‘Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y realizar una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc. Consulte aquí los próximos destinos.
La estación de metro de Nueva Numancia se encuentra a unos quinientos metros de Puente de Vallecas. Como esos metros ya nos los aprendimos en la deriva por la parada de Metro de Puente de Vallecas la semana pasada, avanzamos en la vida y llegamos a los alrededores de Entrevías, es decir, al Cercanías. En realidad, esta crónica sobre Nueva Numancia debería titularse «Cosas que nos lo han hecho pasar bien en Entrevías (y en Ibiza)» y no «Propuestas para una mejora ultrarracional de Nueva Numancia» pero tampoco Madrid se constituyó basándose en la coherencia, pues es la única gran ciudad de Europa que no tiene costa ni una vía fluvial navegable. En cualquier caso, nadie cuestiona que sea Madrid la capital de España, su epicentro disfuncional, así que no creemos que esta crónica de los alrededores de Nueva Numancia por Entrevías vaya a suponer problema alguno en nuestro Plan de Mejora Ultrarracional de Mejora de la Ciudad de Madrid (2.017-2.020).
Callejeando lejos de la Albufera, derivando por los alrededores de Nueva Numancia llegamos al barrio de Entrevías, en concreto, hasta la parroquia de Carlos Borromeo, la iglesia más famosa de la hemeroteca del ABC. Esta iglesia es conocida en toda España como «la iglesia roja» por sus escándalos, y no es para menos: en 2007, el por aquel entonces cardenal de Madrid, Rouco Varela, la clausuró con razón y le retiró el rango de parroquia a modo de castigo por sedición marxista. Ese mismo año, Rouco Varela congregaría a 158.000 católicos buenos y apostólicos en la Misa por la Familia en la plaza de Colón, pues la Biblia señala que para ser buen cristiano hace falta tener muchos hijos guapos y rezar fuerte bajo una gran bandera de España. En caso de que Jesucristo volviera a la tierra 2018 años después de haber nacido, con sus panes y sus peces y sus cosas de fundador del Cristianismo, seguro que se iría directo en Cabify a la misa de Rouco en Colón, bueno, ya no se celebra, se iría en Über a la Capilla Sixtina a hacerse una selfie pero en ningún caso se cogería la línea 1 del Metro de Madrid para llegar a una parroquia de barrio en Entrevías donde, bajo la imagen de Dios, se reinserta en la sociedad a presidiarios o drogadictos y se atiende a inmigrantes así como a refugiados.
En enero de 2.018 se siguen celebrando misas en esta parroquia anulada hace diez años por Rouco Varela, misas de mentira sin misal y sin credo porque por lo visto “es muy largo y el pueblo de Entrevías no se lo sabe”, según reza Javier Baeza, actual responsable de la parroquia, cura sin sotana que cree que «el hambre es violencia» y además está a favor del feminismo y el aborto, esto es, que las mujeres no estén obligadas por ley a parir hijos no deseados. Vemos a Javier Baeza por la ventana, tecleando en su ordenador, le saludamos, nos sonríe y nos vamos no sin antes hacerle una fotografía a su bendita iglesia de Entrevías.

A 10 metros de la iglesia se encuentra el número 10 de la calle Perioncely. Allí nos encontramos una casa baja muy antigua, ante la que Anónimo García nos hace una fotografía a las chicas muy similar a la que Robert Capa realizara durante la Guerra Civil en ese mismo sitio: antes de abandonar el lugar, colocamos un aviso de demolición pues se trata de un inmueble muy antiguo y a los madrileños que se vean obligados a cambiar Malasaña por Entrevías no les compensará la reforma, la casa baja de Perioncely es una salsa mayonesa que se ha cortado al prepararla: lo mejor es tirarla y empezar de cero.
Si quiere poner su propio aviso de demolición en un edificio que le parezca particularmente deleznable, bien sea porque los vecinos suelen mear por el balcón o una situación peor, descargue el aviso.
Tras ordenar la demolición de la casa situada en Peironcely, 10 le enviamos un tuit a nuestra amiga, y a la vez concejala, Begoña Villacís confirmando el trabajo bien hecho pues sabemos que ella es muy progresista y rechaza cualquier tipo de recuerdo de la Guerra Civil, porque eso es el pasado y hay que cerrar las heridas ya.
Arturo Barea, novelista madrileño exiliado en Inglaterra durante la Guerra Civil para ya nunca más volver, escribió un relato sobre los bombardeos de la Legión Cóndor en Vallecas, que además coinciden en espacio-tiempo con nuestro garbeo ultrarracional por la calle Peironcely, finales de enero:
En la tarde del 20 de enero, un sólo avión Junkers volando bajito sobre las casuchas de Vallecas, dejó caer un rosario de bombas en una placita donde las mujeres estaban cosiendo al sol y los chicos jugando a su alrededor. Había encontrado al padre de tres niños asesinados allí... La casita del hombre -que era un vendedor ambulante de pescado- había sido destruida por siete bombas pequeñas. La mujer había caído muerta en la puerta con el niño de pecho agarrado al seno. Las dos chicas mayores habían sido muertas en el acto.
