Entender España como un territorio habitable, significa en primer lugar entenderla como un instrumento útil. Ahora bien:
1. Si España no satisface las necesidades ciudadanas, entonces España es un instrumento inútil y no tiene razón de ser. El alimento que me sobra lo cago en el retrete. El retrete que no se come mis excrementos es absolutamente despreciable. En general, todo instrumento que no funciona se tira a la basura, y se reemplaza por otro u otros.
2. Si, en cambio, un análisis -perverso e infantiloide, sin duda- arrojara como resultado que España ES DE HECHO un instrumento útil; aún entonces, lo que seguiría, de todas formas, careciendo de sentido alguno es la conservación de las ideas religiosas sobre España. Toda esta jerga de “la patria”, “mi bandera” y “el espíritu español”. Todos estos rasgos heredados de la época en que España no podía ser concebida como instrumento excepto al servicio de un rey o unos aristócratas. Toda esa baratería sentimental que pervierte el carácter de instrumento que España debería tener.
¿Le pongo yo banderas a mi retrete? ¿Suena una marcha militar cuando me limpio el culo? ¿Hacen los tenistas y los parlamentarios misas en honor de mi cepillo de dientes, acaso? Total, que para hacer de España un buen país, no hace falta ser un patriota. Ser un buen español significa nada más que saber manejar instrumentos políticos, y saber para qué sirven éstos. Desde luego, para lo que no sirve España es para colgar banderitas de tu ventana.
Y si lo que te sobra no quiere salir, te metes los dedos y lo sacas por la fuerza.