En el juego de la vida, cada uno de nosotros tenemos que jugar con la mano que se nos ha dado. Con una baraja de un millón de cartas con sólo dos ases. Y los doses están empapados en anthrax y si sacas el cuatro de picas te brota un tumor. Y la banca limita tu apuesta cuando le apetece. Y tú estás jugando al mus y el resto del mundo al poker, y si juegas desde el tercer mundo te disparan en las rodillas cada vez que es tu turno. Y el croupier te intenta violar obstinadamente.
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La próxima medida del programa de austeridad parece clara: unificar Defensa y Deportes en un único Ministerio de Testosterona presidido por Tomás Roncero. Que Juan Carlos Rivero presente los desfiles militares, y que el Real Madrid se haga cargo de los tanques y los aviones de combate.
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Asumido el fin de la era de las ideologías, abracemos la era de las iconografías. Regalemos máscaras de Guy Fawkes y conmemoremos sus esfuerzos por llevar el catolicismo a Inglaterra mientras gritamos consignas anarquistas que aprendimos en Matrix. Bebamos la chispa de la vida libertaria y vistamos la revolución 100% algodón. Cantemos jingles en nuestras propuestas sin fondo ni forma. Reduzcámonos al trazo, al pattern, al logo. El futuro es nuestro, siempre que podamos pintarlo en no más de tres colores.
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El 99% tiene razón: necesitamos cambiar el modelo de Estado. La primera medida debiera ser sin duda abandonar el DNI y el certificado digital, para volver cuanto antes al simple y llano cencerro. De esta forma, la mayoría de los malentendidos quedarían resueltos de un plumazo.
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