Nos sumergimos de lleno en la deriva e interactuamos con el pueblo. En un bar-cafetería-restaurante vemos El Hormiguero, donde Pablo Motos entrevista al Presidente de Cantabria, el señor ese que va en taxi a todas partes, que no usa Über ni Cabify. No sabemos cómo se la ingenia Pablo Motos pero consigue hacer, como siempre, preguntas machistas, indignando a las gentes de internet y provocando comentarios en el bar:
“¡Mi mujer duerme en el sofá y yo en la cama con el niño! ¡Yo sí creo en la igualdad!” nos cuenta nuestro nuevo amigo de Entrevías, José, a quien tenemos el gusto de conocer en el bar donde estamos viendo Antena 3. Tiene 27 años, un cachorro de 5 y una esposa llamada Mari: él es el único hecho coherente de esta crónica de la deriva nuevanumantina. Vestido con su uniforme de trabajo, nos cuenta que trabaja de butanero en Pinto. A Brenda siempre le ha fascinado el butano popular por lo que, rauda, le pregunta por el robo de 3.500 bombonas de butano pero él se excusa rápidamente, asegurando que él no tuvo nada que ver con el robo de su almacén y además se vio obligado a poner en su sitio al policía que quiso pincharle el teléfono móvil por considerarle sospechoso del robo. Desde el Ultrarracionalismo pensamos que la central de REPSOL en Vicálvaro será la Mina Conchita del Madrid neoliberal gentrificado, y esperamos equivocarnos.
El marido de la Mari no parece tener nada que ver con el terrorismo islámico pero nos cuenta las últimas tendencias en armas por el barrio de Entrevías: lo que se lleva es el machete. Atrás quedan los robos noventeros con jeringuilla o a navaja, que era lo que se estilaba en los años de la burbuja económica. «Pero ojo, que esto no es como en la peli The Warriors, ¿eh?» puntualiza.
Escuchando al José. Dibujo por Zumo Gris, enviada especial del Comando Barcelona.
El marido de la Mari nos cuenta su mayor problema en la actualidad, mostrándonos, desde el interior del bar, la cancha de fútbol donde los sudamericanos, malditos usuarios del espacio público deportivo, montan una red y se ponen a jugar al voleibol. Entonces, su hijo de 5 años no puede circular en bici por en medio y él tiene que amenazar a las gentes que molestan a su hijo por jugar al voleibol. Se trata de un padre coraje, por supuesto. Nos cuenta que su hijo, gracias a él y a sus colegas, puede circular en bici por la cancha de fútbol cuando quiere. “Si ellos son 7 yo traigo a 20, ¿no, primo?” (Le da una sonora palmada en el omóplato a su familiar). Recordamos que en Bambú visitamos una cancha de pádel, y hasta Entrevías no volvimos a encontrar canchas de deporte en nuestros garbeos, sólo gimnasios artificiales. «Eh, que yo he llegado aquí antes que esos dominicanos», esgrime en una arrebatada declaración de derecho territorial, mientras la camarera (sudamericana) le sirve otra caña.
El marido de la Mari nos cuenta que creció en el barrio de la UVA, en Vallecas. El barrio no debe su nombre a los viñedos de las variedades Malvar y Airén, pertenecientes al vino de Denominación Origen Madrid, sino que hace referencia a la Unidad Vecinal de Absorción creada dentro del Plan de Absorción del Chabolismo ideado por el Dictador de España en 1961, plan que no se materializaría hasta la década de los 80, bajo las órdenes del alcalde Enrique Tierno Galván. El barrio de la UVA es un antiguo poblado chabolista con un índice de analfabetismo atroz. “Mis colegas del barrio son gente a la que le gusta trabajar: saben que tienen que trabajar o si no, tienen que volver al barrio y eso es como…”. Los jóvenes Provincianos del centro de Madrid, cuando no tienen dinero para cenar en un restaurante piden comida a domicilio y cuando todo les va realmente mal y les despiden de su start-up o se les acaba la beca de Doctorado en Algún Estudio Inútil, vuelven a casa de sus padres en Provincia y se sacan una Oposición a Administrativo de grupo C, llevando una vida gris, en el peor de los casos. Cuando tienes que regresar a la UVA, más te vale morir, sin metáforas.
El marido de la Mari es un hombre que cree en el amor. «A mí me encanta follar», nos cuenta mirando hacia los lados, vigilando que nadie escuche su confidencia por si alguien le ha oído. «¡Yo no sé por qué es un tabú, si es lo más grande que hay!»
Le pedimos al marido de la Mari recomendaciones de bares para salir por la zona y nos cuenta que «no le gusta ir de fiesta por Entrevías, pues está lleno de sudamericanos», aunque hayan nacido en el barrio, y que él se va directamente «a la Fabrik» pero nos sugiere terminar la noche en el Enigma. “¡Lo que queremos es bailar!” señala El Medievalista. “Allí no podréis bailar, allí se va a tomar una copa y a controlar el barrio” nos indica la Mari, lo primero que dice en toda la velada, y entonces recordamos que no disponemos de machete, el dresscode de Entrevías. El marido de la Mari nos explica que, cada tres o cuatro meses, dejan al chavalín con los suegros (que tienen unos 50 años) y se corren una gran juerga de varios días. Al final de la tarde, al marido de la Mari le golpea la nostalgia y recuerda con infinita ternura el verano de 2007 en el que pidieron un crédito de 7.000€ para poder irse de vacaciones a Ibiza. “Lo peor es que no recuerdo nada de esas vacaciones, pero qué bien lo pasemos”.