Amancio Ortega ultima la compra de la Torre Cepsa por 500 millones
Amancio Ortega, el hombre más rico del mundo
La fortuna de Amancio Ortega ha aumentado 52000 millones en una década
Los titulares son prolíficos, y el sentimiento de un gran éxito colectivo se adueña de muchas mentes en la infortunada Meseta. España ya no son esos «veinte millones de Quijotes andrajosos y un puñado de piedras áridas», al decir de ese sombrío poeta soviético llamado Ilya Ehrenburg, sino un pueblo feliz que va en la buena dirección, el crecimiento imparable del PIB anual y la creación de empleo en progresión geométrica. Este sumo sacerdote del capitalismo, el ejemplo de cómo es posible medrar gracias a los mecanismos de la sociedad capitalista, nos muestra cuál es el itinerario que convierte a un hombrecillo insignificante con una pequeña tienda de la periferia en el gran hombre hecho a sí mismo, un protagonista de su vida y un paradigma moral para muchos otros empresarios.
Ecce Amancio, dijo el Pilatos de la prensa nacional, y un montón de desagradecidos comenzaron a reprocharle todo tipo de cosas aviesas. Este hombre al que seguir, que os explica con su propia conducta y su éxito el camino que lleva de la pobreza a la riqueza, de pronto se convierte en diana de las pasiones tristes y oscuras, de la envidia que es tan proverbial en España como la admiración por el empresario exitoso. Este señor -dicen unos- no paga sus impuestos; este tirano -dicen otros- explota inmisericordemente a sus empleados en el norte de África y en Bangladesh. Las voces fieras vienen -como no podía ser de otro modo- del espectro de la izquierda, de esas almas resentidas que incuban el odio al éxito y que quieren propagar la pobreza generalizada.
Mas el buen español -el español de cepa- es, como el jamón bueno, agradecido y generoso. Comprende que el Espíritu se hizo Carne para redimirnos y, dándonos su ejemplo, su valor heroico y moral y sus reglas para alcanzar la santidad económica, pasó por el tormento de ser un hombre trabajador y esforzado, que no pegaba ojo como Stalin o Napoleón en la protección de su pueblo, e hizo toda clase de sacrificios con el objeto doble de sentar una religión del esfuerzo y crear empleo por doquier.
Por sus obras los conoceréis
Gracias a Amancio, miles de niños pueden hoy aportar a la causa económica de su propia familia, convirtiéndose a la vez en hombres de provecho. Las máquinas de coser traquetean en África y el Sudeste Asiático silenciando la amargura de la nueva contrarreligión de moda, que quiere hacernos creer en las virtudes del ocio y del decrecimiento. Amancio es el portador del genuino espíritu de la Revolución Industrial, que sentó la base de nuestra civilización moderna. Y sin embargo sus hermanos fracasados, aquí en España, abjuran de él y cuentan toda clase de tropelías e infamias.
Amancio lo comprende, comprende como el buen pastor la obstinada pasión de sus discípulos y las amenazas de un pueblo envidioso que vota por salvar a Barrabás. Pero este Mesías gallego, que es igualmente compasivo y bueno, contraataca como Cristo poniendo la otra mejilla. Y por eso dona millones a causas solidarias, ayuda a organismos sociales o pone a su disposición los medios para que el país -ese país donde también vive esa vieja izquierda rencorosa y refunfuñante- tenga oportunidades para mejorar su nivel de existencia. Amancio es el nuevo Mesías del Capital. Con él, aprendemos que también los pobres pueden hacerse ricos, que, con el Evangelio, «los últimos serán los primeros». Usted puede llegar a ser un rico multimillonario y hacer prosperar a los países más atrasados.
Usted puede ser un ejemplo moral para su nación, una muestra viva de que cuando el amor por la Patria y la solidaridad se unen, muchos millones pueden acabar en las arcas de la Beneficencia. Apoye a Amancio, hombre de la Meseta, y abandone sus pasiones tristes. Es lo que todo español de bien haría.
He aquí el gallego