Comienza la yincana mediática, esa forma tan digitalizada de informarse a base del collage periodístico que nos brindan los azarosos algoritmos y nuestra libertad como catadores y gourmets. Cuando llevo veinte o treinta minutos, leo el comentario de un usuario en una noticia que nos pone en bandeja al viejo de Guillermo Zapata dejando Podemos por asuntos relacionados con la nómina y las donaciones, (cuando Zapata es concejal por Ahora Madrid) dicho comentario reza: “Podemos comienza a resquebrajarse, pronto se hundirá el edificio”. Cuando me quiero dar cuenta, otra noticia se cuela en mi sobrepoblado panel de pestañas, dicha noticia nos informa jocosamente sobre un diputado de Unidos Podemos que se traba al hablar, se pone nervioso intentando formular preguntas y hace el ridículo en su turno, quedándose en blanco y cerrando el micrófono. Ante el cadáver en descomposición siguen acudiendo artículos de la prensa seria o de la prensa independiente, a clavar el hocico y sorber la sangre de la fuente periodística. Algo es seguro, hoy Podemos y su caída ya no es motivo de enfado, ni de reflexión crítica: todo se ha dado por perdido en esos lares, hoy más que nunca primero como tragedia, después como espectáculo, farsa y broma.
Una última mención a un artículo actual, el así titulado “¿por qué se desploma Podemos en las encuestas?” de Iniciativa Debate. En un momento de inspiración el autor, Paco Bello, nos escribe:
Republicanos pero amenazando a la monarquía con dvd’s de series y sonrisas en las reuniones; críticos con la UE y del euro pero firmemente europeístas y ‘euristas’; antimilitaristas pero respetando la integración en la OTAN, bases militares incluidas; laicos pero defendiendo la concesión de medallas a las ‘vírgenes del pueblo’ y muy fans del nuevo Papa; animadores de significantes como los de casta y trama, pero buscando el acercamiento ‘por responsabilidad’ a los que señalan como culpables de la situación (y como ufano adelanta Monereo, algo más que acercamiento) y repartiendo besos, cariños y abrazos a sus integrantes; promotores dialécticos de la participación pero verticales en la práctica y sin propuestas legislativas al respecto, y suma y sigue sacando pecho con los récords en el pago de la deuda (ya olvidadas las auditorías) y condenando a titiriteros pero exigiendo a su vez la liberación de un golpista como Leopoldo López. ¿Seguimos?
El problema catalán, la presencia omnipresente de Venezuela en inminente guerra civil, las contradicciones internas, la Coca-Cola de Espinar, las flores de Manuela Carmena, las víctimas de E.T.A “el musical”, titiriteros, la cara de ratón de Pablo Iglesias y que éste sea un pesado, aunque no menos pesado ante la gente que Monedero o Iñigo Errejón. Estos e innumerables escándalos propician lo único real en nuestro mundo: la opinión pública en tanto medianía. Sea esto un acoso periodístico o no: «el daño ya está hecho». Los que se encuentran a la izquierda de Podemos detestan la formación por blanda e ineficaz, por simbólica y diáfana en su «Gramsci sin Lenin», otros tantos consideran al partido un partido fugaz, un mero «partido de crisis», y como tal, un partido que necesita que las cosas vayan necesariamente mal para presentar batalla. Ante la acusación de ser un partido que mucho ladra y poco muerde, un partido reaccionario en el sentido de que solo sabe reaccionar, se suman otras muchas voces: es un partido machista, es un partido de «intelectuales» que teorizan el populismo, pero no lo aplican, es un partido a la defensiva, indefinido, extravagante, etc.etc. Que muchos de los que votaban por el mal menor hayan dejado de dar su apoyo a Podemos solo responde al hecho de que la opción del mal menor ya no existe, ya no ven la posibilidad de que Podemos gane, ni siquiera lo consideran lo deseable en tanto mal menor. Algo es seguro, independientemente de los logros de Podemos y de lo que la organización haya hecho en las ciudades en las que gobierna, la situación mediática e ideológica es de absoluto colapso, y el grupo está sumergido de lleno en lo grotesco y lo circense.
