Post-arte: El Pueblo empoderado

No cabe descartar que la función artística de la obra de arte acabe con el tiempo resultando accesoria.
Walter BenjaminLa obra de arte en la era de la reproducción mecánica (1935)

En la era de la comunicación digital el Pueblo es el último gran culture jammer. Los collages dadá se multiplican incesantemente en forma de meme. Las gentes hacen suyos los mensajes y las formas, mezclándolos de todas las maneras posibles y estirando grotesca e ingeniosamente la realidad. El propio arte sufre un détournement constante, al que llamamos post-arte: las creaciones que el Pueblo realiza empoderado por WordArt y el poder comunicativo de internet. El arte ya no es exclusivo de unas pocas personas, sino que todo el mundo es partícipe, rompiendo su unidireccionalidad. El post-arte es pura democratización del arte, el Pueblo actor en su más exquisito nivel.

Détournement infinito. Un meme postirónico crítico con la menor congregación de público en la investidura de Trump frente a la de Obama tuvo sucesivas interpretaciones metairónicas de creciente cinismo y absurdo.

El arte hasta ahora cumplía varias funciones rituales, según Walter Benjamin y John Berger:

  • La primera se corresponde al rito que tenía lugar en el sitio y el tiempo para el que había sido concebido. Es, por ejemplo, el culto religioso al que estaban destinados los frescos de la ermita de San Antonio de la Florida de Madrid cuando Goya los pintó en 1798.
  • La segunda función ritual es la puramente artística, por la que la burguesía pasa a tomar las obras de arte como productos meramente estéticos. Con los frescos referidos, esta función se hizo obvia cuando en 1929 se construyó una ermita idéntica al lado, a la que se trasladó el culto religioso, dejando la original exclusivamente como museo en el que contemplar los frescos de Goya.
  • La tercera función llega con las posibilidades de la reproducción técnica: quien pase por la ermita hoy puede llevarse a casa un libro con las fotografías de los frescos, sus características formales y rituales y la historia de su ejecución, de manera que puede poseer y participar directamente de Grasa artística. Esta función es especialmente relevante en las piezas de arte hechas para ser copiadas en masa, como las películas o la música pop, donde el Pueblo es a la vez espectador y crítico de arte: todas las anteriores funciones convergen en una sola. Pero no puede responder al autor de la obra con unos nuevos frescos o una película; he ahí la esencia de la sociedad del espectáculo.

Izquierda: Los frescos de Goya en San Antonio de la Florida.
Derecha: Las tres funciones rituales de la obra de arte se cumplen en el post-arte. La primera, como cabecera de la web maalla.es. La segunda, al ser comisariada por Homo Velamine en este ensayo. La tercera es inherente a las obras digitales: toda persona la puede tener en su dispositivo.

Hoy, con las nuevas tecnologías que permiten al Pueblo alterar y crear composiciones, la obra de arte adquiere una cuarta función ritual: que el Pueblo se exprese, se identifique y se relacione a través de ella. La interacción entre el post-artista y el público es de igual a igual, es personal y recíproca a través de likes, shares, comentarios e incluso remakes. Esta cuarta función es la esencia de la sociedad del microespectáculo, y se fundamenta en el manifiesto jammer de Mark Dery: “Los roles de lector, escritor y crítico son tan rápidamente intercambiables que se hacen cada vez más irrelevantes en una comunidad de co-creación”.

La cuarta función ritual de la obra de post-arte. La usuaria de Facebook Rosa J. altera este meme anónimo sustituyendo el rostro de la mujer por el suyo propio y estableciendo la imagen como foto de perfil de Facebook, lo que despierta comentarios de halago y saludo entre sus contactos.

Por supuesto, las cualidades estéticas de las obras se han perdido por el camino. Piet Mondrian escribió en 1922 que “el arte es cada día más vulgar”, mientras que Aldous Huxley expresó en 1933 que “hoy en día la proporción de escoria en el total de la producción artística es mayor que ninguna otra época”. Huxley establece una relación aritmética, que trasladada a nuestra época sería: en lo que llevamos de siglo, la población de Europa ha crecido de 726 a 739 millones de personas, esto es, apenas un 1%. En cambio, en estos 19 años el Pueblo ha producido más composiciones que en el resto de la historia de la humanidad. Por cada obra que se generaba en el año 2000 hoy se generan diez mil o cien mil, en cambio por cada talento artístico existente entonces, hoy hay solo un 1% más. “El resultado es, pues, que la producción de escoria, hablando tanto en términos absolutos como relativos, es en todas las artes mayor de lo que fue”, concluye Huxley.

