Teoria ontológica del Valor-Grasa

El «ser Grasa» de las cosas consiste, en primer lugar, en el carácter real y fáctico de la grasa concreta en lo producido: ya sea en los aditivos y en la cantidad de grasa sensu stricto de la comida industrial; en la polución –que es el correlato necesario de la producción en el régimen de obsolescencia programada–, o en la cantidad ingente de productos culturales que son absolutamente brutalizantes y abyectos. Vaya a la librería o al cine más cercano para corroborar este hecho y darle apoyo empírico. Como hemos visto, la economía mainstream dice que el Valor es algo subjetivo, y precisamente aquello que porta el Valor en la Piscina de Bolas tiende a ser Grasa; consecuentemente, el Valor de algo es su Valor-Grasa. En este sentido, el ideal del capitalismo en la época de la Piscina de Bolas es producir la máxima cantidad de Valor-Grasa posible y colocarlo en el mercado.

El tercer punto fundamental de nuestra teoría es la resignificación irónica de la teoría del Valor-Trabajo, a la que referimos para mostrar su descrédito en la economía mainstream actual, pero también la perversidad inherente a este descrédito. Lo superfluo en la mercancía tiene un significado médico o medioambiental; esobjetivo, pero además material. La Grasa no es simplemente un consumidor que se vende a sí mismo comprando cualquier cosa, sino que responde a lo sobrante, a lo que en cantidades muy moderadas es natural y asumible pero cuya sobreacumulación en seguida torna patológica y letal. Es aquello inservible no solo para llevar a cabo las funciones vitales, sino un impedimento directo para hacerlo, aparte de estéticamente feo y en general moralmente dudoso. La Grasa es ya destrucción del mundo: uno puede crear alimentos insalubres para gente pobre y llamarlo riqueza, o producir en masa aparatos preprogramados que promueven la estupidez, pero entonces las condiciones para crear riqueza son las mismas que las condiciones para crear gente grasienta y estúpida.

En síntesis, Valor-Grasa significa ante todo dinero o capital, no bienes concretos. Dejando a un lado las operaciones de crédito, uno no compra Valor-Grasa, aunque ciertamente todo lo que es Grasa vale algo y en algún sentido es por ello Valor-Grasa. Pero si nos referimos a la cosa en tanto que usable, entonces no nos referimos al Valor, sino a la Grasa pura con tales o cuales propiedades. Mientras que la Grasa es devorada por la Clase Media, el Valor-Grasa aparece de nuevo en el intercambio, la planificación, la contabilidad y la inversión de la totalidad del mercado. También, a final de mes, el participante de este espectáculo percibe un salario, esto es, un Cuenco de Valor-Grasa, que puede gastar en la Grasa que sea a fin de convertirnos nosotros mismos en Grasa de tal o cual tipo y devenir Identidad Grasa: el consumidor putrefacto que trabaja de forma precarizada.

Dado que el ser-mercancía consiste en ser Grasa, hemos de concluir con nuestra tesis ontológica: todo ente consiste fundamentalmente en su ser-Grasa o ser-para-la-Grasa, y su aparición para un ser humano actual no consiste sino en este aspecto. Desde el punto de vista de una filosofía primera, el hecho de que haya cosas que no sean mercancía o haya mercancías que todavía no sean Grasa es irrelevante y han de verse como un reducto, algo que queda fuera por motivos externos o por una incapacidad humana que está por resolverse. Lo auténticamente relevante es que el mundo está ya en proceso de grasificación, tanto en la geometría fina como en la geometría grosera de la sociedad civil. Cada vez hay más lugares con Grasa, y en los lugares donde esta puede proliferar está más y más concentrada.

Nada ilustra mejor esto que los lugares concurridos, los centros de las grandes ciudades, las estaciones o los aeropuertos. Lo llamativo de estos espacios es que integran máquinas de venta de Grasa dentro de los propios establecimientos, aprovechando cada pliegue espacial en la prosecución de crear Valor-Grasa. Piénsese esta sucesión de pliegues como un aumento casi asfixiante de bolas en la Piscina de Bolas de lo real, concepto que además se confirma si se tienen en cuenta los últimos aparatos electrónicos con botones de caritas sonrientes o tristes en función de la experiencia en los lavabos, convertidos a su vez en una mercancía. De nuevo, espacios progresivamente más saturados de lucecitas, colorines, carteles y palancas en los que tanto las máquinas como los humanos-Grasa dan Grasa al Pueblo al ritmo frenético de los pitidos que se escuchan, cada segundo, en un gran establecimiento-supermercado. Esto significa, de hecho, que la intensificación espacial tiene como correlato la intensificación temporal: los procesos de valorización han de darse cada vez más rápido, acaso de manera simultánea; de lo contrario el tiempo, desde el punto de vista del Valor-Grasa, sería mero tiempo perdido.

Por su parte el Estado, esa joya de la racionalidad europea, permite y posibilita la infraestructura y el marco jurídico en el cual se da la Grasa, y en este sentido es el recipiente no-grasiento de las Bolas de Grasa de lo real. Lo racional, si es que se quiere entender al Estado de esta manera, servirá a las pasiones y los deseos como querían ilustrados como David Hume. Lo mismo se puede decir de la ciencia y de los científicos: son seres-para-la-Grasa, pues no siendo ellos mismos Grasa es evidente están orientados a inundar el mercado de productos progresivamente más grotescos y grasientos, Cosas tales como el Estado o la ciencia ilustran el sentido del concepto ser-para-la-Grasa, que sin embargo guarda cierta ambigüedad: no solo remite a lo que sirve a la Grasa como un perro a su dueño, si no que también hace referencia a los entes que, no siendo Grasa ahora (como un poema, un paseo o una conversación entre amigos), podrán serlo en un futuro. Esto es lo deseable desde el punto de vista de la ontología moderna, que tiende hacia la totalización de la modernidad y cuyo irónico fin no deja de sorprendernos. Los sueños húmedos de la Razón engendran Grasa.

Lo que hemos tratado de mostrar es por qué el pensador más importante de la contemporaneidad es, a pesar de todo, Hegel. Y lo es no por sus fracasos, ni por su influencia en Marx, sino porque describe a la perfección las aspiraciones ideológicas y metafísicas del sentido común contemporáneo. La metafísica de Hegel está en todas partes. Toda aparición del individuo o de lo parcial es ideológica y falsa, remitiéndose inmediatamente a la participación de ese fragmento en una totalidad que se lo traga todo. Llamemos a esa totalidad progreso, ciencia, desarrollo, crecimiento, mercados, sistema de producción, industria del consumo, Piscina de Bolas, Grasa o como se quiera: la totalidad que emana de sí misma en autodesarrollo y que se sirve de lo parcial solo para negarlo y subyugarlo a este proceso totalizante, lo contemporáneo mismo. Por encima de Darwin, de Nietzsche, de Marx, de Einstein, de Wiener, de Turing y de quien se diga, la estructura metafísica misma de esta era es hegeliana y su consecuencia obvia es el colapso del sistema mism.o ¿Qué hay detrás de la singularidad humano-máquina o de las doctrinas de la supermente? Hegel, como sombra siniestra que absorbe el concepto mismo de programa orgánico.


Extraído de «Ultrarracionalismo» (Mr Satan y James Doppelgänger, 2019)

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