España y el imperio de los viejos

España es un país de viejos para viejos. ¿Se ha fijado usted en cuántos le rodean a diario? Yo mismo me quedo sorprendido. Lo invaden todo. No es una exageración ni un recurso literario, es una realidad: España es el país más envejecido del mundo según el «Estado de la Población Mundial 2014» del Fondo de Población de Naciones Unidas.

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¿Le hace gracia que los viejos estén obsesionados con las obras de su barrio? A mí no. Para ellos significa el triunfo sobre el ambiente salvaje y primitivo en el que se criaron, pero para mi generación eso es precisamente el ambiente salvaje y primitivo sobre el que tenemos que emerger.

El problema de los viejos, entiéndanme, no es que gasten y no produzcan. Podríamos -deberíamos- mantenerlos si es preciso. Y no todos los viejos se reflejan en lo que voy a describir: hay algunos -pocos- que supieron enriquecer la deficiencia intelectual de la España en la que nacieron. Pero el resto, la inmensa mayoría, zambullen hoy a España en la ignominia y la podredumbre. Extienden su carne podrida, su olor rancio, sus camisas desgarbadas de cuadros y sus estampados de flores color pastel por todos los rincones de nuestra geografía. Lejos de ser la voz de la sabiduría, son la voz del inmovililsmo y el estancamiento. Inhabilitan toda nueva posibilidad, todo nuevo aliento, todo distanciamiento de la obsolescencia, y nos sumergen en los fantasmas del pasado: la guerra, el hambre, el franquismo. Esa España subdesarrollada en la que se criaron ha dejado una profunda huella en ellos, y tratan a toda costa de asegurar las necesidades más básicas, desechando feroz y despiadadamente toda posibilidad de elevar el espíritu. Aman la estabilidad, por encima de todo y a cualquier precio, y entregan a su prole a las garras de empleos deshumanizantes como la economía, el derecho o la ingeniería en aras de un ingreso constante y creciente de comida. Y, por si acaso, almacenan latas y latas de atún en la despensa, especialmente cuando hay manifestaciones.

Los viejos también condenan a España a sufrir los “avances” que a ellos les parecían casi mitológicos en su infancia, como conseguir un coche, comprar un piso o invertir en bolsa. Y hoy esos avances arrastran al país hacia cloacas inmundas. ¿Le hace gracia que los viejos estén obsesionados con las obras de su barrio, con la inauguración de una nueva autopista, con el buen estado de tal o cual carretera? A mí no. Para ellos significa el triunfo sobre el ambiente salvaje y primitivo en el que se criaron con grandes penurias, pero para mi generación eso es precisamente el ambiente salvaje y primitivo sobre el que tenemos que emerger.

El PPSOE se alimenta de las ilusiones y los miedos de los viejos como un parásito. Tenemos que ayudar a nuestros mayores de la única forma posible: restringiéndoles el voto, como se restringe el acceso a los medicamentos a un niño.

Tampoco nos podemos olvidar del gregarismo. Producto de una España que exilió a todas sus mentes pleclaras y que condenaba cualquier desviación de la conducta «moralmente correcta», los españoles viejos tienden a arrimarse unos a otros como ovejas y a vanagloriarse de las cosas que gustan a los demás. «¡Yo soy el que más jamón come!» se pavonea uno. «¿Dónde se ha visto tal cosa?» exclama otro, alarmado ante una pequeña novedad.

Y la seguridad. Siguen asustados por una ETA que no mata. Por los miles de asesinatos y robos imaginarios que ocurren cada día en el país más seguro de Europa. Quieren leyes, muchas leyes y muy duras, para los demás. Y tienen miedo al futuro, porque el futuro les aleja de las bagatelas que adornaron su infancia y genera cambio e incertidumbre.

Portada de La Razon: "El voto de la estabilidad"Es el caldo de cultivo perfecto para los partidos políticos obsoletos, rancios y reaccionarios, que anidan en España como parásitos y se alimentan de la ilusiones de los viejos. Cuando las encuestas electorales hacen bajar al PPSOE sólo hace falta nombrar alguno de las obsesiones que hemos nombrado arriba para que aquí y allí manadas de viejos babeen con la papeleta destructora en la mano. Cuidado que por aquí viene ETA. Cuidado que por aquí vienen los gays. Cuidado que por aquí vienen los negros. Cuidado que ése es antiespañol. Mira la autopista que voy a inaugurar. Etcétera.

¡YA BASTA!

 

España necesita una nueva oportunidad. ¡Desprendámonos de los fantasmas del pasado, abandonemos de una vez por todas la Guerra Fría Civil! ¡Establezcamos un nuevo modelo social basado en la confianza, la empatía y la realización, no en el miedo, la desconfianza y la alergia a lo ajeno! ¡Midámonos por nuestro nivel cultural, no por el económico! ¡Démosle voz a una nueva generación que considere al mundo como su propia casa compartida y sea capaz de tener empatía y solidaridad con todos los seres, no sólo con los cercanos y semejantes a él! ¡Ensalcemos los jóvenes inquisitivos, curiosos, de espíritu abierto! ¡Miremos hacia el futuro, no hacia el pasado! ¡Aseguremos una nueva política que se fundamente en estas bases, y no en la prepotencia y amiguismo! ¡Acabemos con la tiranía de los viejos!

Jóvenes con Rajoy

Este domingo es nuestra primera oportunidad de hacerlo. Por fin una serie de factores han hecho posible que exista una alternativa sólida a la maldición del bipartidismo y la dictadura de los viejos. Este domingo tenemos que entregar nuestra confianza a toda esa sangre fresca que está dispuesta a inundar nuestras instituciones y salvar a España de los dinosaurios. (Por supuesto, no nos referimos a Pedro Sánchez, producto de los deseos íntimos de las viejas de media España.) Este domingo, los ultrarracionalistas tenemos que estar con Ada Colau, con Manuela Carmena, con Pablo Iglesias, y todos los satélites de Podemos que no pertenezcan a la izquierda rancia.

Porque, si Esperanza Aguirre gana, solo nos quedará una solución: acabar de una vez por todas con todos los viejos. El cómo ya lo veremos.

¡Habla, Pueblo, habla!

7 ideas sobre “España y el imperio de los viejos”

Nos han condenado a 18 meses de cárcel y 15.000€ por destapar una sucia cloaca.  Lee más y apóyanos » 

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