Propuestas para una mejora ultrarracional de Hospital 12 de Octubre

Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc.

Un martes más, la comisión de mejora urbanística ultrarracional se ha reunido para explorar las inmediaciones de una estación de metro de la ciudad de Madrid. Esta vez le tocaba el turno a Hospital 12 de Octubre.

En principio no nos resultaba un destino muy prometedor, hasta el punto de que se llegó a sugerir que nos lo saltásemos. Menos mal que finalmente no lo hicimos: las aventuras que hemos vivido han hecho que algunas se hayan atrevido a calificar a este como el mejor garbeo ultrarracional hasta la fecha. Así, sin exagerar.

El monumento más icónico de Hospital 12 de Octubre es, cómo no, el hospital. Al igual que nos pasó en La Elipa, donde nos moríamos de ganas de encontrar el dragón pero no queríamos llegar hasta él a propósito, esta semana intentamos acabar en el Hospital 12 de Octubre pero sin dirigirnos hacia él deliberadamente. Nos entregamos pues a una serie de actividades de riesgo que pudieran justificar que una ambulancia viniese a recogernos.

Algunas compañeras intentan infructuosamente lesionarse en un parque infantil.
Nuestras madres siempre nos dicen que sentarnos en mala postura nos dará problemas de espalda. Tampoco funciona.
Consideramos la posibilidad de dejarnos caer ladera abajo haciendo la croqueta para fracturarnos algún hueso.
Finalmente nos conformamos con contemplar las hermosas vistas de la ciudad <3

Continuamos nuestro paseo en dirección a una carretera, con la esperanza de encontrar una forma de cruzarla.

Algunas no vemos claro lo de seguir por aquí. Mientras tanto, Mr Satan nos instruye sobre Jenofonte.

Caminamos por el borde de la autopista durante un rato, disfrutando del aire puro y de la observación de variadas especies botánicas. En tan encantador paraje, no podemos evitar hacernos fotos, como las turistas que en el fondo nunca dejaremos de ser.

Dos fotos.

Finalmente encontramos un puente por debajo del que se puede cruzar al otro lado. Apreciamos que este acogedor y vasto espacio se encuentra desaprovechado. Tomamos nota para proponer alguna mejora al respecto más tarde.

Evaluando el potencial del terreno para el cultivo.

Aunque después de tanta vuelta ya no sabemos muy bien dónde estamos, estos restos farmacéuticos prueban que todavía no nos hemos alejado mucho del hospital.
Encendemos una vela por la víctima de la sobredosis de Dalsy que probablemente encontró aquí su triste final.
Gentrificar: no podemos evitarlo.

Una vez cruzada la carretera, nos damos de bruces con un aburridísimo muro de hormigón. Hospital 12 de Octubre no hace más que ponernos obstáculos para proseguir nuestro garbeo, pero nosotras no nos pensamos achantar.

Proseguimos ruta y el hasta entonces infranqueable muro empieza a ser cada vez más bajo, hasta que finalmente desaparece, y llegamos a una verja de alambre que nos corta el paso a un túnel. Túnel que a su vez parece conducir al otro lado de un puente ferroviario. En la verja hay un agujero del tamaño de un niño gordo o de un adulto agachado… ¿Qué otra cosa podíamos hacer?

Cruzando al otro lado.
Oh, un túnel oscuro, ¡adentrémonos en él!
¿Qué podría salir mal?
La Demo hace como que no le mola nada meterse por el túnel, pero en realidad viene aquí a menudo a grafitear.
Saliendo a una nueva dimensión.

Cuando llegamos al otro lado, es evidente que nos hemos colado en un sitio donde no deberíamos estar, pero al parecer no nos importa demasiado.

Seguimos caminando siguiendo las vías del tren hasta que encontramos una locomotora, que creemos abandonada. Al acercarnos alborozadas, un señor al que no habíamos visto se materializa de pronto junto a nosotras.

