‘Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc.
Nos vamos aproximando al final de la línea 3, y esto se nota cuando nos bajamos este martes en la estación de San Cristóbal. Lo primero que percibimos es que el aire huele a campo, y nada más salir por la boca de metro nos recibe un amplio espacio verde que invita a ser explorado: sin duda, ya no estamos en la gran urbe.

Mientras esperamos al resto de la comitiva, comprobamos sin sorpresa que la mayoría de la gente que sale del metro se encamina hacia el descampado, así que una vez que nos hemos reunido todas no dudamos en empezar a explorar nosotras también por ahí.


Atravesamos toda el área verde y llegamos a una zona industrial que, a pesar de contrastar con el paraje que acabamos de abandonar, también tiene su encanto.



Intentamos, como siempre, encontrar similitudes y diferencias con otros barrios que hemos visitado anteriormente. Por ejemplo, notamos que algo que comparten San Cristóbal y Ciudad de los Ángeles es su gusto por los pasos de cebra decorativos.

Y si bien en Ciudad de los Ángeles las calles tenían unos nombres muy poéticos, aquí se ha optado por lo meramente descriptivo en aras de la funcionalidad.

Pero que la poca imaginación que se ha puesto en los nombres de las calles no confunda al visitante: los vecinos de San Cristóbal cultivan el arte de la palabra tanto o más que el resto del distrito de Villaverde.



Nuestro amor por lo ferroviario nos conduce una semana más en dirección a las vías del tren, y damos con una estación de renfe.
Las más incivilizadas del grupo insisten en que debemos cruzar las vías: al parecer al otro lado se encuentra Butarque, un oasis paradisiaco de difícil acceso al que pocos turistas llegan y del que casi no hay imágenes en Instagram. Las demás, aunque tentadas por la idea de visitar Butarque, consideramos que allanar propiedad de Adif es muy marzo de 2019, y votamos en contra.

Seguimos paseando un rato y encontramos otro polígono industrial, cruzamos una carretera, bordeamos un cuartel de la Guardia Civil… San Cristóbal tiene de todo.



Llegamos a otra zona residencial donde podemos ver, igual que la semana pasada en Villaverde Bajo, que en San Cristóbal los vecinos no se andan con remilgos a la hora de decirse que se quieren.







Si bien es verdad que también hay espacio para los sentimientos negativos.


En este barrio de poetas también quedamos perplejas al ver a una persona que estaba serrando pacientemente las rejas de una ventana desde dentro de una vivienda: no supimos si se trataba de una performance o si era alguien tratando de huir, así que como buenas ciudadanas del siglo XXI lo grabamos en vídeo y continuamos nuestro paseo, olvidando el insólito incidente a los pocos minutos.
Ya es casi de noche y llevamos horas caminando, pero no nos sentimos preparadas para dar por concluido el garbeo, es como si nos faltase algo. Y cuando vuelve a aparecer en el horizonte, aparentemente inalcanzable, nos damos cuenta de cuál es el origen de nuestra inquietud: se nos ha quedado la espinita de visitar Butarque.

Ni cortas ni perezosas, nos proponemos llegar, cueste lo que cueste.


Al llegar, constatamos que Butarque es tan despampanante de cerca como ya prometía de lejos.

Nos ha costado tanto llegar que no nos podemos creer que por fin estemos en Butarque. Pero, ¿estamos de verdad en Butarque? La tragedia: unos amables niños nos dicen que no, que esto es Villaverde Bajo-Cruce.
No hay palabras para expresar nuestra decepción. Es imposible que los niños, en su bendita inocencia, nos hayan querido vacilar. La única explicación posible es que Butarque sea un enclave totalmente inaccesible salvo en excepcionales circunstancias, igual que a la aldea escocesa de Brigadoon sólo se podía llegar una vez cada cien años.

Cuando por fin encontramos un bar pseudo-asturiano donde sentarnos, nos damos cuenta de que estamos cansadísimas de tanto caminar y de que, con la emoción de que si Butarque que si no Butarque, casi no hemos pensado propuestas de mejora para el barrio. Un desastre todo, vaya.

Improvisamos algunas:
- Ya que en nuestros paseos siempre nos encontramos vías del tren que no podemos/queremos cruzar, proponemos que se habiliten recorridos que discurran en paralelo a ellas, para poderlas disfrutar un poco. Esta medida, inspirada por Madrid Río, se llamará Madrid Vía.
- Proponemos que se organice un certamen de poesía sobre los muros de San Cristóbal, para premiar la valía de los jóvenes talentos del barrio.
- También proponemos que se organice una batalla campal SanCris-Vallekas, para descargar tensiones y poderse llevar bien otra vez después.
- Por último, proponemos que se instalen merenderos al borde de la autopista. Nos entró hambre por el camino y no había cristo que encontrase un sitio decente donde sentarse a mirar el tráfico y comernos nuestros bocatas de queso.
Esperamos que la semana que viene se nos dé mejor la clausura de la línea 3. El último dato de interés que podemos regalar a nuestros lectores, para que cuando visiten Madrid South se sientan como verdaderos insiders, es que por todo Villaverde se conoce a la ración mitad de patatas bravas y mitad de patatas alioli con el maravilloso nombre de braviolis. Término que nosotras no habíamos oído nunca y que incorporamos de inmediato a nuestro vocabulario.

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