Propuestas para una mejora ultrarracional de Congosto

Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y realizar una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc. Consulte aquí los próximos destinos.

Ayer, martes 20 de marzo, justo el día que comienza la Primavera con el renacer de las flores y las comparsas de los pájaros en celo, acabamos en un escenario post-apocalíptico de corte muy español. Fuimos al sureño poblado que malvive en la parada de metro de Congosto, que (por si usted no es muy docta en latín) significa «lo que atraviesa un valle tortuoso». Y efectivamente lo que nos encontramos hace honor a su nombre. Nos costó creerlo pero llegamos a pensar que Madrid tiene un final y que ese final era Congosto. A pocos pasos del metro, nos encontramos un secarral con montañas de tierra embarrada atravesado por una autovía contundente, la M-155. Y más allá, más montañas, más arena y más sombras.«¡La civilización se ha acabado!» exclamó Brenda. «Ahora podemos dar un bonito paseo por la naturaleza». Nos sentimos pletóricos de haber encontrado la desembocadura de Madrid, pues normalmente en nuestros garbeos sólo encontramos calles y más calles, bares y más bares, felicidad tras felicidad: aquí llegamos hasta el infinito, como Buzzlightyear en la consulta del médico a la espera de recibir nuevas recetas de Diazepam genérico. 

Sin embargo, según avanzamos por este escenario post-madrileño comprobamos que nuestra idea era una ilusión. Madrid no se va a acabar nunca. Creíamos que estábamos en el final de la Gran Ciudad pero estábamos en un borde en continua expansión como el del Universo. Al pasear por esos descampados nos percatamos de que ya hay calles trazadas y han colocado farolas y bancos para sentarse. Congosto se parece a Martin Sheen al principio de Apocalipsis Now: está esperando una misión bajo el ventilador. En breve sacarán a concurso los bloques de viviendas, entrarán en acción un montón de arquitectos y arquitectas jóvenes con ideas raras a quienes asignarán proyectos y así se van a ir ensanchando aun más los bordes de Madrid. La expresión española para señalar que es temprano, «no están ni puestas las calles», no se entiende en Congosto, porque en Congosto no existe la noción del tiempo, solo existen fuertes rachas de viento como en el principio de la Creación según el Génesis.

Una rotonda con una efigie nazi-leninista nos recibe en Congosto

Total, que con tanto viento y con tanto frío decidimos huir del borde exterior para adentrarnos en el interior del barrio. Muy pronto nos encontramos una rotonda española que nos recuerda al bello de paisaje de Castellón, decorado con decenas de rotondas obra de Juan Ripollés (artista financiado por los generales que bañaron en esplendor a la Comunitat Valenciana: Francisco Camps y Carlos Fabra). Si Castellón tiene rotondas del maestro Ripollés, a millón de euros la unidad, y Valencia tiene su circuito de Fórmula 1, Congosto no se conforma con ser una figura menor del despropósito urbanístico español de principios del siglo XX, de hechono solose encuentra en la senda de Valencia geográficamente, también dispone de esta efigie nazi-leninista en la rotonda y un circuito para coches teledirigidos, el circuito de Radiocontrol de Vallekas. Somos conscientes de que existen un montón de videos mal grabados en YouTube que narran las peripecias que suceden en ese circuito pero nosotras nos tenemos que limitar a lo que percibimos: miseria, desolación y vacío.

El Medievalista visitando el circuito de radiocontrol y soportando las fuertes rachas de viento.

«Lástima que el viento no se pueda fotografiar», se lamenta El Medievalista mientras rachas de cincuenta mil kilómetros por hora nos golpean en la cara por el descampado, alerta roja. Es probable que el vendaval arranque la efigie de estilo nazi-leninista de la rotonda española y nos lleve por delante. Ya contamos con un precedente. De las muchas obras que tiene Juan Ripollés a lo largo de la Comunitat Valenciana, todo el mundo conoce la esperpéntica y mastodóntica escultura a gran escala de Carlos Fabra que recibe y despide a los viajeros que utilizan el aeropuerto de Castellón pero casi nadie se acuerda de que otra estatua del mismo artista se cayó en 2010 debido al fuerte viento. Tras el desastre, Juan Ripollés se acercó a hablar con su obra, 36 toneladas de euros volcadas en el suelo y ella le dijo: «Déjame, no me toques». Juan Ripollés se derrumbó ante la prensa y anunció, con lágrimas en los ojos, que «si tengo que rehacer la escultura para que sea la obra de arte que fue, lo haré, pero con dolor». Vamos, que no le apetecía porque ya la había cobrado. 

