Por Mesacamilla Politics se entiende el estilo político materialista del conjunto de instituciones que dan al Pueblo lo que este necesita (aunque nunca sepa lo que quiere): un piso, un empleo, los vapores que suben del brasero después de comer, un leve movimiento en las comisuras de Matías Prats, una lavadora, los niños que cantan por bulerías, la oferta de Telepizza de los Martes de Champions, los chistes picantones de Juan y Medio, un coche, un segundo coche, las bolsas de pipas, el ibuprofeno los sábados, etc. Mesacamilla Politics ocupa el lugar antes reservado a la escasez material y al consuelo espiritual, y muestra a Dios como lo que realmente es: una serie de ceremonias absurdas pergeñadas al efecto de hacer obedecer los designios de la élite de turno mientras se inunda a la parroquia de incienso y promesas de redención. En su lugar, nos encontramos con el más eficiente Estado, un aparato de burocracia y apadrinado afectivo que produce héroes y otras guarderías sentimentales mientras empaqueta y administra clasemedianos para el uso de corporaciones. Ninguna civilización ha logrado la conveniencia material de manera más óptima como la transitoria y fugaz Mesacamilla Politics bajo «los treinta gloriosos», años dorados del capitalismo tras la II Guerra Mundial y la crisis del petróleo.

Para comprender bien este nuevo orden social se deben tener en cuenta la implantación casi global de las tecnologías eléctricas, precursoras de las actuales TIC, y el patrón de transmisión de información a tiempo real que auspiciaron la televisión o la radio, conocido comúnmente como «difusión amplia» o broadcast. Este modelo se compone de un nodo central –a menudo una capital– que emite información a multitud de nodos receptores o territorios periféricos de manera simultánea (sin tener en cuenta las características específicas de cada uno).
El resultado de esta conjunción de factores fue una jerarquía de poderes y espacios bastante reconocible y estable a todos los niveles: local, regional, nacional e internacional. Esto se logró reforzando la dependencia de ciudadanos y corporaciones a los Estados, de las periferias a las capitales y de los países en desarrollo a algunos de los poderes hegemónicos. La esencia de la Mesacamilla Politics no se entiende sin este resultado: la familia de Clase Media estadísticamente significativa, fruto de su Padre Tecnoburomundano. Se trata de la entretela misma de la gran industria de formularios, facturas, cosas prefabricadas, estandarizadas y envueltas en plástico; su producto y su pilar.

El carácter pasivo de la Clase Media explica su adicción al sistema y que esté forzada a delegar todo el poder en los tecnócratas y el scientific management encargados de proveer el bienestar máximo a los ciudadanos, único fin del conjunto social de Mesacamilla Politics. Ahora bien: la ontología fundamental del bienestar se cifra en conceptos tales como lo Lleno, lo Vacío, lo Seco, lo Húmedo, lo Calentito, lo Simpático, etc., y sabemos, al menos desde Bacon, que estos conceptos están mal definidos y que es imposible alcanzar ningún saber científico mediante su uso. La paradoja es que, sin un saber científico sobre estos conceptos, no es posible producir industrialmente todas estas propiedades ni, por ende, a la Clase Media misma. De ahí que sea necesaria una simbiosis efectiva entre la tecnología industrial y las skills de los personajes carismáticos de la industria cultural o la disposición de paellas por parte del cuñado o de la abuela para reproducir los estados del bienestar. Precisamente por esto, en cada país se da Mesacamilla Politics de una manera concreta, pero baste sustituir la paella por las hamburguesas y la Champions por el béisbol para entender lo mismo en otra región.