Volvamos a hacer relevante a la izquierda

España en 1780 tenía 10 millones de habitantes, la exigua clase media vivía más o menos como los desempleados de hoy, y los ricos no vivían mejor que la clase media actual. Pero el consenso científico dice que en 11 años (2030) hay que bajar el nivel de emisiones de CO2 a una cantidad equivalente a la era pre-industrial (1780 más o menos) para evitar una catástrofe civilizatoria probablemente mucho peor que la de la peste negra, donde perecieron dos tercios de los europeos. (Por cierto que estos informes suelen ser optimistas porque no se conoce bien el impacto de factores como la destrucción de la capa de permafrost polar, pero se estima que dicho proceso puede acelerar el calentamiento global al liberar metano, mucho más peligroso que el CO2. La realidad es que fascistas como el yanqui Mike Pompeo ya están celebrando el deshielo del Ártico para repartirse el petróleo polar y abrir una ruta comercial ártica, mientras todos nos freímos a 3, 4, quién sabe si 5 o 7 grados más de temperatura).

Además de esto hay que regenerar la calidad de la tierra, promover la producción, distribución y consumo local, desurbanizar los grandes núcleos civiles y desalojar los enclaves en peligro severo de inundación, sequía, desertización, etc., frenar la extinción de especies y la consiguiente pérdida de resiliencia de los ecosistemas, frenar la concentración de la riqueza y la propiedad y en especial la improductiva, gestionar la tendencia imparable de robotización del trabajo manual y automatización del trabajo de servicios de clase media (que es la principal aliada actual del capital automatizador), mitigar y no meramente adaptarnos al envejecimiento de la población, gestionar políticamente las previsibles oleadas de inmigración.

Todo esto requiere un programa de decrecimiento económico, transiciones industriales masivas en todos los sectores, probablemente geoingeniería localizada e implantación de sistemas de captura del carbono, una reforma agraria masiva, replanteo del mantenimiento de todas las infraestructuras actuales y no digamos de los macroproyectos de nueva ejecución. Por no hablar de la posible necesidad de abandonar el marco del estado-nación en favor de un sistema de regiones más o menos autosuficientes coordinadas a través de un gobierno global; algo que se intuye bastante problemático en un contexto geopolítico, digamos, un poco tenso.

La pregunta es: ¿habéis visto en Podemos a una izquierda que en algún momento pusiera estos asuntos en el lugar que merecen? ¿Una izquierda que diga abiertamente que en los próximos años TODOS vamos a perder, y que la cuestión política es quiénes deben perder más, y a qué velocidad? ¿Una que diga explícitamente qué sectores sociales son enemigos de una civilización posible, más allá de las irrisorias invectivas contra Amancio y Florentino? Si quitamos a gente como «la friqui» (errejonismus dixit) de Yayo Herrero, obviamente no.

Muchos dirán: «pero es que Ana Rosa»; «es que mira lo que le pasó al plan de Madrid Central de Carmena». Bueno, a lo mejor la libertad de prensa sin cortapisas está empezando a equivaler a la celebración de un genocidio. A lo mejor Carmena tendría que haber dejado de pretender que puede contentar a todo el mundo, como si esto fuese posible, y prohibido sistemáticamente el uso del transporte privado sólo en los distritos norte para asegurar el apoyo de los madrileños más desfavorecidos mientras se fraguaba una fórmula de transición lenta para éstos, del mismo modo que Macron tendría que haber evitado lo de los chalecos amarillos. A lo mejor tenemos que empezar por lo menos a hablar del mismo tipo de soluciones radicales que discuten los numerosos científicos que ya han asumido el colapso necesario de la civilización y se limitan a tratar de que éste no acabe en una matanza sin precedentes, por no decir la práctica extinción del ser humano.


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