Hace poco discutíamos si es cauto que el ultrarracionalista de bien vote a Podemos. La conclusión fue que sí. Sin embargo últimamente unas serias nubes arrecian sobre el futuro del partido. Veamos cuáles.
1. Podemos ya no está de moda
Podemos ya no está de moda. Lo que se lleva ahora es el “sí, pero…” Lo cual demuestra que el Pueblo no está pudiendo encajar la presión de las bestias fétidas que pueblan el periódico, cuya misión es guardar la apariencia de castidad de las grandes empresas y tratar a toda costa de dirigir el pensamiento del Homo velamine de vuelta al redil del bipartidismo. La repetitiva, constante y cansina asociación de ideas negativas (fundadas o no) con Podemos está haciendo sin duda mella en el imaginario colectivo. El desgaste personal de sus miembros, hasta hace pocos meses unos completos desconocidos, también es patente. Prueba de ello es la reciente dimisión de Monedero.
2. El andamiaje de Podemos es raquítico
El andamiaje de Podemos es raquítico. Su potencial viene de una cúspide de figuras fuertes no fácilmente replicables en la cantidad de candidatos necesarios en unas elecciones municipales. Y cualquier trapisondista con afán existencial puede sumarse al carro con un bagaje tanto o más nefasto que los de la «casta». Un escollo que puede sentenciar de muerte al partido de cara a las generales, donde se juega la vaca gorda.
3. Las exigencias descabelladas de sus propios electores
El mayor peligro de Podemos son sus propios electores electoras. El perfil del votante de Podemos ansía un cambio instantáneo, alza su voz rabiosamente y pide un tour por España en el que Rajoy y sus iguales de Iberdrola y Tele5 orinen públicamente en sus calzoncillos. Saliva como un perro rabioso que ya olisquea la sangre, y si Podemos llega al poder pedirá, por ejemplo, que quite los derechos de tal o cual sector, que incluya la obligatoriedad del uso del femenino en la Constitución, que restrinja las actividades bancarias, que abola la Iglesia, que prohíba el lucro, que dé todo al Pueblo sin pasar por la taquilla de la realidad, o incluso que instaure una guillotina por la que vayan desfilando los próceres del Antiguo Régimen. Lo que es lo mismo: le pedirá que fracase instantáneamente.
Nos habla Ortega y Gasset desde 1.922:
En vez de analizar previamente lo que es, las condiciones ineludibles de cada realidad, se procede desde luego a dictaminar sobre cómo deben ser las cosas. Este ha sido el vicio característico de los «progresistas», de los «radicales» y, más o menos, de todo el espíritu llamado «liberal» o «democrático». Se trata de una actitud mental sobremanera cómoda. Es muy fácil, en efecto, dibujar una organización social esquemática que presente una faz atractiva. Basta para ello que supongamos imaginariamente realizados nuestros deseos o que, abandonando el intelecto a su puro movimiento dialéctico, construyamos more geometrico un cuerpo social exento de cuanto nos parece vicio y dotado de perfecciones formales análogas a las que tienen un polígono o un dodecaedro. Pero esta suplantación de lo real por lo abstractamente deseable es un síntoma de puerilidad. No basta que algo sea deseable para que sea realizable, y, lo que es aún más importante, no basta que una cosa se nos antoje deseable para que lo sea en verdad.
La historia nos ha brindado múltiples descalabros similares. Nombraré los mismos casos que usó Iglesias en su discurso ante el Pueblo en la Puerta del Sol el pasado 31 de enero, quitándoles esa cegación romántica:
Caso 1: El Dos de Mayo
«Dos de mayo de 1808. No fueron los reyes ni los generales ni los brillantes regimientos del Palacio Real los que se opusieron a la invasión. Fue el pueblo de Madrid, ese que hoy está en la calle con nosotros, el que compró con sacrificio la dignidad frente a una invasión intolerable. Fueron los de siempre, los de abajo, los humildes, los que se enfrentaron a la vergüenza y la cobardía de unos gobernantes que sólo defendían sus privilegios sin importarles nada más. Esa gente valiente y humilde está en nuestro ADN y estamos orgullosos.»
Esos invasores eran los franceses, que llegaron a España con ansia de poder, pero también con espíritu ilustrador. La España que 40 años antes se había amotinado contra Esquilache no estaba preparada para cambio alguno y, arengada desde los púlpitos por curas nacionales y franceses huidos de la Revolución Francesa, prefirió sumirse en otros 30 años de ignominia borbónica.
