Pornografía: la cuarta pata de la democracia. Cada cámara en esta foto es un impedimento para cualquier cosa buena que pudiese ocurrir en España. Todas juntas constituyen el mayor de los obstáculos. Tal es el proceder de la prensa vulgar: reforzar narrativas personalistas creando héroes y villanos para la admiración o el odio de todos, consumar la bestialidad idólatra via libertad de expresión a golpe de reproducción de itinerarios hormonales. Tal es su poder.
No es de extrañar que muchos se acerquen a las cámaras no ya a buscar su minuto de gloria -que diría Andy Warhol-, sino también a capturar los afectos del público, con uno u otro interés, pero siempre bajo el mismo medio, con cuyos relatos y formatos han de mimetizarse para «prosperar» ante el gran ojo. Y estos formatos condicionan, disponen, preparan una historia en la que unos pocos compiten por el afecto del público, y el público no hace otra cosa que adular, atemorizarse o concebir esperanzas: es decir, someterse pasivamente al papel de un juez-consumidor que elige sus afectos desde su sofá, sin que por lo demás nos importe ninguna otra cosa. Paradójicamente, para entender los fenómenos de la comunicación de masas es preciso ver la elección como un acto enteramente pasivo, incluso un acto masoquista propio de los seres más viciosos..
Ningún partido -y hasta diría, ninguna persona- que no luche contra esto merece la pena; mas todo partido que luche contra esto será declarado totalitario. Es que sólo los medios de comunicación y sus propietarios deben tener el poder total y último sobre los afectos de la audiencia-público-ciudadanía. De manera que incluso criticar el poder de los medios de comunicación y su manera de crear la opinión pública se considera ya una especie de atentado contra la «democracia», en todo caso algo sospechoso.