En las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción, toda la vida se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos.
Tras la Segunda Guerra Mundial varias corrientes de vanguardia europeas comenzaban a tomar el relevo de un surrealismo agónico, que “había quedado reducido a un desfile infinito de repeticiones degradantes”.31 Entre estas diversas corrientes estaban la Internacional Letrista, el Movimiento Internacional por una Bauhaus Imaginaria o el Comité Psicogeográfico de Londres. Todas convergieron en 1957 en la Internacional Situacionista, que perduró hasta 1972, año en que se autodisolvió.
El movimiento toma el relevo del pensamiento revolucionario, pero renovándolo. El surrealismo en los años 50 ya no basta: se ha convertido en un movimiento puritano y aburrido. Ni siquiera Breton es capaz de escandalizar ya, como él mismo admite amargamente. Según apunta el primer número de la revista Internationale Situationniste (junio 1958):
Se hace necesario en la cultura un movimiento revolucionario que se apropie, con gran efectividad, de la libertad de espíritu y la libertad concreta de las costumbres que reivindicó el surrealismo. Para el situacionismo, el surrealismo fue solo el comienzo de la experiencia revolucionaria cultural, experiencia que casi inmediatamente tocó techo en la práctica y en la teoría. Se trata de llevarla más lejos. (...)
Una continuación del surrealismo sería, de hecho, la actitud más consistente a tomar si nada nuevo aparece para reemplazarlo. (...) No es fácil formar hoy un movimiento más liberador que el surrealismo de 1924 —aquel que Breton prometió reagrupar si volvía a aparecer— porque su carácter emancipador ahora depende de apropiarse de unos medios mucho más avanzados. Pero quienes se llaman surrealistas en 1958 no solo son incapaces de liderar ese nuevo movimiento, sino que tienen incluso la determinación de combatirlo.

Conscientes del gran fracaso revolucionario soviético, que devino en puro buromundo, los situacionistas no pretenden desbancar al gobierno para ponerse a sí mismos. Se trata, más bien, de socavar la propia adicción al poder, y manifestar la contradicción de la sociedad en su conjunto. “Al final / al principio, no hay líderes ni seguidores: solo hay actores”.32
En un mundo ya dominado por el mass media definitivo, la televisión, los situacionistas establecen los parámetros revolucionarios en un nuevo campo de batalla: la comunicación de masas. Estamos en “la sociedad del espectáculo”, según el gurú Guy Debord. Todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación, dice: una acumulación de espectáculos, que no son un conjunto de imágenes sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes. El espectáculo se presenta a sí mismo como una vasta realidad inaccesible que no puede ser cuestionada; su premisa es “lo que aparece aquí es bueno, y lo que es bueno aparece aquí”. Es un generador de un inmenso imaginario de Grasa33 disparado incesantemente al Pueblo. María Teresa Campos, Suma Emisora, da (papel activo); el Pueblo recibe (papel pasivo). “Es fácil ver hasta qué punto el principio mismo del espectáculo está ligado a la alienación del viejo mundo: la no-intervención”, dicen.34

Por el contrario, los situacionistas proponen un público actor que “construya situaciones”. “La situación está hecha para ser vivida por sus constructores. La función del ‘público’, si no pasivo apenas figurante, ha de disminuir siempre, mientras aumentará la parte de aquellas personas que no pueden ser llamados actores sino, en un sentido nuevo de este término, vividores”.35 Es la premisa básica del situacionismo.
El arte es ahora más que nunca una herramienta revolucionaria. Cualquier persona razonablemente despierta, dicen, se dará cuenta de que el arte no puede ser justificado como una actividad superior: “Se ha acabado el tiempo del arte, la cuestión ahora es darse cuenta del arte”, sostienen.36 Los situacionistas, muy apropiadamente, no quieren hacerse un hueco en el cuñadeo artístico, sino socavarlo. “El rol revolucionario del arte moderno, que culminó con el dadaísmo, ha sido el de destruir todas las convenciones de arte, lenguaje y comportamiento”.37
¿Nos recuerda a algo esta idea? Efectivamente: más degradación. Los situacionistas la denominan détournement, literalmente “desviación”, pero que traduciremos en este ensayo por “degradación”, que creemos que se ajusta más al concepto original. Sistematizan el détournement y lo califican como “un potente arma cultural al servicio de la lucha de clases real”, la técnica definitiva para dirigir las expresiones del capitalismo contra sí mismo,38 “el verdadero medio de la educación artística proletaria, el primer paso hacia un comunismo libertario”.39 Por ello, el campo de batalla para la revolución es la comunicación de masas, y los situacionistas sirven el détournement en bandeja al Pueblo, ejecutándolo en piezas de consumo masivo como cómics, emisiones de radio, discos o novelas.



