Cuidemos a nuestros niños. Cubrámoslos de estampitas de Cristiano Ronaldo, ese prócer hercúleo-medioeval; agasajémoslos con juguetes ultracaros que caerán en desuso el día ocho de enero; obsequiémosles con placenteros y sanos almuerzos en el McDonald’s, permitámosles quemar adrenalina en la piscina de bolas; estimulemos su inofensivo fervor consumista. Estrellemos sin piedad su cara contra la televisión cada día, en Telecinco, a las 10 de la noche. Invitémosles a convertirse en jóvenes ahorradores, en ciudadanos normales y productivos.