Ante esto, cabe ir más allá, cabe preguntarse qué opinión y qué papel juegan las diversas organizaciones y partidos de la izquierda. Cabe relacionar a los anarquistas con los punkis, los cantautores nostálgicos, algún izquierdista de libro, y el sindicato más hundido de los sindicatos, los cuales, en general, llevan de capa caída desde hace décadas. Cabe también destacar los 10.000 afiliados al PCE en un país de 46 millones de habitantes. También a la masa gris de la izquierda, hoy ridiculizada y vilipendiada, o como mucho visitada en algún video de YouTube lleno de efectos sonoros y recortes mostrando su superioridad dialéctica. Si salimos fuera de nuestro país tenemos a Corea del Norte, un país del que se hace parodia hasta el agotamiento, cuyo líder es de por sí una especie de caricatura. Tenemos también a Willy Toledo haciendo sus cositas por el Sáhara. ¿Karl Marx? Ese sale de vez en cuando en algún meme, pero nadie lo ha leído y los pocos que hablan de él, lo hacen desde la falta de honestidad deontológica más infame, hablando desde el cliché y el prejuicio. Nos queda Cuba, Venezuela y la sombra de la U.R.S.S. En fin, ¿quién en su sano juicio bajo la ya mencionada opinión pública querría estar en esta izquierda?
Todo en la izquierda parece grotesco y friki, la izquierda lleva camiseta de grupo de heavy metal, coleta y se vicia a los videojuegos. La izquierda está llena de memes e ironía, la izquierda ha perdido el margen del discurso y se encuentra indefectiblemente trasnochada, la izquierda ama a las nacionalidades y a la vez ama el internacionalismo, se debate siempre entre disputas internas, y sus miembros, esquizoides, se ramifican como amebas. Los izquierdistas coherentes okupan pueblos o casas, y montan allí sus comunas, a base de vender cerveza a un euro. La clase obrera es de derechas, lo que significa que los hijos de la clase obrera, en paro, son de izquierdas, lo que significa que la izquierda parada merece conmiseración y condescendencia. La izquierda también cuenta con ancianos adorables y republicanos que parecen sacados de un museo, aparte de la colección de discos de música folklórica y autóctona, y toda la simbología kitsch que uno pueda imaginar, desde la bandera de Castilla comunera hasta el pin con la hoz y el martillo. En el fondo son unos puretas, detrás de sus grandes ideales solo se esconden huídas y verdades a medias, todos esos vuelos de altura vanamente bellos solo son eficaces a nivel psicológico para gente joven, marginados, clérigos, e intelectuales.
Hace un siglo, sin embargo, las cosas no eran así. En 1914, el partido socialdemócrata de Alemania era considerado la joya de la corona de Marx y Engels: 1.085.905 de afiliados, 4.250.000 votantes, editoriales propias, 90 periódicos, 110 diputados en el Reichstag. Una concentración de proletariado urbano inmensa: 8.640.000 obreros industriales, 1.700.000 empleados del comercio y el transporte, 2.300.000 pequeños empleados de la industria y el comercio y 3.300.00 obreros agrícolas; todo ello en la industria más altamente organizada del globo terráqueo, el capitalismo tenía los días contados.
Todo parecía preparado, un sólido armazón era organizado desde el Parteivorstand, más de 400 panfletos dedicados a la agitación y la propaganda, universidades populares, profesores revolucionarios, un aparato administrativo eficaz y competente, bibliotecas y sociedades de lectura, organizaciones de mujeres socialistas, y sin embargo, siempre llega el momento donde el partido debe comenzar a jugar: Hic Rhodus, hic salta!. Cuando llegó la prueba de fuego, no se cumplió la única condición que Marx dictó a la clase revolucionaria, a saber: que tuvieran todo que ganar. El partido demostró no estar compuesto por aquella sección de la sociedad civil que estuviera en el centro como negada, como pura negación del sistema organizado en torno a la economía política. El número de verdaderos revolucionarios fue ínfimo. Se demostró que casi todos eran burócratas acomodados de tres comidas al día y es bien sabido que una revolución no puede ser clasemediana. Así fue, que la esperada Revolución en Alemania se hubo de dar de manera precaria en Rusia, país que contaba con una masa de proletariado industrial de unos 3.000.000 obreros, de los cuales 1.500.000 murieron en la Guerra Civil. La ironía de la historia fue esa: que el único país donde el partido revolucionario ganó, lo hizo a costa de perder el proletariado, un partido representando los intereses de la clase ausente, ante una masa enorme de campesinos y pequeño-burgueses.
