Pienso a menudo el terror que tiene que suponer ser una mosca y quedarse atrapada en una tela de araña.
¿Se imaginan? Estar ahí sin poderse mover y sin saber muy bien porqué, y de repente ver las fauces gigantísticas de un monstruo feo, peludo y de seis ojos acercándose hacia usted, bien abiertas. Y usted que no para de mover las alas, las mueve y las mueve, pero tampoco despega, sino que se enreda más y más, y las fauces se acercan y se acercan, y entonces ella le toca con sus patas largas y asquerosas y le envuelve en su hilo pegajoso, y le pega un bocao y siente su baba inmunda y le duele mucho y así
preso de esa criatura horrible
con ese dolor
aterrado
muere
solo.