¡Ah de aquellos que aún creen que la razón domina sus actos! Pues sabemos bien que la razón sólo sirve para justificar las pasiones del bajovientre y la obsesiva búsqueda de las carencias infantiles. Por contra, el ultrarracionalista usa la razón noblemente: observa las pautas de comportamiento del Homo velamine, las estira hasta sus últimas consecuencias, comprueba los horrores que desvelan y propone soluciones adecuadas.
Ejemplo: Cientos de miles de clones de María Teresa Campos. Una raza humana condenada a marchar a su ritmo en el camino de la historia, bajo la constante amenaza de caimanes y leones. Yo os digo: ¿acaso no es mejor abandonarles, como ocurre en el reino animal, y evitar así la pesada rémora? ¡Ah, ya veo el grito en el cielo, la mueca de horror, las llamas envolviendo estas palabras! Sabed que tal es el pensamiento ultrarracionalista, y tales sus conclusiones, que desprovistas de la pasión cegadora, son más lógicas y productivas para la humanidad y el universo que vuestro lloriqueo humanista.
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Breve apunte sobre el Ultrarracionalismo Positivista: El Ultrarracionalismo Positivista -del que no se conoce aún ningún seguidor- sostiene que debemos ofrecer las conclusiones ultrarracionalistas al Homo velamine en pequeñas dosis o descafeinadas para incorporarlo a la marcha de la historia. Es decir, aboga por la radicalidad en el pensamiento, pero moderación en la acción. ¡Fruslerías!
Una idea sobre “VII. EL MÉTODO ULTRARRACIONALISTA”