Hasta ahora, en la famosa oposición de Umberto Eco entre integrados y apocalípticos, podía acusarse a los integrados de muchas cosas, egoístas, inconscientes, serviles, etc. pero no era lícito privarles de racionalidad o de todo sentido moral. En la situación actual, la cosa queda más clara. Si eres un integrado, bien tienes la cabeza perdida, bien eres lo que comúnmente se conoce como un desalmado, o ambas cosas. No hay grises.
No es que el ser apocalíptico te otorgue un cheque en blanco, pero serlo es una condición necesaria de cualquier ascripción de racionalidad o moralidad. Claro que hay muchos apocalípticos con la cabeza perdida y sin un gramo de virtud o sentido moral, pero el mero hecho de percibir y entender que las cosas no van bien y que van a ir a peor en todas las grandes cuestiones es sin duda algo que te distingue, para bien, de quien no percibe o entiende esto.
Si los integrados no perciben o entienden lo que se nos viene encima, además, no es probable que sea por su falta de capacidad, sino más bien por su falta de voluntad. El business as usual les ha dado lo que tienen y lo que son, y harán todo lo posible porque no cambie en lo más mínimo, incluido creer sólo en lo que desean y reputar todo lo que no desean de ideología.
Es en este contexto donde se inscribe el perfil de alt-right que se ha pronunciado en los últimos años en los países ricos. No se trata de apocalípticos, de gente anti-sistema que combate una deriva sistémica socialista o feminista o marxista o younameit, para abreviar una deriva progre. Ante todo son la respuesta violenta de los integrados que ven su integración misma amenazada, y que culpan de ello a otra parte de la sociedad, porque mirar más allá de esto les obligaría a revisar su integración en aún mayor profundidad. Por supuesto, los científicos son un sector cada vez más señalado entre la población culpable: claro, se están volviendo apocalípticos, es decir, progres, marxistas y demás. La ciencia se ha vuelto un nido de serpientes ideológicas; para encontrar la verdad hay que ir a lugares como el Antiguo Testamento o los think tanks de libre mercado extremo.
Además, tampoco hay que tratar a este fenómeno como algo marginal dentro del grupo de los integrados, que es, desde luego, la abrumadora mayoría. Los centristas irán desplazándose progresivamente hacia él y ya lo están haciendo. Un centrista medianamente educado no te negará el cambio climático o la desigualdad social y ni siquiera las causas estructurales de distintos males sociales, pero siempre será susceptible de sacar a la palestra los deus ex machina sistémicos más extravagantes, pero teóricamente capaces de moderar o contrarrestar todos estos problemas sin necesidad de grandes dramas o aspavientos: desde un retorno a los viejos y buenos X hasta una nueva teoría monetaria, el carbon capture and storage, el comercio de emisiones negativas o la próxima revolución tecnológica.
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