– ¿Y qué has hecho con tu vida?
– Pues primero intenté alimentarla a base de sexo en la primera cita, rayas de cocaína en cajeros automáticos y noches acabadas en casas extrañas escuchando a Joe Cocker y desencajando nuestras mandíbulas inconscientemente. Lo que pasó es que un día mi vida se quejó porque echaba de menos el afán por la cultura de nuestra adolescencia y no me dejaba en paz con sus silogismos y sus prosopopeyas. Así que, en vez de hacer lo normal y dejar que Jack Daniel’s la llevara a un centro de educación especial y la adormeciera, nos fuimos de aventuras por una espiral de baja autoestima y autodestrucción que nos vio en una situación aún peor que la de la etapa anterior ya que ni siquiera nos divertíamos. Como a mi vida se le estaba empezando a poner cara de nutria, decidí dejarla descansar durante un tiempo y fue entonces, cuando la metí en la caseta, cuando me dí cuenta de que mi vida no era realmente mía, que unos señores muy extraños habían estado cortándole jirones, inyectándole morfina y violándola cuando yo estaba distraído. Así que hice algo tremendamente duro: la sacrifiqué. Un disparo justo entre sus ojillos de reptil. Ni siquiera suplicó por sí misma. Ahora tengo una nueva, recién sacada de concesionario, y aún no sé exactamente qué hacer con ella. ¿Y tú, qué has hecho con la tuya?
– Yo estudié Derecho.