Buscando un bar para refugiarnos del viento, encontramos algunas reliquias de la desaparecida colonia La Rosilla, principal punto de venta de droga de la Comunidad de Madrid. Francisco Umbral escribió en algún sitio que a España le convenía muchísimo «que coman bien los de La Rosilla».Él ya visitó estos lugares, estando vivo, y para ello tenía que venir en taxi. Estos garbeos ultrarracionalistas que estamos haciendo ya lo hicieron antes Algunos Señores. La diferencia es que los nuestros son mejores, por ser feministas. Tal vez nos supere Begoña Villacís, a quien le sucedieron mazo de cosas increíbles La Única Vez que visitó Carabanchel, Usera o Villaverde, barrios a los que ya llegaremos cuando visitemos las líneas 5, 6 y 3, respectivamente. Unos de los Señores que ya hicieron estas derivas son los Hombres que formaron parte de la Escuela de Vallecas, allá por 1927:el escultor Alberto y el pintor Benjamín Palencia formaban una troupe surrealista que se citaba en la estación de Atocha a eso de las tres y media. Siguiendo las vías del tren y sin sobrepasar jamás la frontera que marca el Río Manzanares, recorrían la periferia buscando cositas para pintar. A estos paseos se sumarían otros artistas. A nuestros garbeos se incorporó El Medievalista cuando llegamos a la parada de Plaza Castilla. A toda troupe surrealista le llega su gran guerra y a la Escuela de Vallecas le llegó la guerraza civil en 1936 a la que primero se enfrentaron con un «no pasarán» y después ya gritaron a los cuatro vientos un «sálvese quien pueda». A nosotras, la Tercera Guerra Mundial nos va a pillar en bragas y nos arrodillaremos: no lucharemos, nos dejaremos matar por un yihadista, sin más. La muerte nos pillará borrachas y felices. Oidnos, yihadistas: Alá no existe y nosotras somos sus profetas, a silbar Al·lahu-àkbar a la puta vía.

Pero poco queda de La Rosilla, que fue desmantelada en el año 2000 para construir el Ecobulevar hasta que explotó la burbuja. ¡Menos mal que al final todo está saliendo bien y el mercado inmobiliario está recuperando el brío de 2002! Como dijo el filósofo Paulo Coelho, «Al final todos los pisos se venden bien. Y si no se venden a precios astronómicos, es que no es el final». La Rosilla se pasó a llamar el Ecobulevar, conformado por distintos bloques de viviendas de protección oficial y una central térmica que abastece de calefacción a toda la colonia y que, por supuesto, visitamos pero la foto quedó mal. El problema es que los edificios que habitan toda esta zona no concuerdan ni concordarán entre ellos. Congosto (Locus amoenus) está conformada por gentes que no pueden permitirse vivir en el centro de Madrid, son personas pobres a quienes de repente les plantan edificios con plantas solares y, claro, se vuelven locas. Lo que puede pasar y es muy probable que pase, no es sólo una premonición, es que en estos edificios innovadores acaben viviendo familias de clase baja, pobre, que no sean capaces de apreciar estas obras de arquitectura urbanística que por supuesto pasarán a figurar en los manuales de arquitectura, como figura La Unité d’Habitation de Le Courbusier figurará el Ecobulevar. Estamos seguras. En cualquier caso, Congosto es locus amoenus para los aborígenes: aquí las gentes se sienten bien y es que el ser humano está condenado a enfrentarse a la naturaleza, al viento, al frío de la Primavera congosteña. La Gran Ciudad, por tanto, es un refugio falso en el que los Provincianos vivimos hoy en día. Congosto sigue funcionando como funcionó siempre la humanidad: una relación de tú a tú, dinámica, natural, entre ser humano y naturaleza: aceptar que va a llover, que las cosechas se arruinarán y que todo se va a ir a la mierda y de ahí a la muerte, ese tipo de cosas. Nosotras, las personas aburguesadas, sabemos que La Gran Ciudad nos protege: en este secarral y en Congosto las gentes se preocupan de las cosas esenciales: no pasar frío, sobrevivir. A nosotras en cambio nos preocupan los torreznos, también en el Día Mundial Sin Carne.

