de ganas de alquilarle un piso pero el mercado inmobiliario siempre gana, así que se rinde y confiesa que el piso ya está alquilado aunque figure como disponible en el escaparate. Brenda comprueba el anuncio y se da cuenta de que ese zulo con camas-nido lejos del Metro y del Cercanías más que el santo grial es una taza de desayuno de Mr. Wonderful falsa pues se trata de un piso de sesenta metros que es feo hasta en las fotos. El de la inmobiliaria le cuenta que tardó mucho en alquilarse, “al menos 3 días” y es que nadie cumplía los requisitos, pues pedían una nómina de 1.500 €. «Claro, es que se alquila un piso carísimo para el barrio que es y así no se puede robar bien al inquilino», le comenta Brenda. El de la inmobiliaria le da la razón, le da la muchísimo razón en todo por supuesto porque es joven y guapa y está buscando conversación y tal vez algo más, las mujeres que conversan siempre buscan sexo, todo el mundo lo sabe, y le confiesa que más que alquiler, lo que hacen en esa inmobiliaria es vender pisos, cinco por semana y pago al contado: “Vienen con el dinero y se llevan el piso”. Añade, no sin envidia, que hay personitas que viven sin trabajar, simplemente viven holgadamente gracias a la renta que genera el piso destartalado por el que han pagado cuatro puñados de dinero negro en 2.015.
Brenda se aleja de la inmobiliaria y, en la oscuridad, busca a Jerónimo y al Medievalista pero podría encontrarles con los ojos cerrados, siguiendo su instinto y es que siguen llevando pasodoble a todo trapo por el bluetooth. Se los encuentra en la puerta del paraíso, El Martin’s Bar – ENJOY THE LIFE STYLE donde conocemos al primer parroquiano con el que establecemos contacto en nuestra ruta de bares, quien no parece olvidarse de sus orígenes. Como a los rentistas, a este buen hombre tampoco le gustaba trabajar aunque tuviera que hacerlo “sólo cuando quiero” para el CSIC. Nos cuenta que su perra, ya fallecida, se llamaba Luna y que la amaba más que nada en esta vida. A nosotras también nos gustan mucho los animales, acariciarles y mimarles, dejarnos mimar.
Nos asegura que además de ser ácrata en la actualidad, tiene además un pasado sindicalista, que podía cantarnos cualquier canción de Victor Jara de corrido y, tras hablar de la izquierda, la derecha, el amor líquido y perruno, Paco acabó hablando de forma inclusiva, como hacemos nosotras, que somos tres (dos rabos y un coño) y siempre utilizamos el femenino en nuestros adjetivos y conjugaciones, que lo aprendimos de Yanis Varoufakis, entre otras.
Seguimos hablando y bebiendo con Paco, de hecho seguimos hablando y bebiendo ya sin él pero siempre con Iniesta pues visitamos un bar donde por sólo 2,90 € tomamos dos copas de vino, una caña de cerveza, tres berenjenas de Almagro, tres huevos cocido con una sardina mientras vemos empatar al Barça, que no hay nada más español que un fracaso culé. En las últimas derivas parece que somos unas borrachas salidas pero si visitamos con tanto ahínco e ilusión estos antros de la Periferia es, primero para protegernos del frío invierno y, segundo, para estudiar al Pueblo en su ambiente natural. En Palomeras no había casi nadie por la calle y a medida que avanzaba la noche, aún menos. Los bares, por el contrario, estaban llenos, especialmente de hombres apoyados en la barra con unas cervezas y un platillo de torreznos, que es la tapa típica de esta zona por lo que pudimos comprobar.
Más torreznos, no.
Paco nos recomienda continuar nuestra ruta por la zona sur de Palomeras, donde se encuentra la famosa Torre de Vallecas, y finalizar en La Lavadora, un pub frecuentado por Pablo Iglesias cuando todavía compraba las camisas en el Alcampo, al que ya fuimos y seguía utilizando el piso de su abuela de picadero, como le confesó a Ana Rosa (Quintana). No obstante, estos lugares extraordinarios sólo son emblemáticos para la gente del barrio, es decir, ellos saben muy bien dónde están pero en realidad no figuran en Google Maps. Deben ser como joyas escondidas, santos griales, que se resisten la turistificación. Así que no podemos encontrarlas pero tenemos la suerte de que todos los martes nos espera una nueva deriva a 500 metros de la anterior, y que en el próximo, en Miguel Hernández, acabaremos encontrando lo que buscamos en nuestros garbeos, aunque en realidad no busquemos nada.