Emiliano salió del catre despacito, intentando distribuir el peso de su ajado cuerpo de manera más o menos uniforme sobre sus molidos huesos. Sonrió al ver el sol entrar por las rendijas de la persiana, se puso su camisa de lino y se calzó su boina de fieltro con cuidado. Le dio un beso tembloroso al retrato de su difunta esposa y salió al salón de su casa. Aquel era un día especial, un día de sol radiante en mitad del crudo invierno. Los niños correrían por el parque llenos del júbilo propio de la inocencia y la falta de obligaciones. Las parejitas adolescentes entrelazarían sus manos con ternura mientras caminaban despreocupadamente. Los oficinistas se sentarían en los bancos para tomar el sol antes de volver al duro trabajo. Qué demonios, se dijo. Hoy, la escopeta de los domingos.
AUTOR
Biyu
Biyu fue decantado en la ciudad de Zaragoza y conoció al resto del equipo de esta publicación durante un incidente que la policía judicial consideró “horrendo pero hilarante”. De vida espesa y disoluta, su ciclo vital actual tiene lugar en Estados Unidos, donde diversifica su estudio de la vulgaridad elevada a arte y donde planea dejar de lado los escasos ideales que le quedan y unirse a las hordas de periodistas al servicio del status quo.
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