Caso 2: La II República
«Más de 100 años después, mirando al balcón que está debajo de ese reloj, hubo gentes que soñaron una España moderna y democrática en la que no hubiera diferencias entre hombres y mujeres. En la que todos los niños tuvieran una escuela pública a la que ir. En la que la oscuridad y la ignorancia fueran sustituidas para siempre por la justicia social y el progreso. Esa gente valiente está en nuestro ADN y estamos orgullosos.»
Esa España moderna de la II República instauró de golpe y porrazo libertades y derechos hasta entonces desconocidos en nuestro país. El Pueblo, de nuevo, no supo entender los deberes que conllevan los derechos, y tomó manga por hombro. La carcundia montó en cólera y arremetió con todas sus armas, que son muchas y muy fuertes, y condenaron al país a la automutilación y la podredumbre.
Caso 3: El 15M
«Cuando no había libertades, esta Puerta del Sol vio a jóvenes estudiantes y trabajadores jugárselo todo por la dignidad de nuestro país. Estamos orgullosos de esa gente. Esta Puerta del Sol vio la recuperación de las libertades y aquel 15 de mayo vio a millares de jóvenes gritar ‘no nos representan’, ‘queremos democracia’. Esa gente valiente está aquí ahora. Vosotros sois la fuerza del cambio. Gracias por estar aquí.»

Aquellos jóvenes, entre los que se encuentran todos los redactores de esta insigne revista, sintieron el alborozo y la energía aquel mismo 15 de mayo. Pero dos semanas después las vieron ahogarse entre feminismos, derechos animales, grupos pro palestinos y saharauis, «transmaricabollos», excavadores del 11S, batukadas, ceremonias tibetanas, etcétera. Y especialmente en un movimiento asambleario caracoliano donde el pelafustán tiene la misma voz que el capaz. O donde a un paisano se le escapa el «todos nosotros» (¡la mente, qué rutinaria!) para enfrentarse inmediatamente a un coro de libertarias prestas a instaurar la dictadura de la «neolengua inclusiva«. Y así fue como las demandas originales, espontáneas, potentes, generales del 15M quedaron sepultadas bajo los mordiscos de los lobos de la izquierda rancia (ver Principio IV del Ultrarracionalismo).
Esos mismos lobos son a los que se enfrenta ahora Podemos. El partido de Pablo Iglesias debe acometer una serie de reformas para contentar a los perros rabiosos de su electorado, pero debe hacerlo de forma que no despierte a las bestias fétidas del periódico. Porque si a alguien el sistema no le da lo que necesita, luchará contra él, esté arriba o esté abajo. Ergo si Pablo Iglesias no sacia las ansias de poder, yates y otros lujos degradantes de la carcundia, España está acabada. Del mismo modo, si Pablo Iglesias no sacia las ansias de sangre de la izquierda rancia, España estará en llamas.
Difícil ecuación. Sólo el Principio VII del Ultrarracionalismo pueda arrojar algo de luz cuando proclama “radicalidad de pensamiento pero moderación en la acción”. Podemos debe tener bien claro su objetivo, pero debe implantarlo poco a poco para no despertar a la bestia. O al menos debe hacerlo muy suavemente para que ésta pueda ir asimilando los cambios (y, como siempre ocurre con la carcundia, asumirlos como suyos en una centuria para entonces usarlos de parapeto que frene los nuevos vientos de cambio que se habrán hecho necesarios).
En ese sentido, la marcha de Monedero puede ser un buen tanto. Se va el ideólogo duro; queda el estratega-técnico de márketing. Se va el radical de pensamiento, queda el moderado en la acción. Queda el acercarse a la “patria”, el abrirse al mayor número posible de gente, el acercarse a un mínimo común denominador para asegurar que al menos eso se cumple.
Eso es lo que hacemos nosotros también apoyando públicamente a Podemos. No podemos decir que sea la solución definitiva, porque sabemos que el ideal Ultrarracionalista está mucho más allá de un ideario político, pero es la solución suficiente para sacar a España del aturdimiento en el que se encuentra.
Por ello, yo os digo: demos ahora este paso, y luego ya veremos.
2 ideas sobre “La amenaza de Podemos no es Eduardo Inda, son sus electores”