A la pregunta lanzada por Homo Velamine ¿Qué hacer ahora? nos gustaría responder con otra pregunta que también empezaremos a hacernos en las próximas semanas ¿Nos hemos curado ya?
Homo Velamine pregunta sobre el hacer en la crisis del COVID19 porque siente que, en cierto modo, su retórica irónica ha sido desactivada a causa del virus. Su pregunta, por tanto, es una pregunta sobre la posibilidad, o imposibilidad, de usar la ironía en este momento. Para nosotros, sin embargo, la pregunta sobre el sentido del humor -y del lenguaje político- parte de una aproximación diferente. No nos preocupa realmente la efectividad de la ironía. Hay vida después de la ironía. De hecho la vida es aquello que permanece, y ha permanecido siempre, después del gesto irónico como gesto político.
La vida es aquello que continúa inevitablemente después del gesto irónico. Quizás esta sea la única certeza que sustenta nuestro humor. Una certeza que para nosotros comienza mucho antes de esta crisis. Más o menos en 2016, cuando nos dimos cuenta de que mantener una distancia con respecto a la precariedad en la que vivíamos no era una opción porque la precariedad es un estado vital y no un gesto que se pueda performar. Llevamos desde entonces haciéndonos la misma pregunta desde la que construimos nuestro humor y para la que no hay distancia posible ¿Nos hemos curado ya?
Pregúntate… ¿Nos hemos curado ya? y si la respuesta es no, entonces vuélvetelo a preguntar. Vuélvetelo a preguntar a pesar de que una y otra vez no encuentres respuesta en la política. La pregunta es urgente, no hay lugar para la distancia. Sostén el gesto y hazlo propio.
¿Nos hemos curado ya? no es una pregunta nueva, sino que marca la producción cultural española de 2015 a 2020. Es una pregunta para la que no hay respuesta aparente y que remite siempre a una precariedad instaurada como horizonte vital y experiencial. ¿Nos hemos curado ya? pone de relieve la desintegración del proyecto político de la izquierda de comienzos de década y con ello, el declive de la ironía como su dispositivo retórico de referencia.
Constatamos esta persistencia del humor después de la ironía entre nuestras amigas de la memesfera. A diferencia de Homo Velamine, su humor no ha sufrido una desactivación a causa de la enfermedad. Ellas están cómodas con la pérdida de distancia con el objeto irónico porque nunca han puesto esta distancia. Llevan mucho tiempo manejándose en estos términos. Estoy hablando de cuentas como @qndunet3, @nanobabuinos, @memetesdelmoderneo o @derribosydeconstrucciones. Cuentas que suprimen la distancia sobre la cuestión política porque consideran que lo político, una vez que la política es incapaz de dar respuesta a su dolor, empieza en la gestión y el cuidado de su propio cuerpo.
La genealogía del meme político en los últimos diez años es sinuosa y su estudio es aún escaso. No nos atrevemos a proponer aquí una arqueología del humor millenial que está aún por llegar. Sin embargo, sí que nos gustaría marcar en este artículo dos momentos que consideramos clave para entender este repliegue de la distancia irónica: el cuñado y el ok, boomer.
Al igual que los admins de Homo Velamine y Cuñadología, nosotros también fuimos sujetos irónicos. Compartimos conversaciones y cervezas con ellos en aquel Madrid post-15M que giraba inevitablemente en torno al evento político en ciernes. Veíamos aquella situación con la impaciencia del que ve un cambio que no termina de producirse. De ese momento surge la figura del cuñado como sujeto político que cancela la posibilidad de un cambio. El cuñado aparecía como el contrapunto al desacuerdo político de Podemos. Era una figura que hacía política para imposibilitar el avance de un verdadero evento político. Y nos frustraba. Y nos rompía nuestra hipótesis. Por eso intentábamos desarticularlo y encontrar una manera para neutralizar su discurso, de manera irónica.
El boomer sigue haciendo referencia a ese mismo cuñado. Sin embargo, la referencia alude ahora a una posición y a un tipo de confrontación política diferente. Después de innumerables decepciones el evento político ha quedado tan atrás que apenas podemos recordarlo. El ok, boomer toma lugar en este nuevo escenario, donde nuestra relación con el cuñado ha mutado hacia un desdén generacional.
Hemos cancelado la figura del cuñado y su particular secuestro del evento político porque hemos dejado de pensar que dicho evento vaya a calmar nuestra ansiedad, nuestra precariedad y nuestra impotencia. A la pregunta que nos planteaba la ideología que nació del 15M, tanto liberal como conservadora, el millenial ha pasado a responder con una cancelación de esa pregunta. Porque el millenial ahora considera que esa pregunta no es la única forma de preguntarse en política.
Del cuñado al boomer hay un desplazamiento de la posición irónica y del hacer político. El virus irónico, al que hacía alusión Homo Velamine en su artículo, ya no actúa contra la ideología o contra un antagonista con el boomer. El virus ahora actúa sobre nosotros mismos. Porque si la política no es capaz de responder a la pregunta ¿nos hemos curado ya? entonces nosotros mismos tenemos que hacernos cargo de esa pregunta. Es decir, tenemos que hacernos cargos de nuestro cuerpo, de nuestros afectos y de nuestra vida. Politizándolos.
A la pregunta sobre el hacer después de la ironía queremos responder con otra pregunta sobre la posibilidad de definir un cuerpo y una vida después del desacuerdo político. Desde esta perspectiva la política es un gran gesto a favor de la supervivencia y de la vida más allá del evento y de la ironía. Es por esta razón que cualquier intento por capitalizar esta nueva política desde la retórica del no, del desacuerdo, sólo puede fracasar estrepitosamente.
En cuanto a nosotros: nos definimos como anti irónicos. No se trata de un gesto entusiasta ni voluntarista. Tampoco pretendemos dar lecciones de ética. Siendo claros: no buscamos una hegemonía. Nuestro humor no consiste en desarrollar el aparataje conceptual para una nueva hipótesis populista, sino en intentar hacer humor político cuando la posibilidad de lo político se vuelve, a los ojos de la ciudadanía, un imposible.
Si a la pregunta ¿nos hemos curado ya? sólo podemos responder con un no, entonces debemos seguir preguntándonos. Nuestro hacer debe encaminarse inevitablemente hacia esa pregunta que remite a una forma política nueva, para la que el lenguaje político debe empezar a buscar una nueva retórica.