Uno de esos edificios nuevos (del Ecobulevar) que nadie entiende. Debe ser la una central térmica que abastece de calefacción a toda la colonia. O  un horno.

Por el camino, nos encontramos con cuadrillas de adolescentes que no han conocido un mundo sin David Bisbal, pues debieron nacer en 2005, como muy pronto. También, nos encontramos con una señora que nos invita a acompañarla por la calle. Antaño la esperanza de vida en los terrenos que ocupaba la colonia Rosilla no superaba los 50 años pero ahora, ya reconstruida la civilización al estilo capitalista español, abundan las viejas por la calle. Las tres nos sentimos doloridas por el frío pero nuestra nueva amiga tiene suerte, es aborigen y puede echar la tarde y entrar en calor en su sitio de confianza: el ambulatorio. El Medievalista señala que las señoras y los señores, es decir, los viejos, se rigen por la rutina milimetrada debido al tremendo miedo que le tienen a la muerte. La rutina les garantiza que todos los días serán iguales, uno detrás de otro, sin expectativas de futuro. Sus vidas discurren a lo largo de una línea de tiempo expansivo en el que todo es igual, eterno, un locus amoenus. En ese tiempo sin principio ni fin todo es una sucesión de eventos cíclicos: café con churros, dar un paseo hasta el ambulatorio, quejarse de la rodilla, volver a casa para ver Pasapalabra, cenar y a dormir. Para nosotras, ultrarracionalistas, la muerte sería una interrupción brusca pero en el caso estos sujetos, la muerte está desplazada hasta el infinito.

Para ser un escenario post-apocalíptico, las tapas de los bares congosteños son bastante contundentes: se trata de viandas para animar a los supervivientes desanimados para seguir viviendo. Ayer martes 20 de marzo era el Día Mundial Sin Carne y buscamos ¡y encontramos! torreznos, lo hicimos, por supuesto, a modo de rebeldía. Normalmente somos profetas del veganismo pero ayer no, tía.

Al final del garbeo nos volvimos a casa en metro. La línea 1 estaba rota pero, por suerte para nosotras, sólo en el tramo entre Sol y Pinar de Chamartín. Por el camino, parada tras parada, fuimos recordando algunas de las aventuras vividas en anteriores garbeos: los poemitas de Lorca en Villa de Vallecas, la victoria del Real Madrid ante el París Saint-Germain que vivimos en Sierra de Guadalupe, los poemitas que escribió Guillem en la parada de Miguel Hernández, las psicofonías de pasodoble español que creamos en Alto del Arenal, el Alcampo donde Pablo Iglesias se compraba las camisas en Buenos Aires, la escuela de boxeo de Poli Díaz que visitamos en Portazgo, el tío que había robado todas aquellas bombonas de butano en Nueva Numancia o en narcopiso que visitamos en Puente de Vallecas. Nos quedan tres paradas de metro primaverales para completar la línea 1, tres nuevos martes llenos de aventuras nos esperan, acurrucados,haciéndonos odiarel trozo de vida que hay entre el miércoles por la mañana y el martes por la tarde.


¡Reciba la bendición de Homo Velamine en su hogar y ayude a preservar el ultrarracionalismo! Estas son algunas de las cositas de nuestra tienda online:
Camiseta recuerdo del Tribunal Constitucional

Celebramos nuestro paso por tan insigne institución.

GROTESCO

Antología de textos y actos ultrarracionales.

Tour la Manada

Análisis en detalle del acto ultrarracional que nos ha llevado a una condena de 18 meses de prisión.

¡Habla, Pueblo, habla!

Nos han condenado a 18 meses de cárcel y 15.000€ por destapar una sucia cloaca.  Lee más y apóyanos » 

No pierdas el tiempo navegando por la web, ¡hazte con la antología de Homo Velamine!

Los mejores textos y actos ultrarracionales recopilados en un solo volumen.