La historia es de sobras conocida. En febrero de 2012 cinco chicas ataviadas con vestidos, medias y pasamontañas de colores comenzaron a saltar y a dar puñetazos y patadas al aire en el altar de la Catedral de Cristo Redentor de Moscú. Denunciaban así el nexo entre Vladimir Putin y la Iglesia ortodoxa días antes de las elecciones rusas, en una grabación para el videoclip de la canción «Oración punk: Madre de Dios, haz que desaparezca Putin». Eran las Pussy Riot, que poco después fueron arrestadas y condenadas a dos años de prisión, lo que hizo que su historia diese la vuelta al mundo.
Precedida por esta fama, una de sus integrantes, Nadya Toloko, conversó ayer con la escritora y traductora Marta Rebón ante una sala llenísima en la Cineteca de Matadero Madrid. Para nuestra desilusión, no habló tanto de sus acciones de guerrilla, preparación, repercusión, capacidad mediática, censura, aprendizajes, etc, que es la experiencia más exclusiva que nos puede regalar, sino de otros asuntos más anodinos con los que cualquiera se puede topar aleatoriamente leyendo el periódico, como la situación política en Rusia y Estados Unidos o el estado de las cárceles rusas.
Pero en fin, ahí van algunas impresiones de sus palabras, regadas con una importante carga de ultrarracionnalxplaining :p
Sobre la manipulación mediática
«Si le damos a la gente la información objetiva, no opinión, ellos sacarán conclusiones por su cuenta», sostuvo Nadya en la charla. «Creo que la gente es inteligente, que sabe pensar«. Dice mucho de ella, de hecho, que junto con la también pussy Maria creara un canal de noticias independiente, MediaZone, algo imprescindible en la Rusia de Putin.
Pero resultan unas palabras demasiado esperanzadoras, en mi opinión. Que no hay información objetiva es un hecho que incluso se estudia en periodsimo: algo, por el mero hecho de «ser noticia», ya es subjetivo. Es lo que se llama la «agenda de medios», que define qué se publica y qué no, y por tanto de qué habla y sobre qué piensa el Pueblo, qué escribirá en su Facebook, de qué hablará en la sobremesa con su familia, con qué romperá el hielo en esa conversación de trabajo. Incluso dentro de una noticia, dar más peso a unos detalles que a otros también impone una mirada subjetiva. Esto no tiene por qué estar ligado a una agenda política, puede tener otros motivos como la interacción de los usuarios con la noticia (y por tanto más tráfico y mayores ingresos económicos) o la necesidad de publicar contenidos constantemente. Pero además, de forma natural, omitiremos noticias desfavorables para nuestros amiguetes, ya sean estos por intereses económicos o ideológicos. Es lógico: si yo creo en esta causa sobre todas las cosas, ¿para qué voy a publicar esta información que la afea?
Pretender, por tanto, objetividad en el periodismo es muy ingenuo. Pero más ingenuo aún es pretender que el Pueblo va a sacar conclusiones sosegadas sobre las informaciones que recibe. Por cuatro argumentos infranqueables, me temo: en primer lugar, porque el Pueblo no tiene tiempo para ello, dado que la vida diaria exige mucha ocupación y preocupación. En segundo lugar, no tiene por qué tener interés, ya que mucha gente prefiere que le dirijan (¡yo misma!), pero que lo hagan bien. En tercer lugar, no tiene la instrucción necesaria, ya que formarse una opinión válida sobre cualquier tema requiere de muchas lecturas y conocimientos previos, imposibles de asimilar en un mundo tan rápidamente cambiante. En cuarto lugar, no tiene disposición, ya que analiza la información que recibe con las tripas y no con la cabeza, para adoptarla a su visión del mundo preexistente – lo que se conoce como «disonancia cognitiva».
He dicho que estos cuatro agumentos son infranqueables. Seguramente algun cuadernito de Mr. Wonderful me afee esto, por eso hago una propuesta: que cuatro de las ocho horas que los clasemedianos se ven obligados a trabajar sean para informarse e instruirse objetivamente, y que así puedan tener una opinión libre y formada. ¿Podría ser este el fin de los cuñados?
Sobre la Gente Entrañable
«¿Cómo sabemos que esa gente realmente existe? Yo no les veo. Los he visto en internet, pero no en la calle. ¿De verdad existen?»
Es interesante pensar que toda la Gente Entrañable que Homo Velamine lleva estudiando los últimos años es solo una cosa virtual. Pronto hay que desechar esa idea de la cabeza por una prueba irrefutable, su repercusión en la vida real: el PP sigue ganando las elecciones. Esta gente se manifiesta en internet y actúa en las urnas. No cabe duda de que en Rusia la situación es igual o peor, y aunque las elecciones allí están amañadas, una gran masa de personas apoya el poder paternalista de Putin. Algo que da al traste con otra de sus afirmaciones utópicas:
«Putin va a intentar sobrevivir en el poder todo el tiempo que pueda. Cuando Putin deje el poder, Rusia tendrá una democracia parlamentaria.»

Sobre el feminismo
Llega el turno de preguntas y todas son sobre feminismo, tema que Nadya no ha tocado en toda la charla (ni tampoco Marta le ha dirigido a ello). La activista hace subir al escenario a Moira, del mexicano Teatro Lúcido, para responder a una. «Yo a veces pienso que estas feministas europeas son un poco pijas. ¿Qué están demandando en países donde se ha conquistado el voto, el aborto, la igualdad de derechos, etcétera? Allá en México tenemos que lidiar con un problema gravísimo de feminicidio, donde muchas mujeres desaparecen sistemáticamente cada día solo por serlo.»
El público se alza en sonoro alboroto, al menos en la sala de televisión, donde yo estoy. «Esta tía no ha oido hablar de La Manada», dice a mi lado una chica que lleva una chaqueta de piel. «Yo estaba esperando que acabase con un ‘pero aún hay por lo que luchar», dice otra.
A la siguiente pregunta sobre feminismo intenta responder la propia Nadya, pero el idioma le juega una mala pasada y solo puede contestar a mitad. «El feminismo es necesario donde hay una desigualdad económica y social», es su respuesta incompleta.
Lo mejor: su conclusión
Llegadas las despedidas, Nadya lanza la frase que lo justifica todo: «Incluso cuando no tienes todas las respuestas, tienes que atreverte a plantear preguntas». El público aplaude. Da igual lo cándida que nos puedan haber parecido algunas de sus intervenciones: solo esta idea es capaz de justificar cualquier discurso.
Pero ¿se ha lanzado preguntas sobre ella misma? Nos cabe la duda, porque aún sostiene el discurso de ‘nosotros contra ellos‘. Claro que tal vez a ella esas preguntas le hayan llevado por otros caminos. La duda queda para el siguiente debate.
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