La democracia, el culo y el tercer ojo

Los cuatro primeros chakras

He comprado un váter. No lo uso para defecar. Para eso tengo uno de anodina loza blanca. Este en cambio me sirve como asiento ceremonial en mi habitación. Lo he puesto en frente de mi cama. ¿Qué ceremonias son esas? La de mantener mi pijama durante todo el día bastaría para darle sentido a la porcelana de Meissen recargada con orientales motivos florales. Pero no, también es útil para calzarme y descalzarme, apoyar libros sobre su incuestionable superficie pulida y meditar en la posición precisa- qué confort me brinda- hasta alcanzar la paz a cualquier hora, siempre a mi antojo.

Tener el culo al aire ofrece ventajas racionales cuyo valor está científicamente demostrado, a pesar de la expresión popular que asocia su desnudez a indefensión o fatalidad.

Mi cara adquisición ofrece a mis piernas descansar en un perfecto ángulo recto que favorece la circulación sanguínea, a mi espalda permanecer erguida encontrando el lumbago, núcleo especialmente vulnerable, un relax que ni el acolchado de cien mil plumas de oca bretona puede proporcionar. Pero lo principal es mi culo, que en primer lugar se airea respirando a sus anchas en un boquete del tamaño de Arkansas, evitando así roces perniciosos con superficies rugosas y que, en segundo lugar, puede dar lugar a escozor o irritación.

Tener el culo al aire ofrece ventajas racionales cuyo valor está científicamente demostrado, a pesar de la expresión popular que asocia su desnudez a indefensión o fatalidad. No puedo más que vanagloriarme de pasar gran parte del tiempo en casa de esta guisa. Y a la vez lamento que tal hecho, que me reporta ingentes cantidades de bienestar, no pueda ser reproducible en la calle por el mojigato decoro y no sé qué chuflas exhibicionistas. ¡Pamplinas! Mi culo tiene derecho a respirar y conocer mundo en su propia piel. Un punto tan sensible de mi organismo se ve privado de contacto con lo circundante por la esclava moralidad que arrastramos desde dios sabe cuándo. El verdadero sexto sentido reside en el ano y en vez de disfrutarlo lo encorsetamos y así nos pinta.

En busca de confort e iluminación

Desde esta tribuna quiero volver a expandir la petición para que por fin el culo tenga el trato que merece en la sociedad civil. Entiendo que en otros órdenes de la vida como el eclesiástico o el militar, tan sujetos a una vestimenta estricta, la implantación de viseras o aperturas traseras pueda suscitar ciertos ambages, pero no en el pueblo que es al fin y al cabo el creador supremo de tendencias. He de añadir que nada tengo en contra de la industria sillera, aunque cierto es que en mi comedor cuatro váteres jalonan la mesa donde mi familia y yo comemos a diario.

En ningún caso y esto quiero dejarlo muy claro abogo por salir a la calle con los órganos reproductores sintiendo el viento.

Mi propuesta no camina el rumbo nudista, sino que el viraje propuesto es meramente culón o culona. Si entre mis lectores hay algún legionario estético, pronto he de avisarle que no malgaste sus recursos contra mi proclama. Bastante razonable me parece, ya que asumimos la fisonomía de una tez como expresión de belleza, que podamos completar mediante una vista panorámica la otra cara también expresiva pero menos conocida. Pues si otro ojo gobierna nuestro lado de espalda sería lógico que pudiéramos mirarlo con igual deleite. Puede darse el caso que una persona sea facialmente bella y encontrar sus rasgos atractivos, pero que nalgonamente sea un adefesio. Y a la inversa. Pero, ¿por qué hay que esperar (normalmente) al acto sexual para descubrir si las dos caras de una persona están equilibradas? ¿No sería aconsejable disponer de esa información con un simple vistazo?

Al culo lo puedes escuchar, oler, tocar pero es igual de complicado verlo que gustarlo.

Sin duda el culo democratiza a los seres humanos. Su orientación más terrenal y alejada de los pájaros que desde la cabeza nublan los ojos, su enfoque de cráter abierto a un campo de percepción completo pero a la vez resguardado le otorga un dinamismo que las cavidades oculares no son capaces de igualar. Además su propulsado escape perpendicular descriptor de trayectorias desafiantes no merece este ninguneo. Al culo lo puedes escuchar, oler, tocar pero es igual de complicado verlo que gustarlo. ¿Es este el mundo que queremos dejar a nuestros hijos? Cuando sean adultos y nos pregunten a nosotros ya ancianos dónde estábamos en la lucha por el Culo Libre, qué les diremos, que mirábamos hacia otro lado o en primera línea con el culo al aire.

 

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