
Hoy deberíamos estar más ilusionados que nunca: tenemos por fin la two-sided radio a la que aspiraba Bretch; la tecnología de comunicación popular, barata y fácil de usar que quería Adorno; el público actor-activo-interviniente con el que soñaba Debord. Internet es el último avance de un sistema que permite al Pueblo expresarse: una democracia en la que elegimos a nuestros representantes, un capitalismo en el que decidimos a dónde fluye el dinero, una libertad de expresión que nos permite decir lo que nos da la gana, etc.
Y estas cosas, que nos han costado siglos conseguir, las empleamos para llenarlo todo de mierda. Porque no es el sistema el que no funciona: somos nosotrxs.
Puedo imaginar el desencanto que tuvieron que suponer las dos guerras mundiales. La razón y la ciencia nos condujo al aniquilamiento colectivo, y los poderes políticos, religiosos y económicos guiaban a un proletariado iletrado a asesinarse masivamente. Pero había malos y buenos: había francos y stalins, poderosos y sometidos: había algo por lo que seguir luchando.
Pero tal vez sea mayor desencanto el de la Tercera Guerra Mundial en la que vivimos. Esta guerra es un todos contra todos, a todas horas, sin treguas y sin líderes. El Pueblo ha tomado la voz, y ha demostrado ser más despiadado que Hitler. ¡Tuve tanta fe en la organización colectiva a través de internet! Pero hoy lo único que se organiza colectivamente es el insulto. Las primaveras árabes fueron engullidas por dictaduras, el 15M por la izquierda moralista del yo-bien/tú-mal. Internet nos ha brindado la oportunidad de conocer lo que hay en las cabezas ajenas y en la nuestra propia, y ha evidenciado para siempre lo que ya intuíamos: somos unos seres embrutecidos y degradantes.
Porque, seamos honestos, el Pueblo no puede tomar decisiones. Está muy ocupado disfrutando de producciones culturales asquerosas, probándose ropa hecha por mano de obra esclava, comiendo trozos de músculo de animales criados en campos de exterminio, comprando iCosas que causan guerras, insultándose en comentarios de Facebook. Yo misma estoy a otros asuntos, necesito descansar cuando llego a casa por la noche, y necesito que otras personas dirijan (bien) el país. No hay nada malo en ello: de hecho pido por favor que me alivien la responsabilidad de dirigir nada.
También lo pido para lxs demxs, porque cuando el Pueblo elige, elige mal. Me dirán que está engañado, que los mass media dan un discurso hegemónico del que es difícil salir. Eso pasó hasta hace poco, hoy la gente ha elegido, y ha elegido seguir creyendo a pies juntillas en su diario online de fake news favorito.
Porque no es el capitalismo el que nos embrutece: es el Pueblo el que embrutece al capitalismo.

Digo esto y mis posiciones rápidamente avanzan hacia el nazismo. Me asusto. Me salva pensar que aún creo en cosas izquierdosas como la relajación de las fronteras, la distribución de la riqueza y cosas así. Pero me pregunto dónde quedaron mis ideales revolucionarios. Era fan de aquella anécdota de André Breton en 1955, en la que se lamentaba de que el escándalo ya no era posible. “Claro”, le respondía siempre yo: “el escándalo no es posible porqué tú ayudaste a cambiar el mundo 20 años antes”. Creía en el progreso y el avance social, y creía en la idea marxista de transformación. “Transformemos el mundo’, dijo Marx; ‘cambiemos la vida’, dijo Rimbaud. Para nosotros los surrealistas esas dos consignas se funden en una,” había dicho Breton en 1935. “Nuestra causa es la de los obreros y los campesinos”. «Todos los medios son buenos para aniquilar las ideas de patria, familia y religión». Etc. Hoy los objetos producidos por el surrealismo se venden por millones de euros en una subasta cerca de usted.
El caso es que toda revolución deriva en capitalismo. El capitalismo es el fin de la historia: le sienta como anillo al dedo al ser humano. El Pueblo quiere Labadora, el capitalismo se la da. El Pueblo quiere espectáculo, el capitalismo se lo da. El Pueblo quiere sentirse importante y diferente, y el capitalismo le da productos que imitan el modelo de consumo de las clases dominantes. El Pueblo siempre quiere más Valor-Grasa y el capitalismo lo vomita para él. El Pueblo quiere capitalismo, y no hay ninguna manera de evitarlo.
¿Merece la humanidad alguna salvación? Es cierto que hay signos de amor y cariño por doquier, pero siempre viene empañados. Ya hemos dicho que Hitler era amor: tanto amaba a su pueblo que despreciaba a los demás. En general apreciamos más a quién más se parece a nosotras en género, raza, especie, etc.
¿Podemos luchar contra el capitalismo? Los surrealistas et.al. aspiraban a una destrucción de los símbolos. Yo lo creí en un momento, pero el capitalismo siempre gana, porque su cuerpo flexible y sin ideología absorbe cualquier símbolo, por muy revolucionario que este haya sido, para sí. Es inútil también hacer una revolución de cualquier otro tipo, porque el resultado siempre es más capitalismo. Ya lo hemos experimentado. La única revolución deseable hoy es la que imponga el colapso ecológico. Una población diezmada y sin Labadora que obligará a quien quede a agudizar su ingenio.
¿Qué nos queda? Podríamos esforzarnos en una educación que enseñe a construir y no a imitar, con la esperanza de que por cada millón de personas siete u ocho se queden con la copla. Pero eso significa mucha materia prima desgastada por cada producto útil. No merece la pena.
¿Cabe tener ideales? Por mi parte solo puedo apoyar las causas no humanas. Ecologismo y animalismo: solo espero que cuando la especie humana desaparezca, al menos no nos hayamos llevado al resto de seres de la tierra por delante.

2 ideas sobre “No es el capitalismo el que embrutece al Pueblo, es el Pueblo el que embrutece al capitalismo”
Estoy de acuerdo , la única forma de acabar con el capitalismo es acabar con el ser humano. En este sentido encender el motor el coche, utilizar plástico por doquier, cortar arboles, etc son actividades consecuencia del capitalismo pero en última instancia anti-capitalistas. La mayoría de la gente entrañable es antisistema y no lo sabe, o no lo quiere saber
El capitalismo ha logrado la división de clases y el alejamiento del hombre y la mujer y alienarlos. Convertirlos en menos que monos.