‘Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc.
Este martes hemos realizado el primer garbeo del año partiendo de la estación de metro de Suanzes, donde el enorme parque de la Quinta de los Molinos se extiende a nuestra vera. Nada más echar a andar, el aspersor más cercano a las vallas nos da la bienvenida empapándonos. La Guardia Civil, unos metros delante nuestro, dirige la serpenteante marabunta de coches, atascada a la entrada de la rotonda debido a un pequeño accidente. No parece el mejor inicio para un garbeo, pero continuamos con paso firme, confiados en que la diosa Fortuna gire su rueda.
Torcemos en la primera perpendicular y nos encontramos con grandes moles residenciales, algunas de ellas con una forma geométrica un tanto curiosa.
La zona tiene cierto parecido con algunas calles recorridas en nuestros garbeos por Alameda de Osuna y El Capricho, pero sin tantas vallas como allí, lo cual resulta muy de nuestro agrado. Seguimos avanzando y los edificios desaparecen de forma paulatina conforme nos vamos acercando a la A2. Finalmente llegamos a un descampado colindante con la autopista en el que sólo quedan dos: la Clinica Universidad de Navarra y otra nave que no sabemos muy bien que alberga y a que obedece, pero es simétricamente perfecta. ¡Viva la geometría!

Nos decidimos a cumplir la ley y no atravesar la autopista a pata, así que giramos a la derecha, donde vislumbramos algunos chalets. Este es un barrio extraño, ecléctico. Parcela a parcela, manzana a manzana, nos detenemos para contemplar las muy diversas casas con las que nos vamos topando.





Recorremos todo el barrio y vamos a parar de nuevo a la calle Alcalá. Volvemos a la parada de metro desde la que iniciamos el garbeo y entramos en uno de los bares de la zona, en el que trasegan sus cervezas los trabajadores de las numerosas naves, oficinas y talleres que están establecidos aquí.
Reponemos fuerzas con una tortilla de patata un tanto infame y, en vista de la situación, tomamos una decisión drástica: si Fortuna no gira su rueda, la haremos girar nosotras.

Si usted recorre la calle Alcalá a la altura de Suanzes sólo encontrará naves industriales y edificios de oficinas en los que tienen su sede empresas tan dispares como Renault, SDI, Indra o Porcelanosa. Pero si avanza unos metros más en dirección a Ciudad Lineal, estos edificios son sustituidos por bloques de viviendas en cuyos bajos proliferan como setas las casas de apuestas. Este es un tema muy en boga actualmente, pero no entendemos las reticencias al respecto, máxime cuando a la puerta de estos locales hay unos carteles en los que se nos invita a apostar de forma seria y eficiente. Y es que ya se sabe desde tiempos inmemoriales: la información es poder.

Pero lo cierto es que no tenemos demasiadas ganas de informarnos y preferimos el puro azar, el inesperado golpe de suerte. El Bingo Las Vegas se alza majestuoso ante nosotras con sus neones rutilantes y sus columnas marmoreas y no dudamos ni un momento en entrar. Lo primero que nos encontramos, además de máquinas tragaperras ultramodernas con pantallitas y una orgía de luces y colores, es el porte gallardo de John Wayne.

Entregamos nuestros DNI en recepción y entramos en la sala destinada al bingo. Entre la numerosa concurrencia destaca un elevado número de señoras mayores que tachan frenéticamente cinco o más cartones a la vez, lo cual nos parece digno de admiración: a nosotras con solo uno ya nos cuesta seguir el ritmo. La música es muy variada, podemos escuchar desde «Mayores» de Becky G hasta «Déjame» de Los Secretos, pasando por una estrafalaria versión pop del «Cumpleaños feliz». Los miercoles y domingos por la tarde hay chocolate con churros gratis.
Cartón a cartón van pasando los minutos y ni siquiera conseguimos una triste linea. Tras el anuncio de un bote de 1000 euros decidimos echar la última. Nos pensamos si coger dos cartones en esta ocasión, pero desechamos la idea. La ganadora de la partida resulta ser la señora de la mesa de al lado, por lo que si hubiesemos cogido ese segundo cartón nos habríamos llevado el tan ansiado premio. Ya no queda duda alguna: Fortuna ha anclado su rueda y se rie de nosotras de forma inmisericorde. Que se le va a hacer.
Salimos de allí con unos cuantos euros de menos en la cartera y unos cuantos mililitros de alcohol de más en sangre. Pese a todo, nuestra propuesta es mantener las casas de apuestas, siempre y cuando en estas se parafrasee a grandes autores de la Historia de la Literatura y se advierta de la necesidad de informarse para no caer en las garras de la malvada probabilidad. ¡Que no os pase como a nosotras!