Buscando el mejor torrezno del mundo: Almagro

Torrezno, tapa de mi vida, grasa de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. To-rrez-no: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde de lo magro para apoyarse, en el tercero, en el borde del tocino. Hrump. Hrump. Hrump.

Nuestras lectoras ya estarán familiarizadas con tal exquisitez del Olimpo de la Grasa. En varias ocasiones le hemos rendido homenaje, ya fuera con una antología de su presencia en la obra de los grandes poetas castellanos, o por sintetizar a la perfección la sebácea armonía en la que buena parte de España retoza. Sin embargo, dos de nuestras miembras, Zumo Gris y Joseluis, han emprendido un viaje en busca del torrezno definitivo, yendo más allá y penetrando en la cosmovisión tocina desde un punto de vista emic, es decir, desde el propio Pueblo. El municipio escogido para tal menester no podía ser otro que Almagro.

Conocemos Almagro por su Festival de Teatro Clásico y por albergar el Corral de Comedias del siglo XVII, declarado Monumento Nacional. Sin embargo, en una pequeña cocina se representa todos los días una función que supera cualquier obra del Barroco español. El auténtico Monumento Nacional de Almagro se tuesta en el restaurante La Tabernilla de Almagro, cuyo diminutivo esconde un superlativo torrezno.

A modo de expedición, peregrinamos hasta dicho santuario para probar las mieles del cerdo, fritas como dios manda. Para nuestra dicha, pudimos asistir a una pormenorizada explicación sobre la cocción del célebre torrezno. El artífice de este prodigio nos reveló que, una vez seleccionados los cerdos y sus partes más nobles, hechizaba su tocino aplicando la técnica del “caliente-frío”, consistente en ir reduciendo paulatinamente la temperatura del aceite al ritmo de un grado cada hora hasta los 4 grados, temperatura en la cual “el agua empieza a cristalizar y eso es malo, no interesa”. Después de este proceso, el torrezno es bañado en un aceite de semillas “que me traen y ya me encargo yo de que tú no sepas de dónde”. Sospechamos que se trata, en realidad, de leche.

El maestro torreznero mostró su indignación por el hecho de que Masterchef haya “industrializado” la técnica que él venía aplicando desde antes de que naciera Jordi Cruz

En el preciso instante en que nos fue servido, el genio creador se ofreció a desmenuzar nuestro (y suyo) ansiado torrezno. Sin más dilación, les dejamos con su esplendorosa interpretación. Vayan a Almagro, aldea donde próximamente el Festival de Teatro Clásico será sustituido por el mucho más conveniente Festival del Torrezno Moderno.

 

Venancio, poeta del grasismo, nos deleita con sus Lecciones de Estética y despierta la devoción de Zumo Gris

 

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