Lo que era obvio y evidente, por aquel entonces, es que el proceso revolucionario iba a ser largo, iba a durar varios planes quinquenales, iba a necesitar de sacrificio, diversas reformas agrícolas, y más que nada, iba a necesitar libertad de prensa, debate libre para promover esa actitud llamada antiguamente parresía, que consiste en llamar a las cosas por su nombre. Con Lenin, al terror se lo llamó terror y al sacrificio se lo denominó sacrificio, pero algo cambió cuando llegó al poder Stalin, algo que ha definido la política contemporánea más de lo que muchos están dispuestos a aceptar.
Al sacrificio obligatorio exigido a la población soviética se lo trató desde la voluntariedad y la heroicidad. La acumulación originaria socialista necesaria para transformar a la masa de campesinos y pequeño-burgueses (que constituían el interlocutor de Stalin) necesitó de todo el patriotismo, de toda la propaganda y de toda la tecnología del culto al líder que pueda imaginar. Fue así como la U.R.S.S pasó de ser un país que tenía como interlocutor al proletariado internacional, a la espera de la revolución mundial, a ser un país que tenía como interlocutor a la burguesía mundial, que esperaba con ansía vampírica la ruptura del país para comenzar su acumulación capitalista, mucho más lenta y dolorosa que la socialista. No se trató entonces ya de la Revolución, sino de protegerse de los intereses de los países capitalistas, haciendo el socialismo desde un único país, cerrado y centralmente administrado, con la esperanza de que en el futuro el comunismo fuera posible. Sin embargo, Stalin comenzó a manifestar que el comunismo ya era de facto, lo cual era falso, y también era falso el hecho de que tal acumulación primigenia socialista fuera voluntaria: los agricultores no tuvieron otra opción que colectivizar y producir para el Estado, era eso o quemar cosechas y morir. Fue entonces cuando la esfera pública se tornó grotesca, pues a diferencia de los tiempos de Lenin, comenzaron las acusaciones duras, que llevaban al kulak, comenzó un terror que no era de clase, sino de puro aparato. La discusión libre se terminó y se impuso el deseo libre del pueblo como dogma, ocultando la palmaria realidad material en la que se veía el país, y dejando un culto a Stalin que hubiera resultado grotesco años antes, totalmente delirante si se compara con la situación de un proletariado instruido en plena discusión libre. En definitiva, el partido no se convirtió en el servidor de la clase revolucionaria, sino en el puro aparato para la construcción de tal clase mediante el látigo y el control.
Esta explicación marxista de la caída de la Revolución es marxista, no idealista, en el sentido de que no se apela a una definición ideal de Revolución sobre la cual fustigar y reprender moralmente a Stalin. La situación en el periodo 1922-1930 era difícil. Y él, en mayor o menor medida, la pudo sortear. La industrialización se produjo, y Rusia escapó de su destino como país tercermundista y al servicio de los buitres occidentales, pero también produjo, a costa de esto, la primera mistificación de lo que se entiende por socialismo. Así, se produjo un bloque histórico entre países en vías de desarrollo, socialistas del tipo pro-soviético europeo en tanto el Comintern y la Internacional estaban al servicio de la Unión Soviética, y partidos comunistas nacionales. Cosa que se extiende hasta el presente.
Hoy en día, el Socialismo, así como la Revolución, se confunden con Podemos, con la Cuba actual, Maduro, Monedero, Corea del Norte, y la U.R.S.S. mistificando totalmente el debate, y generando una falsedad donde participan los bandos enfrentados. Sería conveniente, para la verdadera izquierda, aquella que esté comprometida con la clase revolucionaria por venir, apoyar la derrota del régimen de Maduro, así como borrar de la historia del socialismo a Castro, a Kruschev, a Stalin, a Anguita, y a tantos otros. Para empezar, porque no hay tanta diferencia entre lo que hace el PP y lo que hacía Stalin, a saber, operar sobre la base del campesinado y la pequeña-burguesía, cuanto más rural mejor, mediante mentiras, oposiciones falsas, creación de terroristas y cabezas de turco. Llenarlo todo de propaganda y mostrar el sacrificio como voluntariedad, mostrar la crisis como algo de lo que saldremos con gran ánimo y entusiasmo, disfrazar las cifras para ocultar la realidad en pos de mejorar económicamente el país. Ocultar la corrupción (ya sea en el Mar Negro o en Valencia) con cifras de crecimiento. Ser puro aparato de amiguetes con látigo que destruyen la ideología en tanto dan chalés, casas e ideales de clasemediano. Lo que tienen en común el PP y la U.R.S.S de Stalin es ser puro aparato sin ideología para la construcción de clasemedianos en masa.