Estas palabras de Huxley son, evidentemente, las de una vieja. Su reflexión es irrelevante, porque, en cualquier caso, al gran público le suelen resultar indiferentes las cualidades estéticas. Benjamón explica que el placer de ver y experimentar está directa e íntimamente ligado a la actitud de evaluar, por tanto en el post-arte no es la estética, sino la ideología, la que define la calidad de la obra de arte y que cumpla su función ritual de representar y relacionarse.

El Pueblo empoderado por las TIC no desafía el poder, sino que lo refuerza. En la imagen central un cómic détournado al estilo situacionista en la página de Facebook ecologista y franquista Máquinas de movimiento contínuo.

Hoy las masas están más comprometidas que nunca al poder defender su ideología (o, más bien, en términos marxistas, su falsa conciencia, por la que creen defender como suyos los intereses de los oligarcas) con un clic y no con un adoquín. Ello, claro, ha degradado a niveles grotescos causas que hasta ahora eran loables. El fascismo, depauperado tras la Segunda Guerra Mundial y a menudo censurado en los medios de comunicación de masas, pero que es inherente al ser humano y solo se cura con metaironía y no leyendo, encuentra en un internet sin gatekeepers una herramienta perfecta para reflotar, y en la facilidad de realizar y difundir composiciones un vehículo comunicativo idóneo. El post-arte es, pues, la expresión política de las gentes, la estetización de la ética del Pueblo. Como tal, al contrario que el arte revolucionario del siglo XX que quería transformar el mundo, lo quiere mantener tal y como está. El poder no necesita hoy de mecanismos coercitivos para imponer las ideologías que lo sustenten, porque el propio Pueblo anhela construir ese sistema de significaciones “a su manera”.

El arte, por tanto, no ha muerto, se ha transformado. Está más vivo que nunca con sus miríadas de impersonaciones realizadas por cualquier mano diestra con WordArt y Paint. Simplemente se ha roto para siempre la distinción entre la élite artista y el Pueblo antiesteta, porque este lo ha invadido todo. Hoy se hace más patente que nunca la aspiración dadá de un nuevo arte descentralizado. “El viejo arte es una construcción, una sinopsis dispuesta de forma absolutista alrededor de un centro. El nuevo arte es descentralización, una descomposición del centro, una disolución”, escribió Raoul Hausmann en 1921.

Esta serie, compuesta por Carles Baguena Ruiz, no destaca por sus cualidades estéticas. Sin embargo en el post-arte es la ideología, y no la estética, la que define la calidad de la obra.

El “viejo arte”, que está ejecutado desde una élite para una élite, es hoy, por tanto, superfluo. El Pueblo es ahora el que obra, y su estudio, al igual que para los culture jammers, es el mundo en su totalidad. Por tanto la función del artista, desbordado por la producción popular, no puede ser otra que comisariar este continuo impromptu de manera que rescate lo más representativo. Como anticiparon Guy Debord y Gil J. Wolman en 1956, “todas las personas conscientes de nuestro tiempo coinciden en que el arte no puede ser considerado como una actividad superior, ni siquiera como una actividad compensatoria a la que alguien pueda entregarse honorablemente”.

Homo Velamine ha acometido la descomunal tarea de comisariar el arte del Pueblo en varios proyectos, como la recopilación de composiciones políticas Franco es kitsch, elaborado con ocasión de las elecciones generales de 2015 y 2016; o el estudio He sido fan de Camela durante un mes y esto es lo que he aprendido, donde investigó el quehacer cotidiano del Pueblo a través de 14 horas de clips de audio de WhatsApp y miles de imágenes y mensajes recogidos en tan solo un mes.

Este artículo es parte de nuestro libro Post-arte: La obra de arte en la era de la comunicación digital. Consiga aquí su copia
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Bibliografía:

  • Benjamin, W. (1935) La obra de arte en la época de su reproducción mecánica.
  • Berger, J. (1972) Modos de ver.
  • Debord, G. y Wolman, J. (1956) Métodos de détournement.
  • Dery, M. (1993) Culture Jamming: Hacking, Slashing and Sniping in the Empire of Signs.
  • Hausmann, R. (1958) Courrier dada.
  • Huxley, A. (1933) Crucero de invierno. Viaje a América Central.

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