
La historia de Catalunya es una historia de pugna por la libertad. El Procés es la última batalla: nos jugamos aparecer en la liga de los Pueblos que hicieron historia o pasar para siempre desapercibidos. Es la oportunidad para expulsar al tirano que ha usurpado nuestras instituciones e instaurar una República que satisfaga todas las necesidades del Pueblo.
No es necesario nombrar las numerosas afrentas que ha sufrido nuestro Pueblo. Miremos, en cambio, a la época de esplendor: la Edad Media. Cuando Almanzor, caudillo de Al-Andalus, tenía asediados los territorios catalanes que virilmente se habían conquistado tiempo atrás, Borrell II tuvo que solicitar ayuda a los francos, quienes, atareados con sus propios conflictos internos, no quisieron ofrecerle ninguna. Luego los francos exigieron retomar las relaciones pero Borrell no dio un paso atrás: ante las exigencias y amenazas tanto del invasor español como del europeo, declaró la independencia de Catalunya.
Con ella, en pleno siglo X, dio comienzo el verdadero periodo de prosperidad de nuestra nación. En 1162 el Condado de Catalunya se unió a Aragón, y juntos expandieron sus fronteras más allá del mar. El esplendor fue también científico: el alquimista catalán Ramon Llull demostró que el cristianismo es superior al islam y al judaísmo, por lo que Catalunya se convirtió en el principal bastión de defensa de la religión verdadera.
Es natural que los catalanes y las catalanas de hoy miremos a ese periodo como un paraíso perdido. El Procés es el momento de recuperarlo. Para ello, debemos posicionarnos como Borrel II, mirando hacia un futuro próspero, aunque como él, no lo lleguemos a ver. Volvamos la vista atrás, pues, y construyamos la Catalunya que queremos a partir del ejemplo de nuestros antepasados.

Cinco puntos para construir la Catalunya que queremos
1. Rescatemos la cultura de la virilidad que caracterizó a Wilfredo el Belloso o Borrel II y que ya ha exhibido Puigdemont. Su primer reflejo ha de ser aumentar nuestra potencia bélica para protegernos de injerencias externas.
2. Volvamos a un poder autocrático, centrado en la figura del Président, y sustentado en la Teología. Este linaje estará encabezado por Carles I.
3. Reestablezcamos un derecho feudal basado en el vasallaje. De esta manera, cada microterritorio catalán será independiente entre sí pero a la vez estará supeditado de forma natural y fluida al dominio del Président. Esta organización del estado se complementará con las formas más avanzadas de organización asamblearia del 15M, para mantener contento al Pueblo más alborotador.
4. Renovemos los ajusticiamientos públicos en las plazas de los pueblos y ciudades para enseñanza y deleite del Pueblo. Los juicios serán directos y rápidos, uniendo los usos de esta etapa con las últimas formas de justicia online. Las primeras personas ajusticiadas deberán ser Soraya Sáez y su cohorte de invasores.
“No tienes de qué tener miedo, porque estos pies y piernas que tientas y no vees, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta; por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona.”
5. Retomemos una economía medieval, basada en el sector primario, lo que nos permitirá volver a una agricultura de cercanía y ecológica. Se tributará no en Barcelona, hecho que los catalanes y catalanas de bien podrían llegar a considerar centralismo, sino al señor de cada feudo.
Con estas medidas nuestra nación estará preparada a comenzar una nueva era de prosperidad y a rechazar a invasores que, como el ISIS o las voces que reivindican la vuelta del Imperio Romano, quieran devolver Catalunya a un tiempo anterior.