Propuestas para una mejora ultrarracional de Torre Arias

Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc.

Este martes nos hemos acercado a Torre Arias para proseguir con nuestro trayecto por la linea 5. Nada más salir de la boca de metro nos topamos con numerosas hileras de adosados, lo cual no era lo que esperábamos tras nuestro anterior garbeo. Aquí el Toldo Verde es sustituido por la cancela.

Una finca en concreto nos llama poderosamente la atención. ¿Es un chalet como los demás o se trata de un platillo volante desde el que los alienígenas toman nota de todo lo que sucede en el barrio?

Pronto los chalets desaparecen y dan paso al cálido regazo del Toldo Verde. Pero estamos en una zona con un urbanismo muy cambiante. Poco después nos volvemos a encontrar con calles de una uniformidad alienante, bloques monocromos y monolíticos de viviendas entre los cuales crece tímidamente la hierba.

La fiesta padre.

En el otro extremo de estos edificios hay un muro que separa la calle de las cocheras del Metro, en las que los ferrocarriles descansan unos minutos antes de volver a surcar los subsuelos de la gran ciudad.

Los bebes los traen las cigueñas desde París y los metros los traen los railes desde el barrio de Rosas.

La acera ha sido diseñada con todo lujo de comodidades, permitiendo incluso que circulen dos peatones en paralelo, siempre y cuando ninguno de los dos sea excesivamente gordo.

Una acera señorial

Pero por si esto no fuese suficiente, unos metros más adelante es sensiblemente ampliada para alegría de las personas obesas, que ahora ya podrán pasear por aquí con alguien a su lado.

Estamos en un barrio «fat friendly».

Al final de la calle volvemos a tener reminiscencias del garbeo anterior cuando divisamos al fondo el Metropolitano. Cambiamos de rumbo para no volver a patear las zonas ya recorridas la última semana y nos encontramos con otro inmueble de características religiosas: la moderna Iglesia de Nuestra Señora del Camino. El brutalismo y la fe se aúnan en este semicírculo liso de hormigón con una enorme cruz a la puerta.

Proseguimos nuestra marcha y pronto resulta evidente una verdad incómoda: la cercanía con el estadio del Atlético ha modificado por completo la identidad del barrio. La semana pasada Manolo (el dueño del bar Manolo) ya nos reconoció en petit comite que, pese a que tenía su bar repleto de motivos colchoneros, él era aficionado del Rayito, pero claro, había que aprovechar la coyuntura y todo eso. No solo en los bares sucede ésto. Buena parte de los comercios han decidido aprovechar la presencia del Wanda para revitalizar su marca personal, en un perfecto ejemplo de autodesarrollo de Empleo y Gol. Todo esto nos apena profundamente, ya que es muy probable que derive en una escalada armamentística en la que cada local compita con sus vecinos por ver quien tiene dibujados más baloncitos de fútbol en su entrada. Ante semejante panorama, solo podemos torcer el gesto y hacer fotos.

Wanda Car: ahora también en posespañol.
Acercando la alta cocina a las masas colchoneras.
Si en los aledaños del Bernabeu se encuentran el Txistu y el Asador Donostiarra, aquí no iban a ser menos.

Como ya habrán podido comprobar nuestras lectoras, estamos en una zona con numerosos comercios, y en muchos de ellos encontramos detalles verdaderamente curiosos.

Este tendero parece que está durante mucho tiempo en el herbolario de al lado.
El herbolario en cuestión.
Doemi puja fuerte en el barrio, quizá por eso el tendero de al lado del herbolario se pasa tanto por allí.
Posinglés.

Hacemos nuestra parada de rigor en uno de los bares de la zona y allí disertamos largo y tendido sobre nuestras numerosas cuitas hasta que, cuando vamos a pedir otra ración, nos dicen que están a punto de cerrar. Tras salir del bar algunos miembros de la comitiva toman el camino de vuelta a casa. Lo cierto es que se ha hecho bastante tarde, pero los más ociosos aún tenemos energía para seguir explorando el barrio y pocas ganas de marchar. Decidimos tirar una moneda al aire: si sale cruz nos resignamos y nos vamos a dormir; si sale cara buscamos otro sitio para tomar la última.

