Por el gobierno de los mejores

En nuestro sistema la responsabilidad política se salda con ocasión de las elecciones. Cuando vamos a votar hacemos balance y valoramos qué nos parece la gestión de un Gobierno o las propuestas de la oposición. En los últimos dos años y medio ha habido todo tipo de elecciones y ha habido ocasión para que los ciudadanos hayan emitido su veredicto.
Rafael Catalá (2016)Ministro de Justicia (2014-2018)

Hoy las redes sociales están trepidantes con hashtagcitos contra Bolsonaro, como ya lo estuvieron con Trump, Rajoy o el Brexit. Aquí y allá ha habido manifestaciones, y muchas organizaciones han prometido plantarle cara.

Las mismas organizaciones que defienden la democracia.

La contradicción es evidente, y tiene muy difícil solución. Queremos que el Pueblo elija, pero el Pueblo no suele elegir lo que queremos. ¡Diantres! Es obvio que hay que dirigirse hacia el Progreso e ir poniendo leyecitas que prohíban decir “negro” a un negro y cosas así, pero el Pueblo es duro de lenguaje y suele aferrarse al brasero y mesa camilla, que el progreso vaya-usté-a-saber-qué. Los demócratas viejos siguen guardando la esperanza de que se eleve el nivel de discusión y debate, y el Pueblo elija por fin como debe, con la cabeza sosegada y los datos en la mano.

Pero eso, claro, nunca va a pasar.

Me dirán que el Pueblo está manipulado por los intereses de tal y cual oligopolio, que los mass media hacen mella constante, y todo lo que quieran. No importa: desde hace tiempo el Pueblo tiene a su alcance toda la información y los canales de comunicación y gestión necesarios para emitir una decisión informada y sosegada en su voto. Hay educación gratuita y obligatoria, hay periódicos plurales, hay internet, hay bibliotecas sin censura, y etcétera. El problema no es la educación o la falta de libertad: es la sobredosis de iCosas, teledebates y e-novedades que constantemente requieren nuestra atención, engalonadas con packagins coloridos a las que volvemos como el perro que vuelve a su vómito, siendo éste un vómito muy sabroso, claro. En definitiva, el Pueblo no está preparado para elegir su destino, porque se conducirá irremediablemente al abismo. Eso sí, la caída será dulce, y asistiremos a nuestro propio colapso comiendo palomitas con extra de azúcar en automóviles eléctricos ultraveloces.

Si ese voto racional no ocurre ahora, no va a ocurrir nunca.

En estas circunstancias, la democracia solo sirve para justificar el gobierno de los peores y legitimar la corrupción como modelo de sociedad, de la misma manera que el share justifica tal o cual programa de televisión y legitima a Bertín Osborne como modelo de sociedad. ¿Hasta cuándo vamos a seguir soportado la dictadura del Pueblo?

Poco hay que añadir: el reto de nuestra generación ha de ser superar la democracia. En 1917 la democracia constituyó un avance tecnológico importantísimo, que ha permitido grandes avances sociales. Le damos las gracias por ello, pero en 2017 es un lastre obsoleto y corrupto beyond repair. Es nuestro deber abordar el salto sin prejuicios y con buena voluntad, estudiando alternativas que satisfagan al Pueblo (exceptuando a los radicales e intelectuales de izquierdas, que no están contentos ni aunque el sistema les proporcione semanalmente jovencitxs a quienes estuprar) y dispensen a él y al planeta del abismo.

Si ese voto racional no ocurre ahora, no va a ocurrir nunca.

Cualquier propuesta es bienvenida, y aquí va la nuestra: establecer una Aristocracia sólida, firme y benevolente. Entendemos “Aristocracia” como el “gobierno de los mejores”, y donde “los mejores” son la clase creativa.

El ultrarracionalismo entiende que la sociedad no está formada por clases económicas, sino por clases culturales. En esta concepción, los seres anclados en el buromundo y la mesa camilla constituyen la clase repetitiva u Homo velamine, y las personas que se enfrentan a lo desconocido con los brazos abiertos constituyen la clase creativa. En ellas reside la capacidad y la visión de dirigir un país.

Dirán que cada cual ve a su propio colectivo como el más capacitado para dirigir un país, ya sean filósofos o mecánicos, y que ello invalida la propuesta. Pero hay un factor fundamental que determina esta decisión, y es que la clase creativa actualmente ya ostenta el poder, aunque en diferido. Las ideas que hoy genera la clase creativa mañana pasarán a formar parte del cuerpo de la sociedad; en ese momento, todos los poderes fácticos deberán someterse a ellas para mantenerse en el poder. Así, los gobernantes de hoy se subyugan a la clase creativa de ayer, igual que se subyugarán mañana a la clase creativa de hoy. Puede leer más sobre esto aquí.

Esta nueva Aristocracia podría ejercer una especie de despotismo ilustrado moderno. Su prioridad será satisfacer las necesidades mundanas del Pueblo (#quierolabadora), siempre que no pongan en riesgo el bien común (medio ambiente, cultura, etc.)

Cómo elegir a estas personas y cuál ha de ser su número es discutible, así como  la forma de organizarse o qué sistemas de control habrían de establecerse. Estos asuntos serán objeto de estudio durante los próximos meses, y tal vez nunca pueda alcanzar una forma perfecta. En cualquier caso, el sentimiento generalizado es que el Pueblo ha de sentirse partícipe de algún modo, ya sea con un sistema de rating con estrellitas como el de Amazon, o un reality que vaya de bar en bar exhibiendo las opiniones de la parroquia. En cualquier caso, confiamos en que el Pueblo estará demasiado ocupado con trompetitas de distintos colores y sonidos, y no le importará demasiado el gobierno mientras tenga #labadora.

Es solo una propuesta. También consideramos otras, como una tecnocracia (gobierno de una inteligencia artificial) o el sorteísmo (elección de los líderes al azar). Pero te invitamos a pensar otras propuestas y, si quieres, enviárnoslas. Tenemos que actuar con cierta urgencia, puesto que hay grupos que buscan un cambio de gobierno hacia una forma anterior, especialemente los fascistas y comunistas, pero estamos a tiempo de establecer una nueva que responda a los nuevos desafíos de la humanidad y aproveche sus últimos avances para el bien común.

Esta es la labor que el ultrarracionalismo va a desempeñar en los próximos años. ¿Te unes?

 

Eh, ya que pasa usted por aquí…

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