
A menudo nos encontramos atrapados en una paradoja brutal: la terrible comprensión de que el mundo no tiene arreglo, pero la inexorable voluntad de arreglarlo.
Pero, ¿acaso no ha sido todo esto posible simple y llanamente porque le ha venido bien a la plutocracia capitalista? El capitalismo necesita mano de obra cualificada, luego hay más educación. Necesita que el Pueblo tenga dinero que gastar en labadora, luego hay mejores salarios. Necesita que no haya revueltas, luego hay más derechos. Etc. Y todo ello gracias a las grandes mejoras técnicas, que han permitido liberar de los peores trabajos manuales. ¿Hubiéramos llegado a este punto sin ellas?
Por otro lado, el avance en las condiciones materiales de los países occidentales ha supuesto una mengua para otros países, que sufren las consecuencias de nuestra avidez de consumo en forma de guerras, corrupción, catástrofes ambientales y explotación humana y natural.
Por último, y más despiadamente, todos los logros alcanzados se vuelven contra el propio Pueblo: los bienes materiales le esclavizan con la necesidad de más y más objetos superfluos; libertades como la de expresión se vuelven nocivas con masas desinformadas emitiendo juicios dañinos; la alfabetización ha demostrado que Pueblo es analfabeto por naturaleza, etc.
Y, en nuestro ansia de progreso, ¿podemos liberar a una masa de personas de algo de lo que no quieren ser liberadas? ¿Podemos acabar con un capitalismo que tiene hipnotizado al Pueblo con constantes lucecitas y coloricos? ¿Podemos concenciarle sobre la necesidad de actuar contra el cambio climático, o necesitamos un gobierno totalitario y benevolente que imponga por la fuerza las medidas necesarias?
El caso es que, cuanto más conseguimos observar el mundo sin anhelos y pasiones que empañen nuestra visión, más comprendemos todas aristas de las situaciones: el cuñadismo propio, la posible razón ajena, y la irrelevancia de todos nuestros sueños en un contexto de capitalismo desaforado. Lo hacemos saltando entre diferentes niveles de ironía: preirónico (aceptar el mundo tal y como es), irónico (mofarse del mundo tal y como es), postirónico (querer cambiar el mundo tal y como es) y metairónico (comprender el mundo tal y como es). Veamos algunos ejemplos:
"¿Dónde ves tú la contaminación, dónde?" Las reacciones de los ciudadanos a las restricciones de circulación. pic.twitter.com/9MfHXFWtUQ — El Mundo Madrid (@ElMundo_Madrid) December 29, 2016 En definitiva, si somos lo suficientemente racionales para observar nuestras propias convicciones desde fuera, cuanto más avanzamos en la defensa de una idea post-irónica más patente se hace su contraparte meta-irónica. Por muy justa y necesaria que sea una tesis, siembre habrá una antítesis igual de potente. El problema es que comprender eso nos lleva inmediatamente a la inacción. Si asumimos que las fuerzas son equivalentes en una y otra dirección y que nada podemos hacer, saldremos de la vida, nos acomodaremos en el sillón orejero, encenderemos una pipa y nos creeremos inteligentes por comprender todas las noticias del mundo al leer una sola. Pero como hemos leído mil veces en memes de Facebook de frases-atribuidas-a, solo hace falta que las personas buenas no hagan nada para que las malas triunfen. Hay, por tanto, que hacer el viaje de vuelta, sin por ello despreciar todo lo aprendido, más bien al contrario: usarlo cuando nos haga más fuertes en el camino de la historia hacia el futuro. Un futuro ecologista y feminista, que avance en derechos e igualdades dentro y fuera de nuestras fronteras y que pueda desarticular a los cuñados de uno y otro signo que ponen piedras en ese camino. En definitiva, actuar conforme al principio ultrarracional: puede que el mundo no tenga solución, pero hay que actuar como si sí la tuviera. Seguiremos luchando por un mundo mejor en el futuro, aunque sepamos que en el futuro no hay mundo.
Punto de vista irónico (I): Que hagan encuentros solo de mujeres, ya llamarán a los hombres para abrir el bote de mermelada.
Punto de vista post-irónico (PO): Hay que trabajar por el feminismo.
Punto de vista meta-irónico (M): El feminismo ansía el mismo nivel y los mismos tipos de Grasa para hombres y mujeres.
(I) A ver, dónde está la contaminación, que yo la vea.
(PO) Hay que ser sostenibles.
(M) Hay que ser sostenibles… para que los humanos no sufran las consecuencias de la degradación del medio ambiente.
(I) Qué bien le vienen a la policía los alijos de coca en Galicia.
(PO) La policía defiende los intereses del poder y el capital.
(M) La policía es el Pueblo.
(I) Qué bien sabe este rabo.
(PO) La tauromaquia es tortura.
(M) El maltrato animal en la tauromaquia es insignificante frente a la despiadada maquinaria de la ganadería industrial capitalista.
(I) Al menos las personas con cáncer no gastan en peines.
(PO) Hay que avanzar en la lucha contra el cáncer.
(M) La Tierra no puede aguantar más seres humanos.
(I) Todos los políticos son iguales.
(PO) Hay que dar poder al Pueblo.
(M) El Pueblo pasa del poder, y si lo tiene lo usará en contra de sus semejantes.
(I) Te vas a poner gorda, jaja.
(PO) Tenemos que acabar con el uso de aceite de palma, que está destruyendo el hábitat de los oranguranes.
(M) Si estas galletitas no llevan aceite de palma, llevarán otra cosa que causará explotación allí donde sea extraída.
Una idea sobre “Volver a la post-ironía”
El único futuro al que merece la pena aspirar es al de la transgresión metódica, sistemática y desesperanzada. Lo demás es perder el espíritu crítico, ¡y hasta ahí podíamos llegar, oiga! Por eso, abogar por un futuro feminista y ecologista es un cuñadismo de libro más, otro sueño bienintencionado e insensato que nos obliga a cerrar los ojos a la realidad. El feminismo y el ecologismo son, hoy por hoy, los movimientos que merecen más crítica porque son el nuevo mantra, el nuevo orden, el nuevo ojovendismo y, en definitiva, la futura ya cercana inquisición.