Y del apareamiento entre el obstinado Pueblo y détournement nace, obviamente, el deseado escándalo. “La misión de las corrientes avant-garde ha de ser vincular los nuevos tipos de escándalos que están empezando a aparecer,” dice Debord. “Es, por supuesto, necesario ir más allá de la idea de escándalo. Como la oposición a la idea burguesa del arte y el genio artístico ha quedado anticuada, pintarle un bigote a la Mona Lisa no es más interesante que la versión original de ese cuadro. Tenemos que empujar ese proceso hasta el punto de negar la negación”.40
Guerrilla situacionista
El pensamiento situacionista estaba dirigido a un objetivo: la acción. Tal es el caso del escándalo de Notre-Dame, en el que un miembro del subsidiario movimiento letrista apareció impersonado como monje dominico durante una misa que estaba siendo retransmitida por televisión, en la que leyó un texto blasfemo. Fue apresado por la policía para su propio bien: el Pueblo misaoyente congregado, ofendido, le iba a matar. El caso desató un amplio debate social sobre la provocación.
En 1972 Gianfranco Sanguinetti y Guy Debord, los dos únicos miembros del movimiento por entonces, redactaron el libreto Informe verdadero acerca de las últimas posibilidades para salvar el capitalismo italiano, haciéndose pasar por representantes de la élite intelectual burguesa. Lo enviaron a personalidades del mundo económico, político, social y mediático italiano. Su premisa era que la susodicha salvación pasaba por integrar al Partido Comunista Italiano, objeto de la crítica, en las responsabilidades del estado burgués. El texto fue tomado por genuino, y cuando medio año más tarde Sanguinetti confesó su autoría, fue presionado para que abandonase Italia. El Partido Comunista Italiano, efectivamente, acabó entrando en el sistema de partidos del país, abandonando todo afán revolucionario.41
La clave de las acciones situacionistas es romper la rutina diaria, obligando al Pueblo a mirar. El arte se rebaja hasta hacerse puro activismo, como proponía Bakunin en la insurrección de Dresde de 1849: que los cuadros fueran sacados de los museos y puestos como barricadas en la entrada de la ciudad, para ver si las tropas cesaban el fuego. Debord apoya métodos más duros, como el robo de cinco cuadros en Caracas, que ofrecieron canjear por la liberación de prisioneros políticos; o el caso de los activistas daneses que lanzaron bombas incendiarias a agencias de viajes que ofrecían visitas a la España franquista.
Todo cuajó en mayo del 68, cuando la construcción de situaciones llegó a su máximo esplendor en París, y los jóvenes, rabiosos solo por su juventud, tuvieron una justificación intelectual para poner en pie de guerra la ciudad. También nueve años más tarde, cuando otros jóvenes al otro lado del canal de la Mancha lanzaron todas las bombas de guerrilla situacionista a lomos del elemento de consumo más masivo de la época: la música. Sigue leyendo aquí.

Notas
31 Internationale Situationniste #1 (1958). La amarga victoria del surrealismo.
32 Council For The Eruption Of The Marvelous (1970) Blandiendo el bisturí subversivo.
33 El ultrarracionalismo llama “Grasa” al valor subjetivo inherente a cada cosa o idea, que apela directamente a la emoción. Es la principal materia prima de los publicistas, cuyo único trabajo es descubrir las formas de Grasa más suculentas para el Pueblo para hacer deseables artefactos innecesarios a través de ella. Para más información ver Homo Velamine #12 (2018) Pueblo, alza tu voz!
34 Debord, G. (1957). Informe sobre la construcción de situaciones.
35 Ibid.
36 Martin, J.V., Strijbosch, J., Vaneigem, R., Viénet, R (1964). Respuestas a un cuestionario del Centro de Arte Socio-Experimental.
37 Debord, G. (1963) Nuevas formas de acción en la política y el arte.
38 Internationale Situationniste #1 (1958). Definiciones.
39 Debord, G. y Wolman, G.J. (1956) Métodos de détournement.
40 Ibid.
41 Grupo Autónomo A.F.R.I.C.A, Luther Blisset, Brünzers, S. (2000) Manual de guerrilla de la comunicación.