Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Barcelona es un garbeo semanal que parte cada viernes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y realizar una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc. Consulte aquí los próximos destinos.
Darius Romeu i Freixa (Barcelona, 1886 – Barcelona, 1970) segundo Barón de Viver, fundador del partido Unión Monárquica Nacional y alcalde de Barcelona durante la dictadura de Primo de Rivera es la persona que da nombre a tan singular barrio de la ciudad condal que ha acogido nuestro tercer garbeo por la L1. Entre otras gestas de la trayectoria política de nuestro gentilhombre cabe destacar: la inauguración de la primera emisora de radio española (Radio Barcelona), la apertura de la línea transversal del metro – actualmente nuestra querida L1 – la Exposición Internacional del 29, que le valió el título de Grandeza de España por nuestro bien amado rey Alfonso XIII y el haber impedido durante su alcaldía la municipalización del agua, promovida por el Estatuto de Calvo Sotelo, al ser uno de los propietarios de la Sociedad General de Aguas de Barcelona (hoy AGBAR, los de la torre).
Bautizado bajo la advocación de tan hidalgo caballero, era de esperar que Baró de Viver gozara de la misma buena fama y nobleza que Su Señoría. Al salir del metro nos encontramos en medio del «Nus de la Trinitat» cuyas curvas y viaductos garantizaron la supervivencia de la fábrica Miquel y Costas, productora del papel de fumar Smoking, galardonado con el “Gran Premio” en la exposición internacional del 29 que organizó el buen barón. El nudo es una de las cuatro infraestructuras que cortan el barrio, junto con las cocheras de Renfe, el río Besòs y el polígono industrial del Bon Pastor. En medio de tan singular escenario nos topamos con los fastos de celebración del primer aniversario del Skatepark. Allí hablamos con Lola quien nos comentó que llevaba toda la vida en el barrio y que debido a la tasa de población no llegaban al mínimo para la implantación de servicios y equipamientos básicos como bibliotecas, oficinas de banco, farmacias o centro de atención primaria. Seguidamente nos percatamos de que el obsequio a los participantes en la exhibición de skaters, botellines de agua mineral, rendía homenaje a la gran gestión del agua de nuestro apreciado barón.
Proseguimos la caminata hacia el puente de Santa Coloma para admirar la frontera entre Santaco. City y Barna. Allí pudimos comprobar la diferencia entre ambas orillas así como el discurrir del agua cristalina e inerte, gracias a la gran concentración de químicos, del Besòs. Tan singular escenario sería el final de nuestro garbeo unas horas más tarde, más no adelantaremos acontecimientos.

Seguidamente admiramos el bloque de la calle Tiana, con sus magníficos balcones en L a fin de guardarse de las miradas indiscretas del vecino tras el visillo.


Tras contemplar tan ingeniosa solución, nos adentramos en el conjunto de viviendas conocidas como «Gran Salón» obra del arquitecto Emili Donato, inauguradas en 1989. En tan monumental conjunto encontramos el Club de Fútbol de Barón de Viver y a su gran presidente Manolo Martínez. Manolo es un señor de altos valores morales y, a pesar de no ser creyente, no le parece bien que se haga exhibicionismo de las gracias femeninas en las iglesias como forma de protesta dado que “una cosa es la libertad y otra el libertinaje”. Nos cuenta que el Club de Fútbol no tiene campo desde que en el 85 se remodeló el barrio y que incluso el concejal de Sant Andreu del antiguo gobierno municipal le había asegurado que “mientras viva no habrá campo de fútbol”. Ahora parece que las cosas han cambiado y, tras más de 20 años siendo un club de fútbol sin campo, al final iban a poder disponer de uno y abandonar el futbolín. Y es que para Manolo “lo que hizo bueno Franco hay que dejarlo” y “las cosas que caen por su peso son las que se tienen que hacer” apostilla mientras tira una moneda al aire. Para él la política no debería basarse en partidismos sino en “hacer las cosas bien para satisfacer las necesidades del pueblo”. Él asegura que hizo mucho por la democracia pero afirma que con el tiempo se ha dado cuenta de que “a Franco habría que hacerle un monumento”. Abrumados por tanta sabiduría, Manolo nos dice que ve nuestro futuro “muy negro” por cómo están las cosas y que aunque emigremos no nos van a dar ninguna facilidad como sí que ocurre con los inmigrantes que llegan a nuestra patria para birlarle la pensión. Maravillados ante tan bella oda al Sufrir y Rezar, nos despedimos no sin antes informarle de que conocemos personalmente a Emili Donato, el demiurgo de la magna obra arquitectónica que acoge su excelsa institución. Manolo nos informa que la cosa está que se cae, que no tiene ascensores porque se hizo con las leyes de edificación del 54, y nos pide los datos de contacto del arquitecto para organizar una pequeña caza de arqui-brujas con algunos de los hinchas más entregados del club.


Tras tan viva muestra de ultraracionalismo en las carnes nos dirigimos hacia el sur, a pesar de haber perdido a una de nuestras compañeras que derivó demasiado, hasta llegar al colegio público de Baró de Viver. Allí pudimos admirar el gran mural realizado por los alumnos en el muro del patio del recinto. Comprobamos que los niños, traumatizados por la obra del señor Donato, sueñan con constituir una nueva Galia independiente frente al mar.

Siguiendo por la calle Tucumán pasamos frente al almacén de hierros Lamitasa del grupo Sogeis(h)a hasta llegar a la nueva plaza del pueblo, sin nombre oficial, presidida por el centro cívico del barrio, inaugurado en 2015. Allí admiramos las fuentes de colores apagadas y la escultura «El puente de las maletas» del escultor Fernando Bravo, en homenaje a todos los que llegaron en aquellos años de migración interna (1950-1960).