Y salió cara, amigas. Vaya que si salió cara.

Todo San Blas está ocupado por los indios… ¿Todo? ¡No! Un bar poblado por irreductibles vikingos resiste, todavía y como siempre, al invasor.

Habíamos divisado el cartel del Bar Akelarre al principio de nuestro garbeo, pero supusimos que sería un homenaje irónico-feminista o algo por el estilo. Al llegar a la entrada nos quedamos sorprendidos por el descaro del propietario, que no se amedrenta pese a estar en pleno epicentro colchonero, pero nuestra sorpresa se troca en absoluta admiración en cuanto cruzamos la puerta.

Hemos dado con un santuario blanco que deja al museo del Bernabeu a la altura del betún. El sitio, decorado con mimo y esmero durante décadas, contiene fotos de prácticamente todo jugador que haya vestido la camiseta madridista en los últimos 20 años, y en muchas de ellas posa junto a las estrellas blancas el orgulloso propietario del bar. Leyendas como Raúl, sufridos currantes como Michel Salgado, canteranos flor de un día como el nunca bien ponderado Javi Portillo, fichajes fallidos como Kaka, cierrabares pendencieros como Guti… todos ellos decoran con sus jetos las paredes del Akelarre, son tantas las fotos que prácticamente no hay hueco para todas y algunas están pegadas precariamente en el techo. Detrás de la barra hay una lista con las alineaciones de cada final de Champions ganada por el conjunto blanco, recortes de prensa con las crónicas de las grandes hazañas de la historia del Real, carnets del año la polka, numerosas bufandas con leyendas que proclaman la indiscutible superioridad del club de Concha Espina y algunas caricaturas recortadas del periódico. Justo encima cuelgan, cual jamones curados, las brujas de trapo que dan nombre al bar, y enfrente podemos ver fotos de los hijos de la pareja con Lorenzo Sánz, pero comprobamos cariacontecidos que no hay instantaneas de la familia con Florentino I de España. Nada falta en esta auténtica galería de heroes y mártires, material hagiográfico de primer orden, una oda sin parangón a la única institucion sacra que permanece incólume en este bendito pais: el Real Madrid Club de Fútbol.

Aún extasiados y sacando fotos como auténticos locos a todos los rincones habidos y por haber, hablamos con el afable matrimonio propietario del bar, al que felicitamos una y otra vez por su obra. Les preguntamos si la cercanía del Wanda y la consiguiente mutación del barrio les ha traido algún problema, pero nos contestan que les da igual y que para algo ellos llevan mucho más tiempo aquí que el estadio rival; para demostrarlo el hombre señala orgulloso un recorte enmarcado de El Mundo, fechado en 1998, en el que se glosan las virtudes de esta magnífica taberna. Nos explica también que el bar llegó a estar aún más engalanado en sus buenos momentos (como en 2010, cuando forró todas las paredes de rojigualda para celebrar el triunfo de Terciopelo Rojo como se merece) y nos muestra algunas fotos en las que vemos que de los tabiques blancos del local colgaban por aquel entonces aún más reliquias, santos y postales que a día de hoy.

Enrique y Demófila observan las fotografias de los buenos tiempos del Akelarre, cuando aquí venía Lorenzo Sánz a comerse sus torreznos.

Tomamos la cerveza totalmente sobrecogidos ante esta Capilla Sixtina patria que hemos tenido el gusto de descubrir por pura casualidad, aún no acabamos de creernoslo. Nos despedimos de los dueños, nos reiteramos en nuestra admiración por haber construido semejante templo con tanto tesón y paciencia y, ahora sí, nos retiramos a nuestras casas. La única propuesta que tenemos coraje para realizar es declarar el Akelarre Patrimonio de la Humanidad y pedir que El Chiringuito de Jugones pase a ser grabado aquí cuanto antes. Es lo mínimo que podemos hacer.

Anónimo saca esta última foto antes de abandonar el bar, apareciendo en ella subrepticiamente, al modo de Velazquez en sus Meninas.

¡Habla, Pueblo, habla!

Nos han condenado a 18 meses de cárcel y 15.000€ por destapar una sucia cloaca.  Lee más y apóyanos » 

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