El fútbol no es simplemente un heredero de la religión, es más bien su negativo; no el lugar de elevación de lo humano a lo divino, sino el culto absolutamente impío a lo más bajo posible dentro del reino natural. En su Jardín de las Delicias, el Bosco olvidó representar a un grupo de hooligans chorreando algas y paramecios, el proceso vivo de deconstrucción de la cultura. No podemos perdonarle que no advirtiera esto: que el infierno es la cultura misma cuando la vemos descomponerse.
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