Tengo que defender la libertad de expresión, tanto la de Agamenón como la de su porquero. Incluso cuando se expresen los neonazis o los estalinistas o gente con mal gusto, la defenderé .
Para empezar porque el carácter performativo de la palabra tiene un límite, el límite lo pone la inteligencia del receptor. No conviene subestimar al personal. Muchos más peligros entraña la manipulación de los medios de comunicación, a todos los niveles, tanto de los massmierdas y su desinformación como de la publicidad convencional y no digamos ya de la publicidad dirigida al inconsciente. Si le damos una vuelta más encontramos más perversos aún aquellos males estructurales que se vierten, revierten y pervierten desde la escuela reforzando ideas de competitividad, sumisión y apoyo nulo entre seres humanos dando lugar a estilos de vida absolutamente nocivos a la larga para nuestra especie (cada familia apechuga como puede ).
Pero en principio la palabra perro no muerde y la palabra mierda no huele. Nos toca a todos defender la libertad de expresión de los demás, aunque sólo sea por el egoísmo y el pragmatismo de poder tener la propia, sea cual sea. Creo que se defiende la libertad de expresión de cualquiera cuando uno tiene confianza en su propio espíritu crítico y cuando rige la convicción de que el resto de los seres humanos poseen su propio espíritu crítico.
A mí incluso me parece bien que se deje que la gente se signifique con sus bufandas del fútbol, o esvásticas, camisetas con lemas de cultura de la violación, o de avecillas y florecillas o con lo que les dé la reverendísima gana. Encuentro particularmente atinado que el atuendo de los individuos me relate sus cositas, me viene estupendo porque ayuda mucho a transitar los laberintos urbanos y a protegerse.
Yo no voy a decir nada ni del rapero, ni de su familia, ni de su pasado, ni de su futuro. Defiendo libertad de expresión por puro egoísmo. Y porque no es él el asunto central, sino el acto en sí, la coyuntura concreta y los problemas estructurales que deja ver, pues evidencia una violencia estructural enorme contra el pueblo de España que somos un pueblo agotado de cleptocracia, de kakistocracia de modo que, extenuada, España se convierte sobre todo en un país muy muy muy cansino. Yo ahora mismo me siento cansina escribiendo sobre esto.
De alguna manera me siento toreada, pareciera que me ponen la cápita roja y allá voy porque todo el mundo está opinando y hay que mojarse.
Pero, repito, defiendo la libertad de expresión por puro egoísmo. Aunque lo relevante es la libertad de pensamiento, ¿y de esa no decimos nada? Lo que deberíamos exigir es medios de comunicación públicos que den información buena sobre ciencia, sobre historia, sobre crianza, sobre la situación actual, acerca de por qué hay pandemias, por qué habrá crisis energética y por qué hay crisis medioambiental.
Eso es lo que deberíamos exigir para poder tomar decisiones de verdad, con libertad de verdad y la libertad de verdad se tiene cuando se poseen conocimientos de verdad y eso es lo que tenemos que reivindicar, creo yo. Ser un pueblo cultivado…y no agotado.
Pero de momento yo, agotada, exijo libertad expresión para Agamenón y para su porquero.
¿Sabías que nos han condenado a 18 meses de cárcel y 15.000 euros por una sátira hacia los medios de comunicación? ¡No lo verás en las noticias!
La condena menoscaba derechos como el de la libertad de expresión o la tutela judicial efectiva, precisamente los que permiten ejercer control sobre el poder, y abre la puerta a denunciar productos culturales por motivos económicos o ideológicos. Puedes apoyarnos en nuestro crowdfunding. ¡Gracias!