La imaginación produce libertad. La libertad implica soledad. La soledad es dura.
Por ello:
Aceptamos cierta gregariedad. Aceptamos la pertenencia al grupo como una necesidad básica. Aceptamos la dependencia del prójimo y la existencia de unas reglas que hagan posible esa relación Aceptamos la ocasional lamida anal. Y, por supuesto, exaltamos el trabajo conjunto.
Pero:
No entendemos la subordinación al grupo, la homogeneización y la normalización. No toleramos la fusión obscena de todos los Homo velamine en un solo cuerpo demente, abigarrado, grotesco e inercial, donde Conchi es Chelo, Chelo es Asun, Asun es Ascen y Ascen es Conchi, y todas son María Teresa Campos. ¡Ortodoxia, normalidad, Meme People, alejaos de mí! Porque lo raro es bueno, lo común es malo. Y cuando lo raro se convierte en común por imitación, como naturalmente acontece, hemos de alejarnos de esa fórmula de rareza.
Entonces:
Aquél que se describa a sí mismo en su perfil de Badoo como “normal” no puede tener cabida en un mundo en el que sobran seres humanos. Su mendicidad ante la vida y el potencial de su mente ha de ser tratada en consecuencia y, si no responde al aliento de mejora del Ultrarracionalismo, ha de ser convertido en compost o en soylent verde, y la humanidad y el planeta respirarían un poco más aliviados.