Mientras España veía ayer el programa de la Rociito en Tele5 yo me puse una peli de John Carpenter al azar. Era In the mouth of madness (1995), en la que un escritor de novelas de terror ha vendido tantos millones de copias de sus libros que sus historias se van convirtiendo colectivamente en la realidad.
Es famosa la alegoría del director en They live (1988), donde el protagonista se pone unas gafas que le permiten ver los verdaderos mensajes de la publicidad, las revistas y la televisión: “Obedece”, “Compra”, “Sométete”, etc. No sé si su pretensión en In the mouth of madness era similar, en cualquier caso, y a falta de leer las críticas de Filmaffinity, yo la he interpretado como una alegoría de los medios de comunicación.
Mientras el mundo en la película se iba sumiendo en la locura colectiva y yo meditaba esta supuesta alegoría, casi tres millones de españoles alteraban su percepción de la realidad sobre un abanico de temas alrededor de la relación entre Rocío Carrasco y Antonio David. No me interesa en absoluto su relación personal, sino el hecho televisivo. Nos encontramos ante una historia de buenos contra malos, sin grises (el quinto filtro del modelo de propaganda de Herman y Chomsky), con un equipo de tertulianas de diferentes ámbitos como derecho, feminismo, periodismo o la psicología (tercer filtro) que comparten la misma opinión maniquea, y han sentido una especie de “revelación” al ver el docureality.
Criticaban varios aspectos de la narración mediática, especialmente el lucro, al tiempo que se lucraban emitiéndolo. “Vemos cómo empieza Antonio David a utilizar los medios”, dice una tertuliana, “porque está claro que los medios de comunicación generan opinión pública”. Haciendo de forma sublime un metaespectáculo en el que se critica el espectáculo con más espectáculo, poco tenemos que hacer los activistas sobre los medios de comunicación, porque nuestras armas jamás van a ser más poderosas que la maquinaria millonaria de Tele5. Como escribió Neil Postman en Amusing ourselves to death:
«Para conseguir conciencia sobre el control de los medios sobre la opinión pública, podemos hacer una parodia. Pero para llegar a una audiencia lo suficientemente grande, esta tenía que ser muy entretenida. El acto de crítica sería, al final, apropiado por la televisión. Los cómicos se convertirían en celebrities, y acabarían haciendo anuncios de televisión».
Siempre he defendido que el trabajo con los medios de comunicación por parte del activismo es muy importante. A la vez, el peligro es ser engullido por ellos y convertirse en otro item más con el que el poder se legitima. El programa ha asumido plenamente el discurso feminista post-15M, hablando de justicia machista o misoginia. Y aun cuando esto tiene una parte positiva en visibilizar cierto maltrato, las narrativas de los medios de comunicación, en las que ficción y realidad se confunden, puede desatar una locura colectiva. No una locura maniática como la de Carpenter, pero si creer importantes cosas que no lo son tanto, dar por generales las excepciones y alimentar las pasiones de venganza ciega, alterando la misma realidad. El despido de Antonio David de la cadena es una prueba de ello. Una tertuliana apela a la Fiscalía a que reabra el caso. La ministra elige creer a Rocío por motivaciones feministas. Una nueva realidad se impone, como en la película de Carpenter.
Es interesante recordar el caso de Rocío Wanninkhof, conocido por su pena de telediario. Tras el asesinato de esta joven, la invetigación policial se centró en la expareja de su madre. Los telediarios lo narraron, dándola por culpable. Los tribunales la condenaron aun sin pruebas definitivas en su contra. Tras 17 meses en prisión ocurrió un nuevo asesinato, cotejando ambos se descubrió por el ADN que ella no había sido la asesina.
Homo Velamine conoce la pena de telediario de cerca. Hemos sido condenadas recientemente a 18 meses de cárcel y 15.000 euros por una crítica a los medios de comunicación. Aun siendo un hecho que permite unos análisis muy interesantes, no es conocido porque precisamente los medios de comunicación han alterado la realidad sobre ella, bloqueando el acceso al gran público. El punto fuerte del caso es que todo está documentado, y quien quiera invertir un poco tiempo puede ir viendo cada pequeña desviación de la realidad auspiciada por abogadas, medios y jueces. Incrédulas ante la desproporcionada sentencia, le preguntamos a un famoso abogado su opinión. Le dijimos que entendíamos que la gente, influenciada por el ultrarrelato de Antena3, pida grandes castigos, pero no un juez que puede ver todas las pruebas. “Habéis pecado de ingenuos”, nos dijo. “Los jueces también ven Antena 3”.
En el desmentido de nuestro caso escribimos que todo es verdad si hay una masa suficiente de personas dispuestas a creerlo. Creo que el programa de Rociito tiene un enorme valor simbólico en este aspecto, y es el maridaje definitivo entre feminismo y medios de comunicación, donde el primero queda absolutamente corrupto en favor de un victimismo que aliente historias de buenos y malos que necesitan los medios. Es la representación de que el estado de derecho quedó atrás; nos adentramos ahora en el estado de parrilla televisiva. El cuarto poder asume cada vez más funciones de los otros tres. Y si crees, como la ministra, que tiene alguna intención benevolente hacia el feminismo o los derechos de las mujeres, piensa otra vez.





