¡Abajo el sufragio universal! En política no hay idea más devastadora que la de “un hombre, un voto”. Es absolutamente ridículo dar por válidas todas las opiniones por el mero hecho de que hayan sido emitidas por un ser con forma humana, cosa nada complicada ni resultante de ninguna espectacular hazaña, por otra parte. Una democracia de Homo velamine es contraproducente: el Pueblo, ágrafo por naturaleza, carente de memoria histórica y espíritu de convivencia votará con las tripas, dirigido por sus favoritos de entre los abyectos seres que pueblan la televisión y el periódico. (En particular, el Homo velamine español vota siempre afanado en machacar a sus compatriotas.) ¿No urge, por tanto, restringir su derecho a voto? De lo contrario la democracia espectacular, de los líderes como domadores del circo, de la apelación a las tripas y el bajo vientre como principal reclamo electoral (etcétera) domeñará al Homo velamine y someterá a regiones enteras a la maldición de Rita Barberá: Antiguo Régimen Democrático.
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Dado que el Homo velamine nunca va a permitir que por encima de él haya un ser ética o imaginativamente superior, debemos implementar inmediatamente el sorteísmo: la elección de los líderes políticos al azar. De ese modo le evitaremos al Homo velamine una responsabilidad que es incapaz de asumir, entregándosela a cambio a la casualidad, mucho más cualificada para ello. Quizá no sea un sistema de gobierno óptimo, pero sí es el mejor que conocemos y podemos aplicar.
Una idea sobre “V. SORTEÍSMO SÍ”