Se da una circunstancia curiosa en todos aquellos para quien el ordenador -o una estación equivalente- es nuestro medio de producción en un sentido estricto. El medio de producción es, por definición, una condición necesaria para efectuar el propio trabajo. Además, en la antropología materialista, el medio no es un mero instrumento. En tanto que el trabajo es formativo del carácter de la persona, el medio es constituyente de la subjetividad y de sus propiedades emergentes, tales como el bienestar, la satisfacción, el honor y demás. Pero el hecho de que los ordenadores sean el medio de producción (claro está, en coalescencia con «la internet» y, dentro de internet, una red social, o un foro, etc.) introduce una doble mediación, porque el trabajo online se da en la esfera de lo virtual.
La esfera de lo virtual no se opone a la de lo real, sino que se encuentra entrelazada con ésta y como suplementándola. De tal manera que ya no cabe hablar de dialéctica entre lo real y lo virtual, sino que lo real es siempre el término de la síntesis que sea. Lo contrario de lo virtual sólo puede ser lo no-virtual, o bien hay que recurrir a contraejemplos paradigmáticos, en plan: lo virtual es donde no duele el culo, es donde no hay mesa camilla, es donde no se te cae la baba, es donde no se folla, etcétera. (Sin perjuicio de que lo virtual sea también donde se compra, donde se liga, donde se publica…)
De este modo, en nuestro operar con ordenadores y dispositivos similares, podemos distinguir conceptualmente al menos dos mediaciones formativas, que son complementarias entre sí. La primera implica a todo el cuerpo, con toda una serie de exigencias en materia de postura corporal, oportunidad «interna» y «externa» para concentrarte, etc. y es así que podemos manipular eficazmente el cacharro. Pero existe, claro, una segunda mediación que, se supone, significa nuestra relación «directa» con lo virtual. Esta mediación implica más bien a las facultades que clásicamente se entendían por superiores, a saber: las facultades de manipulación de símbolos, las habilidades semánticas y perceptuales, el juicio, etcétera. En virtud de nuestro operar con estas facultades, manipulamos el cacharro no sólo con eficacia sino también con creatividad, reflexividad, con mala leche hacia nuestros contactos, y demás.
Ambas dimensiones son materiales, claro está, y ambas están entrelazadas. Uno no manipula símbolos sin manipular teclas, uno no puede escribir si los símbolos están dispuestos extrañamente sobre el teclado (es decir, si no puede interactuarse adecuadamente con la interfaz corporal-lógica-semántica que es el teclado, esa puerta entre varios mundos). Pero tampoco uno manipula símbolos si tiene el culo roto, o si no tiene donde sentarse cómodamente.
No pueden menospreciarse las necesidades de una u otra dimensión, ni tampoco los efectos de cada cual. Porque está claro que los seres humanos son animales a los que puede hacerse daño tanto rompiéndoles el culo como poniéndoles un vídeo de Inda en su newsfeed. Por esta razón, también, se puede seguir preguntando, hay que seguir preguntando, por qué podemos decir que gente como Inda es un grano en el culo del humano universal, e incluso el más sufrido de los granos en el culo.