En definitiva, todos los regímenes políticos ocupan el monopolio de la violencia y son terroríficos, por eso estos caracteres; «violencia» y «terror» no sirven para definir nada, en todo caso servirán si se estima necesario apuntar sobre quién se ejerce dicha violencia y dicho terror. Finalmente, el mundo es hoy staliniano y esto es algo que no atañe solo a España, la clase revolucionaria está desaparecida, aquella clase que estando en el medio aparece como negada, y además, todo está lleno de mitos, propaganda e ideologías maniqueas que no permiten un debate sobre lo que se entiende por so-cia-lis-mo. Ante esta situación palmaria, lo mejor que podemos hacer los izquierdistas es romper con toda la herencia, dejar de defenderla. Esto sería un golpe de efecto para la derecha, pero no solo eso, la ruptura permitiría tener la mirada nítida para la construcción de un bloque izquierdista, internacional, verdaderamente revolucionario y, por tanto, en un estado activo propositivo y no a la defensiva. Dicho bloque no será cosa del presente ni reaccionario, sino algo futurista que solo verá la luz con mucho esfuerzo y trabajo tras varias generaciones de silencio.
Bibliografía usada, para permitir críticas o surgerencias.
Historia económica de la Unión Soviética. Alec Nove.
Historia de la Rusa Soviética. E.H. Carr.
Trotsky y Stalin. Isaac Deutscher.
Obras completas. Lenin.
Historia de la revolución rusa. Trotsky.
El partido bolchevique. P. Broué
De la Revolución y Ideología y sindicalismo. F.Martinez
4 ideas sobre “Del stalinismo del PP y la revolución”
Primer artículo serio que habeis escrito.
Bravo por ello, clasemedianos! ;)
Por cierto, los carteles, canela en rama…
Os denomináis ultrarracionalistas, pero la mitad del artículo es un discurso maníqueo basado en clichés, como «Todo en la izquierda parece grotesco y friki, la izquierda lleva camiseta de grupo de heavy metal, coleta y se vicia a los videojuegos»; una frase terriblemente rigurosa, racional y sustentada en pruebas irrefutables que aportáis en alguna parte escondida del artículo. Voy a jugar a vuestro juego:
La derecha joven española huele a una mezcla de Gin Tonic caro pagado por papi y mami, y una especie de trascendencia filosófica basada en coaches vendehumos como Josef Ajram, que hablan de lo fácil que es arriegarse, pero saltándose la parte del colchón de billetes que mami y papi tienen preparado para cuando su polluelo, con Máster en Administración de empresas/Comercio Internacional, fracase como emprendedor.
Esa derecha que saca pecho orgullosa bajo el lema «Si quieres, puedes», olvidando que el entorno juega una parte vital en el día a día de las personas (lógico por otra parte que ignoren el entorno, cuando papi y mami les han tenido en la burbuja del chalé y el Club de campo).
Esa derecha rancia que sólo puede aguantar el tufo que desprende la mierda que sale de su boca poniéndose un bigote de hipster que, con el tiempo, irá tornando misteriosamente en ese bigote ambiguo patentado por su adorado Jose María Aznar.
Esa derecha que ha cambiado la Santísima Trinidad diestra de misa, putas y coca por otra más light de misa, putas y gin tonic (la coca en privado).
Esos cachorros que enarbolan la bandera de la cultura del esfuerzo llegando a clase de la Universidad Católica en su Mini Cooper, cuando su único esfuerzo relacionado con el coche es tener que llevarlo a un taller lleno de obreros rudos que no encajarían en ninguna fiesta de la Jet.
Esa derecha que reivindica el orgullo patrio, pero hacen breaks en lugar de descansar; salen a hacer running en lugar de salir a correr; que son trendys en lugar de ir a la moda.
Con esto quiero decir que, a pesar de ser humor y tener un buen mensaje (soy de esos pocos que leyeron a Marx), no se debe caer en generalizaciones, pues eso es terreno de Marhuendas e Indas, y eso deslegitima incluso al ser más racional del mundo (que creo que es Maria Teresa Campos)