‘Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc.
Últimamente todo parece estar en contra del equipo de mejora urbanística ultrarracional. Como habrán notado nuestras lectoras habituales, nuestros últimos garbeos se han espaciado bastante, y para más inri nos enteramos el otro día de que Metro pretende cerrar próximamente toda la línea 4 durante al menos dos meses, por lo que vemos peligrar el futuro inmediato de los garbeos. Pero a pesar de la adversidad, nos mantenemos fieles a nuestro compromiso para con la periferia de Madrid y continuamos con nuestra labor.
De hecho, la semana pasada casi no podemos siquiera hacer el garbeo por Hortaleza, ya que cuando nos bajamos del metro descubrimos que el barrio estaba en llamas.

Afortunadamente, los bomberos lograron controlar el incendio con éxito unos minutos después. Superado el susto, comenzamos nuestro paseo por el barrio.
Nuestra primera apreciación es que Hortaleza parece estar poblada exclusivamente por jubilados.






Asimismo, gran parte del comercio local también parece ser old school.



Lo mismo se puede decir de gran parte del mobiliario urbano.


Como ya hemos apreciado anteriormente en otros barrios, en Hortaleza también se cuida mucho la armonía cromática de los elementos urbanos.

Eso sí, lo estético debe siempre servir un propósito, o no tiene cabida en este barrio.


Según avanza nuestro paseo, comprobamos que Hortaleza es muy similar a Manoteras, lo que tampoco es de extrañar, por otra parte. Como en nuestro último garbeo, apreciamos una rica flora endémica.

De hecho, Hortaleza parece sospechosamente similar a Manoteras.


Unas calles más adelante constatamos que, efectivamente, estamos repitiendo la misma ruta que en nuestro último garbeo. No vemos más opción que dar el paseo por concluido y tomarnos algo.
Rechazamos sentarnos en una gastrotaberna y nos decantamos por el bar de al lado, que, a pesar de su estética tradicional, resulta no tener vermut de grifo.
Una vez acomodadas, nos disponemos a hacer la lista de propuestas de mejora del barrio, pero la conversación se desvía y terminamos debatiendo sobre feminismo a raíz de un artículo de controvertido titular publicado unos días antes.

Los parroquianos del bar se muestran alarmados según sube el tono de la discusión: invocamos el nombre de Virginie Despentes en vano varias veces, nos acusamos unas a otras de incurrir en cuñadismos, y finalmente no llegamos a ninguna conclusión relevante.
Empieza a refrescar y hace rato que nos hemos acabado todas las aceitunas que nos han puesto cuando decidimos levantar el campamento. No hemos hecho ninguna propuesta para la mejora ultrarracional del barrio de Hortaleza, pero esperamos que nuestras lectoras comprendan que a veces hay cosas más importantes de las que hablar. Además, qué más se le puede pedir a un espacio urbano que ya estimula de tal forma el diálogo entre la ciudadanía.
