Procesiones ontocéntricas: críticas y propuestas contra la izquierda humanista

Esta semana, el Gobierno del PP ha vuelto a escandalizar a la esfera pública al izar, a troche y moche, banderas a media asta por la muerte de Cristo. Una vez más, sin embargo, las críticas contra el Gobierno han sido miopes e inconsecuentes, lo cual nos obliga a intervenir en esta polémica a fin de evitar que se convierta en yet another instance of burdo y vil tertulianado meseto.

La conmemoración de la muerte de Cristo no significa que España sea casi una teocracia, ni que sus gobernantes sean personas cínicas que opinan que sólo con la religión puede dominarse a un pueblo, y que sólo este dominio garantiza el orden público. En rigor, todo no es más que un espectáculo donde Sufrir y Rezar se subordina instrumentalmente a la industria turística y a la estrategia de Empleo y Gol del PP. Por tanto, la semana santa y los capillitas tienen un papel central como figurantes de este Parque Neolítico que el gobierno sólo puede apoyar. No izar esas banderas a media asta significaría de inmediato que la Marca España no existe, ya que, si lo pensáis bien, tampoco podría existir de otra manera, dado que González y Aznar se cargaron la industria y Zapatero y Rajoy a los científicos. Por otra parte, no se ve por qué el gobierno no da un paso más en esta estrategia, y exige al Real Madrid que todos sus partidos comiencen con un besamanos al rey presidido por un Nazareno en la cruz, especialmente en los partidos de Champions; o bien que se fortalezcan los lazos entre las distintas facetas de nuestro clúster de innovación, por ejemplo, esculpiendo nuevos cristos con el rostro de Sergio Ramos o algún otro héroe nacional.

Ni que decir tiene, el compromiso ciego del PP con Empleo y Gol tiene nefastas consecuencias. No menos nefasta es la operación de abstraer Sufrir y Rezar para negarlo y luego superarlo como integrado en Empleo y Gol. Sin embargo, no deja de resultar admirable la habilidad del PP para pergeñar, en servicio propio, este conveniente pero grotesco collage ideológico-festivo.

En contraste, y lamentablemente, la respuesta de la izquierda ha sido predecible e inoperante a partes iguales. Por un lado, su crítica a que el PP conmemore la muerte de Cristo se asienta sobre un inverosímil argumentario liberal-biempensante, según el cual el gobierno no debe promover una religión o ideología de Estado: una crítica que oculta y deja incuestionado el sentido profundo que la maniobra pepera cobra como parte de su peculiar estrategia de Empleo y Gol, y que resulta, como veremos, en un debate con las cartas marcadas cuyas mismas coordenadas ya constituyen una derrota para el pensamiento transformador. Por otro lado, esta crítica al Gobierno se generaliza para aplicarse a la Semana Santa en su totalidad, a la cual se acusa de invadir espacios públicos e incluso zonas residenciales, incomodando a los conciudadanos a quienes la Semana Santa importa una mierda. Sin embargo, y al mismo tiempo, la izquierda no tiene problemas en invadir las calles con manifestaciones o con la cabalgata del Orgullo gay. Como consecuencia, la crítica izquierdista a la Semana Santa como invasión doctrinaria del espacio público es contradictoria, y a la postre insostenible.

De hecho, los grandes capitalistas están muy felices de que la derecha reaccionaria y la izquierda liberal-biempensante se enzarcen en debates sobre cómo es preferible ocupar la calle, si con cabalgatas de Semana Santa o cabalgatas del Orgullo gay. Incluso promueven que exista una relativa diversidad de opiniones en estos debates, del mismo modo que no dudan en avivar ellos mismos, cuando hace falta, la polémica sobre si es preferible educar al pueblo en filosofía o religión, valores patrios o educación para la ciudadanía. Al fin y al cabo, en todos esos debates se parte del presupuesto especista, humanista y neolítico de que lo que sea que importa es cosa humana, de humanos y que ocurre entre humanos.

Así, el fetichismo de las procesiones es comparable al despliegue de moda de las cabalgatas del Orgullo. En uno y otro caso no se hace más que exaltar el adorno antropomorfo, e incluso los motivos divinos del cristianismo son puramente humanistas, ya que Dios no deja de ser análogo al hombre y mucho más Jesucristo, que tomó forma humana. Otro tanto ocurre con la supuesta diferencia entre filosofía y religión, patriotismo y civismo moderno: ¿qué las distingue cuando, para empezar, el 90% de los filósofos son gente de humanidades y cuyo bol mensual de valor-grasa y, por ende, su ser, depende de promover el humanismo?

