España es un estado aconfesional según la Constitución del 78. Lo cual está muy bien, pero esa laicidad ha de ser en serio y de acuerdo con una comprensión sólida de lo que hoy es la religión.
Hoy, en España y Europa, hay varias putas de Babilonia. Dos de las más notables son el aparato mediático y político del Madrid y el Barcelona, que además se amparan bajo la Marca España y son unas fábricas de ideología y retórica criptonacionalista y al mismo tiempo criptoneoliberal y criptoglobalista. Dos instituciones amparadas y protegidas por un organismo corrupto y tenebroso como la UEFA, que es el brazo espectacular de unas instituciones europeas igualmente corruptas.

Lo molesto de ambos clubes no son ya los constantes y sistemáticos favores arbitrales, sino el comportamiento del aparato mediático afín y rival en cada caso, un comportamiento que perpetúa en sus fieles la actitud religiosa, idólatra y seguidista y que tolera e incentiva la post-verdad hasta límites sangrantes.
Hay que tratar a Madrid y Barcelona como lo que son, híbridos entre macrocorporaciones transnacionales e instituciones religiosas, nada distintas de la Iglesia Católica, pero protegidas además por los políticos locales y, no olvidemos, por petrodólares de dictaduras «aliadas» de Oriente Medio, o por el dinero ingente de casas de apuestas alojadas en paraísos fiscales.
Si yo fuese presidente de España o tuviese poder de decisión, lo emplearía antes que nada en cerrar los dos clubes y prohibir la venta de sus baratijas y la celebración de actos en su honor.
La iglesia Católica me preocupa mucho menos, ya está arrojada al vertedero de la historia y apenas sobrevive como portavoz de un Sufrir y Rezar que ya ha perdido toda credibilidad y potencial de aglutinamiento social. Empleo y Gol, en cambio, sí es una religión decisiva, la que nos otorga una posibilidad de Ganar o de formar parte de Lo Que Gana, y ello sin renunciar a hacerlo en nombre de una supuesta identidad, ya sea el socialdarwinismo-cristianoviejo del Florentinato, o el progre-pornodernismo culé de Pep-Trudeau.