Nos acercamos al Centre Cívic para charlar con Francesc, de Sant Celoni, el cual nos permite pasar a ver el edificio a pesar de haber terminado el horario de apertura. Nos cuenta que organizan muchas actividades y cursos de cocina y papiroflexia, en los que enseñan a hacer cocidos y grullas de papel, Oriente y Occidente unidos tras un muro vegetal con espíritu eco-friendly. Tras tan magna fusión conceptual nos maravillamos con el ¿chihuaha o magdalena? colgado en la entrada a fin de alcanzar el éxtasis psicodélico y apreciar la señalética trampantojo – ¡ni el Palazzo Spada de Borromini la supera! – antes de disponernos a firmar en el selecto libro de visitas del centro. Y es que vivir en Baró de Viver es cómo viajar a la luna…



Ponemos rumbo hacia el Bar Cervecería HNOS. TORAN para hidratar nuestras gargantas tras haber contemplado tan entrañables escenarios. La decoración del local componía un retablo del Empleo y Gol con nada que envidiar a la Capilla Sixtina. En él convergían lo mejor de nuestro fútbol con las firmas de las más brillantes estrellas de nuestro firmamento musical (Miguel Poveda, Rafael y Falete) junto a los más grandes héroes de la tauromaquia, como José Tomás. Entablamos conversación con Herminia, la cual se mostró preocupada por que la echaran del bar pensándose que lo iban a cerrar para organizar una fiesta VIP en nuestro honor. La tranquilizamos diciéndole que no se preocupase, que antes de permitir que la expulsaran la nombrábamos nuestra musa.


Proseguimos la reunión preocupados por la información de que en el bar cervecería se han quedado sin cerveza. Y es que, como afirma uno de los parroquianos “un bar sin cerveza es como un jardín sin flores”. Al llegar las nueve, la jefa empieza a fregar mientras informa de que ha llegado la hora de cierre del local. Nos disponemos a salir cuando nos dan el soplo de que si permanecemos unos minutos más podremos presenciar un verdadero espectáculo de luz y color cuando bajen la persiana. Haciendo bandera de las reglas de cortesía que nos caracterizan, nos esperamos para observar el inicio de los fuegos de artificio. Una vez se han ido los clientes biempensantes, admiramos el fantástico escudo de España tatuado en el muslo del dueño del local, que lo exhibe con orgullo. Tamaña obra de arte ablanda nuestros corazones y nos hace saltar la lagrimilla. La cosa promete. Hablamos con algunos de los participantes de la recién inaugurada bacanal mientras los vasos de whiskey corren de mano en mano al grito de “a esta ronda invito yo” amenizados por el flamenco y las palmas de los contertulios. El tío del dueño nos informa que él es independentista y que tanto duende le da grimilla ya que “los independentistas no cantamos, me caen mal los que cantan flamenquillo”. Para él el cante jondo es una manera de situarse en un bando, en su caso el enemigo, y no es plato de buen gusto. Nos interesamos por saber por qué no canta ni cuando está en la ducha a lo que responde que los indepes “no tenemos motivos para cantar con la que está cayendo”. Dichas palabras contrastan con las de su sobrino, el dueño tatuado, el cual afirma que “yo soy más facha que Franco, pero aun así respeto”. Una muestra más de la fractura social que divide a las familias en la era post-procés.

Charlamos amigablemente con el resto de cofrades. Uno de ellos, de aspecto bastante joven, nos ofrece una calada de un cigarro algo aceitoso. Declinamos la invitación con muestras de amabilidad y suspicacia a lo que nos responde “mejor que no fuméis de esto, es veneno”. Averiguamos que el chico hizo algo de dinero con un negocio relacionado con unas chinas que le permitió invertir en un par de bloques en Hospitalet. Acto y seguido presenciamos la gran reflexión filosófica de la noche, a raíz de la dialéctica entre un par de hombres de bien:
Hombre A: ¿Qué pasa?
Hombre B: ¡El tiempo!
Con el alma hipostasiada ante tal revelación, que deja a Platón a la altura del betún, nos despedimos tras mostrar nuestros respetos al altar de las pensiones, solicitando amablemente que nos levanten la persiana del local al haberse vuelto el ambiente demasiado amigable.

De vuelta al metro contemplamos la narración de la historia del barrio plasmada por el ayuntamento en las (in)eficaces vallas anti-ruido de la Ronda de Dalt, entre las que encontramos la gran sentencia que el periodista Josep M. Huertas hizo allá por los años 70: “No querría ofender a nadie, pero la primera vez que fui al barrio de Baró de Viver pensé que era el fin del mundo”. Inspirados por tal impresión estética digna del mismísimo Proust, nos propusimos bajar al margen del Besòs para inspeccionar las entrañas del barrio. Sobre la hierba, una gran multitud de conejos nos miran recordándonos que en ellos se encuentra el origen latino del nombre de nuestro gran país (Hispania = tierra de conejos). Ante tan bucólica estampa, decidimos internarnos en uno de los desagües del Río en el que encontraríamos el fin final del Valor-Grasa y la verdadera esencia de los vecinos de Baró de Viver. Al no contar con ningún hablante de pársel entre nosotros, decidimos volver antes de tener que enfrentarnos a la situación de entablar conversación con algún que otro basilisco.

Finalmente, montamos en el metro cual Don Quijote a lomos de Rocinante a la búsqueda de nuevas aventuras en el horizonte escarlata de la L1.