El Pueblo sin duda vive este mundo pero preconscientemente, como víctima de él; y su adhesión al humanismo, su participación en toda ideología humanista, no hace sino facilitar y lubricar su rol como objeto pasivo de dominio.

En realidad, las élites relevantes no creen en estas cosas, sino en el determinismo tecnológico y en la ley de hierro de la supremacía a través del dominio de las cosas, la cual viene principalmente otorgada por la técnica y sólo secundariamente por la ideología; por no mencionar que en el capitalismo avanzado la ideología se sustenta, moldea, reproduce y amplifica esencialmente con tecnologías de comunicación y transporte. Tenemos, por tanto, que el Pueblo cree en voluntades, deseos, justicia, moral, etc. mientras que las élites creen, por buenas razones, en las Stages of Growth y las Rates of Accumulation of Capital, Rates of Unemployment and so on. El Pueblo sin duda vive también este mundo; pero lo hace preconscientemente, como víctima de él; y su adhesión al humanismo, su participación en toda ideología humanista, no hace sino facilitar y lubricar su rol como objeto pasivo de dominio. Lo cual a la postre se plasma en una trayectoria más limpia y fiable hacia el futuro necesario, la Revolución Industrial k+n.

Interseccionalidad: donde hay que notar que especismo y cuñadismo son intensionalmente distintos pero extensionalmente equivalentes.

En este contexto, ¿qué podría irrumpir en la nébula de inmanencia vital e intelectual que sostiene al pueblo en su penar neolítico-humanista, trastocándola perdurablemente al objeto de caminar con paso seguro hacia el ontocentrismo? Quizás, apenas, algunos eventos muy notables que derrumbasen la verosimilitud de todo el espectro humanista de cosas: por ejemplo, que genuinos cyborgs comiencen a existir y poco a poco adquiriesen presencia en las cabalgatas del Orgullo, y pronto en la cotidianeidad y en los consejos de administración. De esta forma, el pensar cosificador y subjetivante que principia al humanismo podría entrar en conflicto patente con el pensar procesual, sistémico y antisustancialista que caracteriza a la ciencia y a la evolución efectiva de la sociedad. En todo caso, es probable que estos eventos fuesen sorprendentes sólo al principio, que pronto fuesen asimilados en la normalidad neolítica que nuestra psicología necesita para no caer en la total locura o el nihilismo.

En lo que a nosotros respecta, no nos cabe la menor duda de que el pueblo necesita tanto narrativas como especialmente procesiones y cabalgatas, pues no en vano éstas constituyen la forma-sonajero de aquéllas. Estos son, por ende, los únicos medios que nos permitirían captar la atención, admiración y compromiso del pueblo, a fin de ayudar a éste a comprender la ideología verdadera de sus élites y extraer las implicaciones ontocéntricas que ella conlleva. Ya nos parece escuchar cómo numerosos biempensantes vociferan indignados con su clásica y marciana objeción de que nunca está justificado invadir los espacios públicos. A esta cantinela es preciso replicar que la división entre espacio público y privado ha quedado por completo obsoleta en la era de las comunicaciones transnacionales, donde desde su cuarto de baño hasta el office del Papa se ha convertido en un continuo consagrado a la idea y forma de la piscina de bolas total.

En este contexto, no debe discutirse si las procesiones y cabalgatas son convenientes, ya que son lógicamente necesarias, constituyendo la forma a priori de la experiencia del pueblo. Lo discutible es qué tipo de cabalgatas deben promoverse, cuestión a la que aquí damos respuesta exigiendo el desarrollo de cabalgatas ontocéntricas. Una sugerencia para el año que viene, por ejemplo, consistiría en celebrar una semana de las fuerzas de producción, así, sacando sucesivamente en procesión esculturas del trigo, la irrigación, los molinos de viento, la patata, la imprenta, la máquina de vapor, la jenny, el sistema americano de piezas intercambiables, el barril de Brent, el método Bessemer, la Olivetti, etc. etc. Como colofón final, y última concesión al espíritu neolítico, planteamos agregar un desfile de clones de Bertín Osborne mejorados tomando los diferentes papeles de su carrera, incluyendo la nave de Scavengers, que saldría sin duda un tanto costosa, pero ¿qué precio no estaríamos dispuestos a pagar para lograr que el Homo velamine trascienda al fin su mísero y catatónico estado?

¡Habla, Pueblo, habla!

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