Propuestas para una mejora ultrarracional de Villaverde Alto

Propuestas para una mejora ultrarracional de la ciudad de Madrid‘ es un garbeo semanal que parte cada martes de una estación de metro distinta, barriendo el plano por orden de líneas y de norte a sur. Cada garbeo consiste en caminar por donde nos venga en gana y una visita a un bar local. En ellos conocemos al Pueblo en su salsa, interactuamos con él, cantamos a favor de la labadora, etc.

Después de cuatro semanas de cancelaciones y de intentos fallidos, el equipo de mejora urbanística de Homo Velamine por fin ha completado, con el garbeo por Villaverde Alto, su recorrido de la línea 3 de metro.

Teníamos tan pocas ganas de despedirnos de este entrañable distrito que, en contra de toda normativa ultrarracional, en las últimas dos semanas hemos visitado Villaverde Alto dos veces. Así tuvimos la oportunidad de empaparnos de su vibrante vida urbana pero también de respirar el aire puro de sus espacios verdes. Sin duda Villaverde Alto es a Madrid lo que Roma a las capitales europeas: la parada de metro eterna.

Un poquito de ciudad.
Un poquito de campo.

Primero, en la parte urbana, encontramos todas nuestras cosas favoritas.

Hay Toldo Verde a tutiplén.
De hecho, Villaverde Alto es el Toldo del Mundo.

También encontramos fantásticos comercios.

Chuches Chachis: la aliteración perfecta.

¿IKEA eso qué es lo que es?
Un momento de triste reflexión: algún día el concepto de “todo a cien, trescientos y más” nos será tan lejano como es ahora el de “ultramarinos”.

Villaverde Alto es un concentrado de todo lo español que más nos gusta.

¿Puede caber más España en una sola imagen?
Tengo una sudadera con los colores de españita de mi corazón, pero la abandono en un descampado para que los perros le caguen encima: la representación más pura de la contradicción inherente al alma española.
Se encuentra usted en España, disculpe las molestias.

Pero también encontramos elementos que imprimen un carácter único al barrio y dejan claro que aquí no se andan con tonterías.

En la Puta Sede de la Elipa nos atrevimos a llamar a la puerta, pero en el Puto Ninio no hubo ovarios a picar el timbre.

Espíritu madrileño: sí a Mahou, no a Cruzcampo.
Nos extrañó que esta imperdonable intrusión foránea no haya sido vandalizada todavía.
Una bolsa de pipas sin abrir permanece intocada sobre un contenedor: en este barrio se respeta la propiedad ajena.
Por favor evite que su perro orine aquí.
No se vaya a pensar nadie que es un jardín zen.
A cargar el móvil al Starbucks.

Después de esta exploración urbana, nos dirigimos hacia la parte industrial del barrio, para comprobar que en lo que a innovación tecnológica se refiere, Villaverde Alto también tiene mucho que ofrecer.

En Suiza tienen el CERN, pero en Villaverde también tienen su propio acelerador de partículas.

Más allá de la industria llegamos por fin al campo, al final de Madrid, donde la naturaleza lo conquista todo.

Preview del apocalipsis.
¿Qué es un descampado sin coches quemados siendo inspeccionados por la policía?
Estos bellos jardines nos desconciertan; echamos en falta un palacio que los acompañe.
9 de cada 10 madres aceptaron como genuino el mensaje de whatsapp “aquí, en Versalles” acompañado de esta fotografía.

Nos vimos obligadas a acortar nuestro primer garbeo porque empezó a llover, hacía un poco de frío, hacía viento y no se estaba nada guay, así que nos refugiamos en un bar antes de haber terminado de inspeccionar por completo el barrio. Una vez allí exigimos con prepotencia burguesa que nos pusieran Antena 3 para ver el debate electoral previo al 28A, y eso ya terminó de distraernos del verdadero motivo por el que habíamos venido.

“Trago cada vez que alguien diga ‘romper España’”. Y claro, se nos olvidó hacer propuestas de mejora ultrarracional.

Una semana más tarde, nuestro segundo intento de mejorar Villaverde Alto también fue interrumpido, pero esta vez por alguien mucho más entrañable que los cuatro candidatos a la presidencia de nuestro país. Íbamos tranquilamente por la calle canturreando el himno del PP, cuando nos abordó Valentín, un vecino del barrio que estaba muy interesado por saber si nosotras éramos más de PP o de PSOE. Después nos contó que hace años Felipe González se alojó en el hotel de Jaén en el que él trabajaba. Llegó en un Mercedes, vestido de traje, subió a la habitación, y cuando bajó iba con pantalón de pana y a la puerta le esperaba un seiscientos para llevarle al mitin en el que se iba a dirigir al Pueblo, el muy hipócrita.

Veinte minutos de charla más tarde, Valentín nos enumera todos los inmuebles que ha comprado en su vida, y nos obliga a hacer una porra a ver quién se acerca más al precio que pagó por ellos. Para terminar nos dice que a los jóvenes de hoy “más nos vale espabilarnos”, pero no tenemos muy claro si nos está instando a la desobediencia civil o a fundar un partido político.

Por supuesto sacrificamos gustosas nuestra exploración del barrio por la oportunidad de conversar con Valentín, pero una vez perdida toda fe en nuestros dirigentes políticos y en la posibilidad de que algún día podamos permitirnos una hipoteca, tampoco nos sentimos inspiradas para proponer ninguna mejora para el barrio.

Quizás sea porque realmente en la cabecera de la línea 3 no haya absolutamente nada que mejorar, o porque estamos muy tristes porque nuestros paseos semanales por la tierra de las braviolis han llegado a su fin. Lo averiguaremos la semana que viene en nuestro garbeo iniciático de la línea 4.

El final de Madrid, la frontera con Leganés. No cruzamos porque no habíamos traído pasaporte.

 

Eh, ya que pasa usted por aquí…

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