Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Barcelona es un garbeo semanal que parte cada viernes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y realizar una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuámos con él, cantamos a favor de la labadora, etc. Consulte aquí los próximos destinos.
Es viernes 1 de febrero y, como cada semana, nos convocamos en la salida del Pont de la Torrassa a las 19:30, a las 19:40, a las 19:50, a las 20:00… Según van llegando las asistentes, soportamos felices la espera con traguitos de Estrella para combatir el frío y contrastamos los orígenes de cada una: nos acompaña una mayoría culiparda con morriña de gachas y migas de posguerra, y las demás tomamos nota de todos los ingredientes de cara a sobrevivir a la cuota de autónomos y a los precios de la capital.
La Torrassa inaugura los garbeos en L’Hospitalet y forma parte del Districte II, el más poblado de la ciudad, pero que no fue ciudad hasta que en 1925 le dio el caprichito a Alfonso XIII. Durante el franquismo sufrió la especulación urbanística y a día de hoy, bajo el maná de la democracia y cuarenta años de gobierno del PSC -un masoquismo herencia de Andalucía-, L’Hospitalet se ha convertido en la tierra prometida para aquellos artistas emergentes que ya no caben en Barcelona y rezan por conseguir la bequita/residencia/taller en alguno de los nuevos espacios del Arte aka gentrificadores de turno. Desde 2004, las reformas de l’ajuntament han ido en pro de la innovación tecnológica y la renovación y revalorización dels barris, pero nosotras a priori desconfiamos de tanta promesa cívica.
Percibimos que el barrio es tranquilo y comenzamos la marcha muy animosas, dando a parar a la Avinguda de Ponent, donde comprobamos que la disposición de los toldos verdes de los balcones se da constantemente en chaflán y acentúa la monumentalidad y dignidad de este nuestro símbolo. Nos detenemos para mostrar nuestros respetos y sale a nuestro encuentro el escaparate de una tienda de santería con las más variadas fantasías: a un lado de la entrada, figuritas de vírgenes con niño, ángeles, santos, cristos y monjas; al otro, Sodoma y Gomorra. Dos muñecas Nancy rodeadas de calabazas, plantas y velas reciben al cliente que quiera dejar atrás sus problemas con el alcoholismo y el juego; no es nuestro caso.

Seguimos caminando en dirección a la plaza de la Bòbila para visitar la Cofradía 15+1, hermandad creada espontáneamente una Semana Santa de 1977 por quince andaluces emigrantes nostálgicos y un ribereño capillita. Las leyendas cuentan que salieron “con una mesa a hombros y unos envases de cerveza como velas. Al salir a la calle así, simulando una procesión, algunos vecinos del barrio se lanzaron a cantar saetas”. ¡Cuánta devoción! La sede de esta hermandad, que por laica y pecadora no está reconocida por la Iglesia, demuestra estar a la altura de la primera performance del grupo, pues en su persiana tiene grafiteada una vidriera al más puro estilo Chartres. Lástima que estuviera cerrada, pues algunas dudan en unirse a sus filas.
No entendemos muy bien qué obsesión tienen las gentes de este distrito por exhibir muñecas y maniquíes. En el hall del centro cultural de la misma plaza se exponen cuatro vitrinas con la colección “Barbie ochentera”, lo cual hace pensar si también a la Torrassa ha llegado el espíritu nostálgico millennial, pero, gracias a dios, el gerontócrata que posa como reclamo en un folleto de cursos de fotografía nos da esperanzas de lo contrario. Bajando otra vez a acera firme encontramos al que probablemente sea nuestro proveedor de fondo de armario para futuros actos, Píkara Fashion: lentejuelas, transparencias, trampantojos de pechera, brilli-brilli, escotes con la tela justa para que nada desborde y plataformas imposibles. Nos causa tanta excitación que el dueño tiene que salir a contenernos.
Ya en La Florida, el paraje no es muy inspirador. Se suceden bloques de edificios y parques vacíos hasta que damos con Lubna y Yusla, dos mozuelas que conversan en un banco a la luz de una torre de electricidad y que anuncian que “lo chungo está más abajo”. A Joseluis y Martirio se les iluminan los ojos ante la posibilidad de continuar la deriva en la barriada gitana, pero el resto de la manada insiste en buscar pronto un bar concurrido donde comenzar con la tarea gastronómica. Lo cierto es que no hace falta seguir mucho más abajo para comprobar que entre la juventud de La Florida priman la hermandad y el afecto, pensamos, mientras un chaval ayuda a otro a hacer contacto cabeza-suelo y un tercero lo graba.
En el bar “Los Gallegos” nos reciben con medianas, quintos y el combo “olivas, bravas y jamoncito”, y entre varios temas se vanagloria el festival de cortos de Sants, donde una puede ir y gritar burradas a modo de catarsis. Zumo Gris queda embelesada con el camarero que corta jamón en la barra, y es que realmente el hombre tiene un saber cortar, una paz y una tranquilidad envidiables. Tras sobrevivir a un granizo espontáneo que sólo penalizó a las fumadoras, pagamos una factura donde la única unidad de medida son licores. ¡Qué maravillosa realidad! Ya en el metro, algunas ultrarracionalistas se van dispersando a sus moradas, mientras otras improvisan tomar “la última” cap al Raval. Próxima parada: Can Serra.