Desnudando al Pueblo

No se pierda la primera parte: «Desnudando a España«

El Pueblo

Mugardos, 2 de noviembre de 2015

Querido Anónimo,

Lástima no poder tratar estos asuntos cara a cara con una copichuela en la mano; cuánto temo no entender correctamente todos los matices de sus interesantísimos comentarios. En cuanto a la cuestión del pueblo, ya sabe que ahí no me puedo resistir. ¿Qué es el pueblo, don Anónimo? ¿El conjunto de personas anónimas, los que no tienen poder, los gobernados, los que quieren serlo, un espantajo despreciable creado por el estado para convencernos de que sin su tutela cada vez más extensa no seríamos nada o nos despedazaríamos entre nosotros?

Creo que el significado de esa palabra depende mucho de quién la utilice, y habría que tener en cuenta también el desarrollo de la historia. ¿Significa lo mismo la palabra “pueblo” utilizada hoy en la televisión para denominar “princesa del pueblo” a Belén Esteban, que utilizada hace sólo cien años para denominar a una población mayoritariamente rural con una tradición cultural que hoy ya no existe? Mis abuelos en concreto podrían calificarse de gentes del pueblo; eran obreros y campesinos —reales, no idealizados—, y ni los unos ni los otros, con todos sus defectos y virtudes, se comportaron jamás como el “Nen de Castefa” o “La Charanga del Tío Honorio”, que son creaciones o interpretaciones modernas caricaturizadas, realizadas en un entorno urbano, televisivo e impregnado de esa cultura media, banal, seductora y basada en tópicos con la que parece que uno se entera de algo aunque en realidad no se entere de nada, muy bien definida por Pasolini cuando afirmó que “la cultura media es siempre corruptora”. Una cultura muy promovida por quienes promueven también la patriotería estatalista, las coronaciones de vírgenes o las seducciones ideológicas por las que tomar partido.

Pero creo que Willy Toledo idealiza al “sujeto revolucionario” de su deseada revolución. Es lo típico del comunismo como ideología milenarista: basarse en una concepción estrecha y normalmente equivocada del ser humano para planificar la construcción del Reino de Dios en la Tierra (sobra decir que la libertad suele salir mal parada en esas concepciones). En eso Willy Toledo revela nuevamente sus planteamientos católicos —aunque heréticos—, que explica muy bien en la entrevista cuando afirma: “Mi religión es el socialismo, la justicia, la libertad, la fraternidad, y mi apóstol —uno de muchos— es Fidel Castro.”

Y hablando de la crítica y la autocrítica de la izquierda, no creo en la bondad intrínseca del espíritu crítico; será bueno si busca la verdad, pero desgraciadamente la crítica se hace con mucha frecuencia como defensa de un bando y como ataque a otro —ambos previamente definidos—, utilizando un argumentario lleno de tópicos y prejuicios, de forma que la verdad a menudo es lo de menos.

Voy a tomarme una cerveza en el paseo marítimo, don Anónimo, que estos temas dan mucha sed y mucho calor.

Cordialmente,

José Luis Pérez


La Meseta, 11 de noviembre de 2.015

Querido José Luis,

Se mete usted en un terreno delicado. ¡El Pueblo! Ese ente deforme y abigarrado, omnipresente y desconocido, que es capaz de acudir en masa a decapitar al rey o a estrenar primark (acaso no sean cosas semejantes), y que refleja colores distintos según quién lo mire, como usted bien apunta.

He de decir que mi idilio con el Pueblo ha sido largo y tormentoso. La primera bofetada que me dio fue hace ya mucho, cuando aún era un adolescente revolucionario y luchaba por liberarlo. Una mañana que paseaba por las calles de Zaragoza escuché sobre el volumen de mi discman un sonido como de cerdos siendo degollados en masa. ¡Qué terribles gritos! Apagué la música, no fuese a estar iniciándose algún tipo de apocalipsis y debiera salir corriendo inmediatamente. Sin embargo, no percibí nada más hasta pasado un rato, cuando pasé frente a un bar: allí estaba el Pueblo, ése al que yo quería liberar, frenéticamente absorto en la pantalla verde. Inmediatamente comprendí que debía abandonar todo afán libertario. ¿Cómo liberar a quien no quiere ser liberado? Por fortuna me retiré de la empresa antes que los franceses de España, los estadounidenses de Irak, o el bueno de Azaña de la II República.

Desde entonces mis esfuerzos por comprender al Pueblo han sido infructuosos, pero he ido aprendiendo que quien diga representar al Pueblo o miente, o es un ingenuo, o un bellaco. Y también que el Pueblo es merecedor de los más duros insultos, pero escupidos de la forma más tierna posible.

Creo que dos cosas ciertas podemos decir del Pueblo: primero, que ostenta el poder absoluto, y segundo, que es “ágrafo por naturaleza”, según sumariza estupendamente Juan Eslava Galán. Mala combinación, amigo José Luis, mala combinación. En lo primero, como ve, discrepo de usted: en democracia el Pueblo tiene el poder, y legitima así el gobierno de los peores y, por tanto, otros aspectos menores como la corrupción y las más diversas barrabasadas ejecutivas y legislativas. En los mercados el Pueblo también tiene el poder, e invierte constantemente y sin dudar en explotación animal, humana y medioambiental. Sobre nuestras vidas el Pueblo también tiene poder directo, y nos sumerge en el imperio de la ordinariez, donde reinan el reguetón, los realities y la memebasura. Todo esto, por supuesto, es consecuencia del segundo de los aspectos: el analfabetismo natural del Pueblo.

Y, sin embargo, ¿cómo no amar al Pueblo?

Es imposible. El Pueblo es lo que hace país, comunidad y familia. Pueblo es de donde pretendemos escapar los que insistimos en decir que no somos masa, intentando volar alto y lejos para luego volver irremediablemente a él. Pueblo soy yo y es usted, amigo José Luis, queriendo hacer altas humanidades. Pueblo es también el señor José bailando «Paquito, el Chocolatero» en las fiestas de San Bartolomé mientras hace así España, y pueblo es la señora Conchi vestida de baturra llevando flores a la Virgen del Pilar el 12 de octubre. Ese 12 de octubre que tanto odia Toledo, y que, sin embargo, hace Pueblo, el Pueblo que tanto ama Toledo.

De nuevo, como ve, amar y odiar se vuelven la misma cosa.

Y con eso, me callo ya.

Siempre suyo,

Ano. G.

PD: Con respecto a la ofrenda de flores, siempre he creído que dentro de 200 ó 300 años el traje típico aragonés deberá ser el abrigo acolchado marrón de El Corte Inglés, y así ataviadas deberán las señoras entregar sus flores a la Virgen del Pilar, o a quien corresponda en esa futura e impía época.

El Pueblo hace España mientras baila "Paquito, el chocolatero"
José hace España al tocar «Paquito, el chocolatero» en la fiesta de San Bartolomé (Alcorlo, Guadalajara)
José Luis Pérez es CEO de El Mentidero Ediciones
Anónimo García es condestable de Homo Velamine

¡Habla, Pueblo, habla!

2 ideas sobre “Desnudando al Pueblo”

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