“¿Qué venís, a pintar?”, nos pregunta con naturalidad. Tanta que al principio pensamos que quien viene a pintar la locomotora es él.

Pero no. El amable señor en realidad no es un grafitero, es el maquinista, que nos cuenta que se dispone a preparar la locomotora para emprender viaje hacia Zaragoza, e inmediatamente después se ofrece a enseñárnosla por dentro. Una oferta que no podemos rechazar.

Una vez concluida la visita, el maquinista nos aconseja volver a salir por donde hemos entrado si no queremos que nos echen la bronca. Tras una breve deliberación en grupo que un observador externo tal vez hubiera tachado de poco democrática, decidimos que nos da igual que nos regañen, y continuamos adentrándonos en terreno vedado.

Y efectivamente, poco después nos avista el personal de seguridad que, confuso y alarmado, viene a interrogarnos. Le explicamos a otro amable señor que nos hemos perdido, y él nos reprende suavemente por ser tan despistadas:

“En cualquier otro caso hubiera llamado inmediatamente a la Guardia Civil, porque aquí se cuelan muchos grafiteros. No lo he hecho únicamente porque parecíais personas normales”.

Intentamos que no se nos note mucho lo ofendidas que estamos porque alguien pueda pensar, aunque sea de noche y de lejos, que somos personas normales. Seguimos las indicaciones que nos da el señor para salir, por fin, del recinto.

Como llevamos toda la tarde siendo muy malas, el resto del camino lo hacemos sin salirnos del carril persona.

Caminamos durante lo que nos parecen horas entre maquinaria pesada y enormes contenedores de mercancías, en un escenario que haría las delicias de cualquier realizador de videoclips de indie-rock.

Y por fin, después de interactuar con otros dos confusos pero atentísimos señores de seguridad, salimos al mundo exterior, preparadas para elaborar nuestra lista de propuestas:

Al parecer, este ha sido nuestro recorrido.
  • Nuestra primera propuesta para la mejora ultrarracional de Hospital 12 de Octubre es que se aumente la peligrosidad de sus parques infantiles. Les faltan astillas, esquinas puntiagudas, clavos sueltos.
  • También proponemos bautizar el puente sobre la autopista Puente Jon Zúñiga, en homenaje al gran pensador y activista aceleracionista.
¡SÍ A LOS CAMIONES!
  • Respecto al espacio desaprovechado bajo este mismo puente, proponemos que se utilice para realojar a la población sin techo de los barrios del centro.
Así los turistas no tendrán que verlos a la puerta de sus airbnb, y estas buenas gentes vivirán en un agradable entorno donde cultivar sus propios huertos urbanos. Todes ganan.
  • Proponemos instalar un jardín vertical en el muro de hormigón junto a la autopista, que así como está es un horror.
La vegetación haría esperar aquí el autobús algo mucho más ameno.
  • Poco podemos proponer para mejorar el centro logístico ferroviario, nuestro nuevo lugar favorito sobre la tierra. Salvo que sea más conocido: proponemos que se organicen visitas guiadas, siguiendo el mismo itinerario que hemos seguido nosotras, pero con un maquinista-guía que acompañe a los visitantes durante todo el recorrido. Y que se sirvan gintonics.
El primer copazo se podría ofrecer en el túnel, espacio que también sirve de photocall.
  • Proponemos también que se construya un refugio alpino para dar cobijo a tantos otros que, como nosotras, se pierden en las instalaciones y no son capaces de encontrar la salida.
Este sería un buen lugar.
  • Por último, proponemos rediseñar los uniformes de los grafiteros. Como hemos comprobado, si se vistieran como personas normales se ahorrarían muchos problemas con la Guardia Civil.
Terminamos la noche leyendo a voz en grito el mural que da la bienvenida a Madrid a los viajeros que llegan a Méndez Álvaro en autobús. Sinceramente, no sabemos cómo vamos a poder superar el garbeo de hoy, pero nos queda el resto de la red de metro para intentarlo.

 

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