Me gustan muchos aspectos ideológicos de casi todas las doctrinas políticas racionales: liberalismo, anarquismo, comunismo, ecologismo. Y todas estas doctrinas demandan la eugenesia global de la humanidad, y además la demandan urgentemente.
La doctrina «monárquica» prescribe el poder absoluto de un monarca, legítimo por herencia biológica. Presuntamente, el ser heredero confiere una cualidad distintiva a los monarcas, tal como la «sangre azul». Y esto no es racional, hermano. El capitalismo gustó siempre vestirse de liberalismo ideológico, pero nunca lo cumplió: sólo amplió la doctrina monárquica para repartir el poder absoluto del monarca entre otros muchos herederos, los herederos de propiedad. Al contrario que en el monarquismo, esta herencia no confería, imaginariamente, ninguna cualidad especial a los herederos; al contrario, proclamaba la inexistencia de tales cualidades. Sin embargo, el capitalismo naturaliza las desigualdades a través de las instituciones y, sobre todo, a través de la herencia. Por eso degenera necesariamente en un rentismo cuya base doctrinaria es irreal o irracional.
Este es un sistema que además lleva a la acumulación incondicionada y sin límite de capital via destrucción de los recursos naturales. Ello nos lleva derechitos a un colapso ecológico, que dará lugar al imperio de regímenes militares y totalitarios, pues la tarta a repartir no hará sino menguar y con ella habrán de multiplicarse los conflictos internacionales y regionales por recursos cada vez más escasos. La irracionalidad de estos regímenes será patente en su constante y desproporcionada violencia, en su incapacidad para satisfacer las necesidades básicas de una parte creciente de la población, su incapacidad, en suma, de proporcionar paz y orden, no digamos perspectivas de un orden mejor.

Las otras doctrinas que mencioné antes, en cambio, tienen ideas liberadoras y a menudo mutuamente complementarias. Sin embargo, dependen del fin de la servidumbre voluntaria de las masas. Y a tenor de lo que estamos viviendo hoy día en España -tómese esto como un ejemplo de millones posibles- me temo que tenemos razones sobradas para afirmar que la inmensa mayoría de las masas aman la servidumbre, se entregan a ella con deleite, la necesitan. Esta ha sido la condición triste y tenebrosa en que las mayorías humanas han vivido larga parte de su historia, si no toda.
Y es obvio, o cuanto menos es muy probable, que existen determinantes biológicos de esa servidumbre voluntaria. De modo que, si se quieren ofrecer perspectivas de futuro en este siglo oscuro, es preciso eliminar o al menos minimizar el efecto de esos determinantes, sean cuales sean, y minimizar el sufrimiento de aquellos que sufren o padecen sus consecuencias, incluidos la enorme masa de grandes mamíferos que se está extinguiendo as we speak.
Y para hacer eso, necesitamos la eugenesia.
Esto se puede ver de otra forma con un experimento imaginario. Si queremos evitar un colapso ecológico sin precedentes, dos de las cosas que tenemos que hacer desesperadamente, a escala colectiva y global, es reducir muchísimo el consumo de carne y dejar de usar electricidad con desmesura. Pero, si súbitamente todos dejásemos de comer carne o consumir electricidad con desmesura, estaríamos actuando contra el sistema, e inmediatamente contra la ley y la autoridad (ya se encargarían la ley y la autoridad de formalizar tal cosa). La policía nos acabaría teniendo que correr a porrazos a todos, al menos durante una temporada.

Pero nada de esto sucede. ¿Por qué? Si no hay leyes y policía que te obliguen a comer carne o a celebrar cumpleaños y día del padre y… y…en suma, a consumir como locos, es porque el sistema a menudo confía, por necesidad como por conveniencia, en la dictadura inexpresa de la biología y no tan inexpresa de la cultura y la propaganda. La dictadura cultural es en principio modificable mediante educación, actividad social y leyes: éste es el programa de la Ilustración, que a estas alturas tiene más mala pinta que los pollos del Simago. Sin embargo, existe también una dictadura biológica contra la que nada puede un programa ilustrado. Para prevenir las posibles consecuencias catastróficas de la dictadura biológica en algunos individuos y sobre todo en masas de ellos, necesitamos otra cosa.
Necesitamos eugenesia.

Una idea sobre “Eugenesia contra el colapso”
Lo que hace falta es
1) un programa para bloquear el instinto maternal. Sobran humanos, y hoy no tener hijos es un acto de verdadero amor, en lugar de caer en la trampa del ego-trip disfrazado de discurso con aire trascendente, que es lo que significa el deseo de tener hijos
2) Castrar a todos los miembros del Opus Dei.